14. Lara

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14. Lara

Lara despertaba por los rayos de sol que se colaban entre su cortina, la pequeña solía despertarse muy temprano por lo que rápidamente frotó sus ojos hasta acostumbrarse a la luz del día. Lara se quedó un momento mirando hacia el techo. Aquel sería un gran día o eso era lo que Maia le había explicado la noche anterior, así que ansiosa porque su día comenzara se desperezo y retiro las cobijas de su cama.

Se levantó un tanto adormilada y tomó su oso de peluche entre sus brazos al cual le sonrió ampliamente antes de dejar un rápido beso sobre su cabeza.

Sobre su cómoda había un vaso de agua que Maia siempre dejaba por si la pequeña tenia sed en la noche así que Lara lo tomó con su mano izquierda y bebió un par de sorbos.

Lentamente y aferrada a su oso de peluche camino por el pasillo hasta llegar a la habitación de su madre.

Maia dormía plácidamente en su cama por lo que Lara se detuvo un momento en el marco de la puerta a mirar a su madre, aun con su oso de peluche entre sus brazos permaneció ahí un momento debatiéndose si despertarla o no, pero finalmente se acercó hacia la cama y acerco su manito hasta la mejilla de la chica.

― Mmm ― murmuraba Maia provocando una sonrisa en Lara al notar los gestos que hacia su madre― Mmm un minuto más.

Lara aun sonriente volvió a acariciar la mejilla de su madre por lo que Maia finalmente abrió los ojos encontrándose con su pequeña frente a ella

― Madrugadora ― sonrió de inmediato frotándose los ojos y regalándole una sonrisa ― ven aquí pequeño bicho. ― decía mostrándole que podía acomodarse a su lado.

La pequeña de inmediato se acomodó cerca de su madre no sin antes colocar a su oso de peluche en medio de ambas.

― Hoy es un gran día mi amor ― susurraba mirándola ― hoy definitivamente será un gran, gran día.

La pequeña comprendiendo a lo que se refería utilizaba sus manitos para hacer referencia a la importancia que tenía aquel día para ella.

― Exacto, ahora bicho vamos a desayunar.

La mañana era perfecta, el sol brillaba en lo alto del cielo y los climas helados de enero iban desapareciendo. Lara llevaba casi dos meses en sus terapias de lenguaje y aquello sin duda había cambiado su vida para bien claro está. Ahora era capaz de comunicarse con mayor fluidez con su madre, así como con Alice y Sara quien se había convertido en una experta en lenguaje de señas en poco tiempo.

Después de un rápido desayuno y de que Lara se lavara los dientes y dejara que su madre la peinara, estaban finalmente listas, la pequeña tomo su oso de peluche y su pequeña mochila y corrió hacia la puerta del apartamento.

― Alguien está ansiosa ― sonría Maia.

La joven madre nunca había imaginado que su vida sería así, de hecho tenía otros planes como estudiar algo referente al arte o la pintura, se había imaginado junto a Marcus viajando, viviendo la típica vida de cualquier recién casado pero no, el destino tenía otros planes para la chica y la llegada de Lara a su vida había significado un giro de ciento ochenta grados para Maia quien debió adaptarse a su nueva realidad.

Sin embargo, no se arrepentía estaba eternamente agradecida de tener a su pequeña a su lado y sobre todo de poder ayudarla a cumplir todo lo que se proponía.

Su discapacidad siempre había sido un tema delicado, pero Marcus había sido muy claro con Maia, su pequeña no era menos, que nadie, tenía una forma distinta de comunicarse eso era todo, pero no podían permitir que su discapacidad fuera todo lo que la gente mirara en ella y de a poco lo iba logrando, Sara era quien más había ayudado en aquel aspecto, el notar que la chica de ojos de cielo estaba encantada con la personalidad de su hija le había dado un soplo de aire fresco a su vida.

Ojos de CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora