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Rapunzel quería levantarse, pero no era capaz de eso. No podía sentir tener los nervios a flor de piel, pero intuía que así era, como si lo estuviera sintiendo realmente. Estaba nerviosa, no se sentía así de atrapada dentro de si misma e inútil desde que... que descubrió la mentira de Gothel.

¡Lo siento! —se escuchaba a si misma gritar, y aunque no sabía que había hecho ni a quien le estaba suplicando disculpas, sabía que en ese momento que había hecho algo horrible y que sería muy difícil para ella el perdonarse y pasar pagina por completo— ¡La culpa fue mía, toda mía! Jamás debí dejar que te llevasen de mi lado, estaba nerviosa, la situación me superó, pero no niego que eso no es excusa... Si hubieras... oh, si hubieras sabido lo que yo... ¡No te culpo de nada, no dejare que te hagan nada! Si tienes que hacer algo castígame a mi, ¡pero deja a Corona en paz, ellos no te han hecho nada! —a este mismo punto notaba las lágrimas correr por sus mejillas. Y por fin, una silueta apareció ante ella— ¡VARIAN!

Él la escuchaba, sin embargó, no la veía, le daba la espalda. A ella, a toda Corona y a la buena persona que siempre quiso ser, pero la vida eligió para él que debía ser de la mala manera.

¿Varian? —Rapunzel había sido capaz de sacar fuerzas de flaqueza y tambaleando se había puesto a su altura. Posó una mano en el hombro del joven— Por favor, mírame...

Entonces el más joven reaccionó ante su tacto y dio la vuelta para mirarla con infinito odio. Unos ojos violetas la miraban de esa manera, alguien había cambiado los hermosos ojos de Varian por ese horrible y tóxico color. El corazón de la rubia se mudó a su garganta en solo un instante, debido al impacto.

No me toques —él le ordenó de forma sería, pero ella no fue capaz de reaccionar— ¡HE DICHO QUE NO ME TOQUES!

Una ráfaga de poder alrededor del joven la lanzó lejos de él y por mucho que ella encajaba sus pies descalzos en el suelo intentando llegar hasta él de nuevo, no podía.

¡Varian, por favor! —ella extendió su mano como último recurso, esperando de todo corazón que él tomase su mano— ¡Lo que he hecho no tiene excusa, pero por favor, déjame recompensarte!

La corriente se hizo más fuerte mientras el joven la observaba de forma inmutable y de pronto, sus pies ya no tocaban suelo. Gritó aterrada al sentirse caer, pero en el último momento la mano enguantada del joven tomó la suya, impidiendo la caída. Rapunzel miró hacía arriba y se quedó sin respiración. El cabello negro de Varian había sido cambiado por un impactante color plata, que brillaba tanto como su propio cabello lo había hecho de forma dorada cada ver que usaba su poder. No había duda de que él era su Reserva, sin embargo, no era eso lo que más la sorprendía, si no que de repente al fin podía ver donde estaban. Como para olvidar el lugar que la vio crecer dentro de sus muros durante dieciocho años, la gran torre que había creído su hogar, pero que en realidad había sido su cárcel. Ahora era la cárcel de Varian y él no parecía nada molesto con ello. Antes de que la princesa pudiera procesar el escenario, el chico la lanzó de nuevo a dentro sin ninguna delicadeza y sus dientes acabaron chocando contra el suelo.

Madre, la intrusa casi se mata —aun en el suelo, la palabra "madre" dicha de forma tan hueca y vacía por su amigo le dieron ganas de vomitar. No podía estar pasando, no podía, no podía...

Vaya, vaya, mira quien deja a su madre con el corazón en un puño y ahora después de tanto tiempo se le ocurre volver pidiendo perdón.

Rapunzel sentía que se ahogaba. Levantó la vista y ahí estaba de nuevo, Gothel, su secuestradora, la mujer que fingió amarla durante tanto, tanto, tanto tiempo.

Dejame ayudarte a olvidarme (Cassandra x Varian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora