CAPÍTULO XXII - Entre la vida y la muerte

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En la mansión todo se había vuelto un caos, la policía había interceptado la llamada de Mike pero no habían podido localizar el lugar exacto de donde se encontraba Samantha. Luego de coordinar el lugar de encuentro Mike se marchó sin decir nada hacia un parque cercano a la universidad, allí envió un mensaje a Odín.

Mike    01:37
Desde aquí están a un radio de treinta minutos.
Cuento contigo para que nos encuentren,
yo trataré de ayudar a Megan.

Envió luego un mensaje con su localización y notó que un automóvil se acercaba. Samantha estacionó justo detrás de Mike y él logró ver la matrícula del auto, sin perder tiempo anotó el número de la placa en el móvil y lo tiró dentro de la guantera al ver que Samantha se acercaba.

Mike bajó del auto y Samantha le ofreció su mano, él apretó los ojos y la tomó, caminaron juntos y se sentaron en el mismo banco donde lo hacían cuando eran novios.

Un recuerdo llegó a la mente de Mike.

... Eran novios y se querían mucho, llevaban más de seis meses juntos y se sentaban siempre en aquel banco a estudiar. Ella solía leer en voz alta sus libros de medicina recostada en aquel lugar con la cabeza sobre el regazo de Mike y de vez en cuando fijaba sus ojos color aceituna en su mirada esperando que él le regalase un beso. Eran felices...

No entendía que había pasado después, con el tiempo ella fue cambiando, quizás él también cambió... No lo sabía, pero luego de un año de relación todo comenzó a ser discusiones y peleas, gritos y celos sin motivos. Hasta que ya no quedó nada de aquella chica dulce de la que se había enamorado.

—¿Qué le has hecho, Sam?

—Aún nada.

—Déjala ir. Ella no tiene la culpa de nada. Todo fue mi culpa...—su voz era triste y apagada, casi un lamento.

—Claro que sí, ella es la culpable de que no podamos estar juntos.

—Es solo una niña, Sam... Ella no es la culpable de nada.
Fui yo quien la sedujo, fui yo quien insistió en seguir juntos cuando ella tantas veces quiso terminar, te dije que la amaba aquella noche en el restaurante solo para hacerte sufrir. —Mientras se oía a sí mismo, más dolor sentía porque lo que decía era verdad.

—¿De verdad?

—Sí. Así es.

—Siempre supe que no habías dejado de quererme. —se acercó a sus labios y le dio un beso.

Él simplemente la dejó hacerlo. Aquel beso le dolía en el alma, pero necesitaba que confiara en él para encontrar a Megan.

—Salgamos de aquí, por favor.

—Sí.

—Solo quiero que me prometas algo Sam. —dijo tomándole la mano entre las suyas. —Prométeme que la dejarás marcharse.

—Está bien, te lo prometo. Ahora vayamos a acabar con el problema y larguémonos de aquí. Nos iremos lejos, a cualquier lugar donde podamos ser felices.

 Nos iremos lejos, a cualquier lugar donde podamos ser felices

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Ángel de mis demonios - T E R M I N A D AWhere stories live. Discover now