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A nadie le gustaba el silencio de la noche por los bosques. De hecho, la gran mayoría preferirían estar seguros y a salvo dentro de las murallas del castillo. Pero eran guardias reales y de vez en cuando debían hacer cosas como está... ¿Por qué el camino hacía Vieja Corona tenía que ser tan largo? ¿Por qué ni siquiera ululaban los búhos?

— Vieja Corona está ya al cruzar ese desvío —declaró el Capitán—. Iré yo solo por el momento, no queremos asustar a la gente, de seguro no sucede nada.

Sus hombres asintieron, sin embargo ni tan siquiera tuvieron tiempo de acomodarse, pues un grito de su capitán gritando "¡¿Qué diablos?!" unos segundos después los alertó por completo y, olvidando su orden, pasaron los arboles. Las luces de las linternas iluminaron un grupo de Rocas Negras puntiagudas que les superaban con creces en altura, donde debería haber estado un hermoso campo abierto.

— ¿Qué son esas cosas? —soltó Pete al aire, las piernas temblandole sobremanera.

— No sé, pero no me dan buena espina —contestó Stan.

— Cambio de planes, continuamos todos —ordenó el capitán, falsamente tranquilo.

Todos los hombres caminaron entonces por entre las rocas, intentando que su paso no se viera vacilante y sin quitarles el ojo de encima.

— Dios mío...  —susurró el capitán nada más el lúgubre bosque de rocas se acabó para él, dejando a su vista lo que hasta esa tarde había sido Vieja Corona.

De la impresión la linterna que llevaba se resbaló de sus manos cayendo al suelo y rompiéndose en mil pedazos, prendiéndose en fuego inevitablemente e iluminando más el terror. Como iba montado en Maximus, el animal dio un ligero traspiés.

— ¡BUSCAD SUPERVIVIENTES! —no tardó en bramar.

Aquí y allá, todas las casas y zonas de cultivo estaban destrozados por las Rocas Negras. Eso ya no era un pueblo, solo simple destrucción. Y lo peor vino cuando el olor a muerte infecto sus fosas nasales. No tardaron en descubrir las partes humanas y desmembradas de los campesinos.

Fue demasiado para algunos de ellos, que no tardaron en devolver lo que había en sus tripas, si alguna cabeza cortada les devolvía una mirada vacía. Otros guardias que tenían su origen en ese pueblecito no pudieron contener las lágrimas, llamando al aire por sus amigos y familia, sin obtener ninguna respuesta.

— ¿C-crees qué es obra del Brujo de Vieja Corona? —preguntó Pete, estaba mortalmente asustado y se aferraba al fuerte hombro de Stan, ocultando su mirada contra él. Su amigo hacía mi mismo.

Los dos eran demasiado débiles para una situación así. Tanta destrucción y vidas inocentes...

— Se supone que el chico amigo de la princesa es el Brujo —contestó Pete.

— Pues creo que esto demuestra que le juzgaron mal.

— ¿Cómo?

— ¡Como quieres que lo sepa! —estalló en pánico.

— ¡Capitan, aquí! —exclamó un joven que parecía impasible hacía esas horribles visiones.

Todos le siguieron traspasando un hueco por un muro natural creado por esas Rocas. Parecía como que quisieran ocultar la casa que estaba detrás. Pegada a la muralla que separaba los dominios del reino con los bosques sin dueño, estaba la única que permanecía en pié, la más grande de todas, luciendo como los restos de un antiguo castillo. Rocas negras la atravesaban ahí y allá, pero no lo suficiente para desestabilizarla y destruirla. La entrada estaba abierta de par en par. En ella había un hombre congelado por un grupo de Rocas de color ámbar, con una eterna expresión de terror. Algunos le reconocieron como Quirin, el portavoz de Vieja Corona.

Dejame ayudarte a olvidarme (Cassandra x Varian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora