Una extraña realidad

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El tiempo se había detenido, sentía la presión de esos labios, cálidos y suaves contra su boca, tímidos mas decididos. Lexa la estaba besando, y ella no era capaz de hilar un solo pensamiento coherente.

Sentía las manos de la joven castaña alrededor de su cintura, su dulce sabor mientras su mente se nublaba embriagada por su aroma, sus propias manos, antes sujetas a la puerta para no caer al suelo de la impresión, se posaron suavemente en las mejillas de la joven, solicitando de forma tímida el acceso a cada rincón de su boca y, con un gemido ahogado, Lexa se lo concedió comenzando así una danza apasionada entre ambas, devorándose sin pudor alguno hasta que la falta de aliento las obligó a detenerse, no de forma abrupta sino lentamente, saboreando cada detalle de ese dulce contacto.

Separándose unos centímetros, tomando aliento, jadeantes, con los labios hinchados y sedientos, Lexa depositó un suave beso, efímero, sobre sus labios una vez más, intentando sellar con ese gesto ese momento que siempre les pertenecería, mientras Clarke cerraba los ojos y simplemente se dejaba embargar por la calidez del momento y las emociones que se despertaban en su estómago.

Llevaba demasiado tiempo deseando besar a su chica, sabía que la amaba aunque nadie lo comprendiese, se había enamorado de cada una de sus tonterías, de sus gestos amables, de sus palabras dulces, de la complicidad que tenían, era su chica al otro lado del teléfono, por la que había estado dispuesta a intentar ser feliz, a hacerla feliz a ella... Mas la extraña realidad era que la mujer de la que se había enamorado era una actriz reconocida y no cualquiera, era Lexa Woods, su obsesión desde hacía años, demasiada información para asimilar en tan poco tiempo y ese beso simplemente confundía más las cosas.

Necesitaba sentarse, meditar sobre los extraños acontecimientos de su día por lo que empezó a buscar las llaves de su apartamento mientras Lexa la miraba con la duda dibujada en sus ojos esmeralda.

La joven actriz tenía miedo, sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo cuando entró en internet pero no analizó la magnitud de sus actos hasta que fue tarde, se enamoró sin poder evitarlo y era correspondida, mas su auténtica identidad parecía ser algo que Clarke no podía soportar. Dolía, ardía en las entrañas verla así, tan confundida, tan nerviosa y vulnerable, ella no quería que nada cambiara, no quería que Clarke cambiara, quería que fuese para siempre esa chica dulce que día tras día había conseguido enamorarla.

Cuando la rubia metió la llave en la cerradura, saltaron todas sus alarmas, Clarke estaba escapando. Sin saber muy bien que estaba haciendo tomó suavemente su brazo, provocando que su rubia clavase en ella sus ojos aguamarina.

A Clarke le bastó una mirada para comprender los fantasmas que asolaban a Lexa, por lo que le regaló una sonrisa y tomó su mano con afecto.

-Creo recordar que no había quien te sacara de casa a partir de las doce, pasan de las doce y empieza a hacer frío

-¿Quieres que vaya contigo?

-Tenemos mucho de que hablar, arriba tengo cerveza fría, también tengo miles de películas, un sofá la mar de cómodo... Quizás no vivo en un palacio pero se estará mejor que en la calle

Con una tímida sonrisa y el corazón desbocado ya que Clarke no soltó su mano, Lexa la siguió hasta su pequeño apartamento. Lo había dibujado mil veces en su mente y aun así le pareció hermoso, todo desordenado y tan pequeño que no había lugar para esconderse, reflejaba completamente la personalidad de Clarke.

-Perdona el desastre... Si llego a saber que vendrías a verme a Boston lo habría ordenado

Retirando algunas de sus prendas del sofá, le indicó a Lexa que se sentara mientras cogía de la nevera dos cervezas y se dejaba caer junto a la castaña con un suspiro, entregándole una de las latas y dando un largo trago de la suya.

Una historia másWhere stories live. Discover now