Guiones

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Tras decidir que ninguna de las dos quería salir de casa en todo el día, aprovechando así el tiempo que tenían juntas para seguir conociéndose y amándose, construyendo su historia lentamente y sin agobiarse, se sentían bien solas, en esa burbuja de paz y bienestar que habían instaurado juntas. Sin hacer caso a las mil notificaciones del teléfono donde las amigas de Clarke parecían estar teniendo una discusión sobre cuál era la mejor pizza del mundo, ellas simplemente permanecían abrazadas en ese sillón, con los ojos perdidos en la televisión mirando una de las mil películas que Clarke tenía en el disco duro, acariciándose tiernamente sin apenas darse cuenta, sintiendo la cercanía de la otra, su presencia reconfortante. Sin moverse siguiendo un horario fijo, comieron cuando sintieron hambre, durmieron cuando sintieron sueño y simplemente vivieron, ajenas al mundo que las rodeaba sin pensar en el momento en el que su burbuja se rompiera, lo veían tan lejano que no había necesidad de atormentarse por ello, no ahora, no en esos instantes.

Mientras Clarke se peleaba con los fogones preparando algo decente para cenar, Lexa se dedicó a investigar cada rincón del pequeño apartamento, deteniéndose en las fotografías con una sonrisa, la vida de Clarke estaba plasmada en esos recuerdos que adornaban su hogar, mil fotos de la rubia con sus amigas en diversas ocasiones y circunstancias distintas, cumpleaños y celebraciones, excursiones y alguna de su graduación en el instituto... también había fotografías de Clarke con sus padres aunque no muchas, la joven no tenía buena relación con su familia y esta vivía en Nueva York por lo que apenas se veían.

Con una sonrisa pensó que a partir de ese momento su imagen también adornaría los recuerdos felices de Clarke, quitando los mil posters que tenía colgados en las paredes, fotografías compartiendo momentos cotidianos juntas, recuerdos que la hiciesen sonreír cuando ella estuviera lejos...

El olor exquisito de lo que Clarke estaba cocinando inundó sus sentidos, seguramente dentro de unos instantes la joven anunciaría que la cena estaba lista por lo que Lexa aterrizó dejando de lado sus divagaciones sobre recuerdos y fotografías, cuando sus ojos esmeralda se posaron en una guitarra que yacía apartada en un rincón, recordando de golpe el juego de preguntas en internet cuando se estaban conociendo, Clarke le había contado que se llevaría su guitarra a una isla desierta. Las ganas de escucharla tocar dicho instrumento nacieron en ella provocándole una sonrisa nerviosa justo cuando Clarke salió de la cocina buscándola pues estaba servida la cena.

-Espero que te gusten los macarrones con queso, no había dónde elegir tampoco, tengo que abastecer mi despensa

-Huele muy bien, seguro que me encanta amor

-¿En qué pensabas? Me encanta esa sonrisa que se te pone cuando piensas algo agradable

-Estaba pensando en que no te he escuchado tocar la guitarra

-No suelo tocar delante de la gente, prefiero hacerlo cuando estoy sola

-¿Nadie te escuchó?

-Bueno, las chicas alguna vez, pero contadas ya que no suelo tocar a menudo si me escuchan

-¿Y yo no puedo escucharte?

-Vamos a cenar y me lo pienso...

Lexa se sentó en uno de los taburetes que acompañaban a la barra americana que separaba la cocina del reto de la estancia mientras Clarke depositaba ante ella un plato de macarrones y se sentaba a su lado, empezando a comer ambas en silencio.

Clarke estaba nerviosa, por mucho que trataba a su chica como si la fama no existiera para que se sintiera a gusto, no podía olvidar que estaba ante una de las mujeres más deseadas del mundo y con más talento que había conocido en su vida, se sentía pequeña y la sola idea de tocar para ella le aterrorizaba, aunque sabía que acabaría cediendo, ¿Cómo negarse a esa mirada verde y penetrante?

Una historia másWhere stories live. Discover now