Reconocimiento

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Sus labios chocaron con fuerza, sedientos, en un beso cargado de furia y anhelos, un beso que marcaba el principio de un pacto aun no escrito, la decisión de firmar su unión como una sola para siempre, pasara lo que pasara, a pesar de los baches y las curvas del camino.

La copa de vino que llevaba en las manos termino en el suelo hecha añicos a pesar de que ninguna de las dos le dio importancia, luchando furiosas por alcanzar el último rincón de la otra, con la adrenalina recorriendo sus venas como la lava de un volcán.

Clarke podía sentir la alianza que Lexa había deslizado en su dedo como señal inequívoca de un destino ya pactado y escrito, amaba a esa mujer de ojos esmeralda, de piel ambarina y cabellos castaños, sedosos y perfectos, amaba sus celos irracionales, su sangre australiana, cada detalle de ella, ya fuese una virtud o un defecto. Había aprendido a conocerla, lentamente, durante el arduo camino de su relación, a convivir con su fama, con los fotógrafos que la perseguían, con sus dudas, sus miedos de madrugada mientras Lexa aprendió a ser paciente con su alma de niña, a no enfadarse cuando Clarke se enfrascaba en algún videojuego y no le prestaba la más mínima atención, o cuando hacía pucheros por tonterías.

No había dudas, ni miedos, en ese momento no tenían cabida, solo la certeza de que no había marcha atrás y ambas deseaban dar ese salto al vacío, al futuro con un mismo apellido, a compartir legalmente su día a día, amanecer juntas, compartir la rutina, un paso más en la escalera de la vida que querían dar de la mano.

En ese momento se olvidaron de que las chicas seguramente las estaban esperando, solo existían ellas y su reciente compromiso sellado, Clarke tomó en brazos a su prometida entre risas y pataletas mientras Lexa intentaba soltarse sin conseguirlo. Besando sus labios una vez más, con ternura y cariño, Clarke entró al apartamento con una idea fija, marcar la piel de su amada como suya, para toda la eternidad. Sus pasos seguros la guiaron a la habitación donde deposito a Lexa lentamente en el suelo. En cuanto sus pies tocaron tierra, la castaña se lanzó al cuello de su novia, besándolo y mordiéndolo mientras esta, entre gemidos y el calor naciendo en sus venas, deslizaba sus manos bajo la camisa de Lexa, acariciando su piel con los ojos oscurecidos de deseo.

Sus ropas no tardaron en ser arrancadas, entre besos y mordiscos, entre caricias cada vez más traviesas, ambas sabían dónde tocar, dónde besar y acariciar para llevar a la otra al abismo, se conocían bien. Lexa tomó la mano de Clarke, besando con cariño el dedo anular donde descansaba la alianza, con una sonrisa en el rostro y los ojos llenos de felicidad, para acto seguido tumbarla sobre la cama y escalar por su cuerpo, depositando besos aquí y allá, llegando a sus labios, sellándolos con pasión y ternura mientras sentía las yemas de los dedos de Clarke deslizándose por su espalda. El contacto de sus pieles, cálido y suave agitaba su aliento y encendía sus corazones que latían desbocados, una última mirada directa, choque de colores, verde y azul, para sin necesidad de palabras volver a perderse en el cuerpo de Clarke, encendiéndola, preparándola, bajando lentamente de su cuello a sus pechos, los mismos que la volvían loca, tan dulces, suaves, perfectos... Sus dientes se cerraron alrededor de la aureola rosada de Clarke, arrancándole un grito, mientras con su mano acariciaba el otro pezón, endurecido por el deseo despierto tras sus atenciones, se entretuvo un buen rato, jugando a humedecer a su chica, antes de soltar sus pechos y seguir bajando por su vientre, plano y moldeado por el ejercicio físico, las manos de Clarke se perdieron en sus cabellos castaños, podía escucharla susurrando palabras tiernas entre gemidos, no podía soportarlo más, necesitaba sentirla por completo, su dulce sabor entre sus labios y, como si se tratara de un manjar exquisito, se lanzó a devorarla por completo, gimiendo al notar como las embestidas de su lengua provocaban que Clarke se aferrase a sus cabellos con fuerza.

Con su lengua deslizándose por cada rincón, deteniéndose y jugando en ese punto que enloquecía a la rubia, recogiendo su excitación y empapando las sábanas, sus ojos esmeralda se oscurecieron, tiñéndose de deseo, necesitaba más, necesitaba que Clarke gritase su nombre... Introducir el primer dedo fue sencillo, la rubia estaba realmente húmeda por lo que, sin apartar su lengua introdujo un segundo dedo, embistiendo lentamente al principio, con fuerza más tarde, sabiendo que llevaría a Clarke al delirio.

Una historia másWhere stories live. Discover now