Capítulo XI - Cicatrices

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Megan se había pasado las noches leyendo los libros que Mike le entregaba; cada vez que le devolvía uno, él ya tenía otro libro preparado para ella.

Cada uno de ellos le había dado mucho que pensar; ¿Cómo puede alguien amar tanto? ¿Cómo puede una persona pasar casi toda la vida amando a alguien que no le corresponde? Aquello le parecía una cosa ilógica, algo típico de novela, de esas cosas que nunca pasaban en la vida real.

Se habían pasado las últimas semanas juntos, almorzaban en la mansión, o si los chicos tenían demasiado trabajo en la universidad Megan les llevaba el almuerzo a la oficina. Por las noches se quedaban juntos, la mayoría de las veces en el departamento, solo cuando Mike y Eric trabajaban hasta tarde pasaban la noche en la mansión.

Eric estaba encantado con ellos, el cambio en Megan desde que salía con Mike era impresionante, ya no era tan evasiva y se la pasaba riendo el día entero por cualquier cosa. Era tan normal como cualquier chica de su edad, solo algunas veces Eric la observaba mirar a Mike y veía cierta tristeza en sus ojos.

El reloj marcaba exactamente las nueve de la mañana cuando el móvil comenzó a sonar sobre el escritorio del despacho de la mansión. Aunque esperaba su llamada, no podía evitar ponerse ansiosa cada vez que oía los acordes de Tocata y fuga en su móvil.

Ya faltaba solo un mes para la fiesta de la universidad que organizaba anualmente Sebastian Howlett, y faltaba menos aún para que él llegara. De solo pensar que Mike y su padre se iban a conocer, un escalofrío recorría su columna vertebral.

—Hola.

—Hola Meg, ¿Cómo estás?

—Bien papá.

—¿Cómo va todo?

—Ya he organizado el bufete y las bebidas —informaba a su padre —he hablado con el decorador y el florista... Tengo que pasar por la universidad para organizar con Eric el tema de la orquesta juvenil.

—Si crees que es demasiado trabajo para ti sola puedo pedirle a mi secretaria que se encargue de algunas cosas.

—¡Claro que no! —Odiaba cuando pensaban que no era capaz de hacer las cosas por sí sola.

—Ok. Pero si necesitas algo no dudes en acercarte a la empresa y pedirle ayuda.

—No voy a necesitar ayuda.

La risa de Sebastian se escuchó a través del teléfono.

—Está bien. Cuídate Meg.

—Si papá.

—Meg.

—¿Qué?

—Te quiero.

—Adiós papá.

Pasaron un par de horas mientras Megan trabajaba en su ordenador. Tiempo después alguien llamó a la puerta.

—Adelante.

—¿Comemos? —propuso Lucas desde la puerta.

—No. —le respondió observando la hora en el portátil. —Come tú, debo ir a la universidad a organizar un par de cosas con Eric y luego debo terminar este balance para mi padre.

—Come primero, luego vas.

—No tengo tiempo, —insistió mientras cerraba la carpeta en la cual trabajaba. —ya es tarde.

—¿Quieres que te lleve entonces?

—No hace falta. Quiero salir en la motocicleta y distraerme un poco. Necesito tomarme un tiempo para calmar mi mente.

Ángel de mis demonios - T E R M I N A D AWhere stories live. Discover now