18

769 57 47
                                    

— Y así, Rapunzel, es como una reina debe elegir lo que es mejor y que no para su reino con buen tino —decía Frederic—. Nunca debes descuidarte, aunque sea solo por un fin de semana, nunca sabes todo lo que puede pasar en 48 horas.

La joven, ocupando un lugar a la derecha de su padre, mientras su madre se encontraba a la izquierda, se la había pasado observando al rey con ojos brillantes en todo momento en el que este estuvo atendiendo a todas sus citas con los súbditos. Su padre era simplemente el mejor, todavía no había entendido como había podido vivir 18 años sin uno.

— Trataré de hacerlo lo mejor que pueda, papá —prometió Rapunzel.

— Estupendo hija, pero lo que nunca debes olvidar —sentenció Frederic apuntando al pecho de su hija—, es que primero se es líder con el corazón, luego con la cabeza. Una buena reina lleva el bienestar de su reino y a su gente siempre en el corazón, así nos aseguramos que su cabeza y esfuerzos los usa para mantener siempre esa estabilidad. ¿Verdad que sí, Arianna?

La reina asintió convencida con la cabeza, a lo que la princesa sonrió llevándose un puño a su pecho y mirando a sus padres de forma decidida. Desde que había crecido encerrada en la torre había querido algo más que ser solo una niña que pintaba cuadros en las paredes. Ahora tenía un trabajo importante ante ella y, en el futuro, sobre sus hombros, y no estaba dispuesta a fallar. De momento, lo único que había sobre sus hombros era Pascal, animalillo fiel, había entrado al salón del trono por lo menos hace una hora y se había posicionado campante al lado de su amiga humana. Les hizo un saludo militar a los dos adultos, asegurándoles que él estaba ahí para devolver a Rapunzel al buen camino si alguna vez se descarriaba.

— Majestad —interrumpió Nigel el momento—, las damas de compañía están listas para presentarle al nuevo mayordomo real, señor.

Rapunzel no pudo evitar que su sonrisa se acentuase y Frederic asintió estoico.

— Perfecto, que entre.

Stan y Pete, ambos posicionados al lado de la gran entrada se giraron y abrieron las puertas, mostrando al grupo de sonrientes jóvenes, pero ni rastro de Varian.

— Rey Frederic, reina Arianna, princesa, permitirnos mostraros al nuevo y mejorado Varian, el mayordomo real.

Dicho eso todas se apartaron del medio dejando a la vista al nombrado chico. Tanto a Rapunzel como a Pascal se les abrió la boca del asombro, se habían acostumbrado tanto al estilo natural de Varian que no pensaron que pudiese lucir de otra manera.

El chico estaba ataviado con un traje negro con detalles en blanco y brillante, nuevo, que era justo su talla, con una camisa blanca abotonada al descubierto. Dejaba su ropa normal como la basura vieja que realmente era. Lo único que recordaba a su anterior estilo, además de sus manos tapadas por unos guantes blancos, es que los pantalones del conjunto le llegaban solo un poco más abajo de las rodillas, dónde después unas altas y pulidas botas negras eran las protagonistas. Su anteriormente rebelde cabello oscuro, flequillo incluido, lucía alisado y peinado hacía atrás, amarrado en una pequeña coleta que le caía sobre el hombro derecho, solo su adorable mechón de cabello azul caía suelto por su frente, dándole todavía más protagonismo a sus grandes ojos del mismo color. Casi estaba irreconocible y hubiera lucido genial, si no fuera porque estaba tieso como un palo por los nervios y un gran sonrojo cubría su cara. No se sentía él mismo y era más que obvio que no estaba cómodo, aunque ya no destacase entre la gente que le rodeaba por todo el castillo.

— Acercate, joven —le animó Frederic con un movimiento de la mano.

Varian se quedó con las ganas de tragar saliva y se acercó justo después que una de las chicas le susurrase "justo como lo ensayamos" y él le asintiese todavía tenso.

Dejame ayudarte a olvidarme (Cassandra x Varian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora