¿Quieres salir conmigo?

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- No me lo puedo creer, tío.- Protestaba Hunk mientras era arrastrado por Lance fuera de la casa.

- Pues yo prefiero irme.- Dijo Pidge, haciendo una burbuja con el chicle.

- Llevas semanas de tira y afloja con Keith y, ahora que le vas a pedir salir, ¿me lo voy a perder?

- Sí, por supuesto.- Repuso Lance, haciendo fuerza con su propio peso para sacar a Hunk de allí.

- ¿Y qué se supone que hagamos?- Dijo Pidge, quien ya había metido la consola en su mochila por si acaso.

- No es mi problema. Vosotros iros y no volváis hasta dentro de un par de horas.

- ¿Qué piensas hacer?- Bromeó Hunk, haciendo gestos sexuales con las manos.

- ¡Nada de eso! Sabes que no hemos pasado de los besos calientes...- Añadió Lance, con un poco de fastidio y un notorio sonrojo en las mejillas.

- Bueno, nos vamos.- Anunció Pidge revisando su reloj.

- Suerte, colega. A Keith le va a encantar la sorpresa.

- Eso espero.- Suspiró Lance, arreglándose la camiseta blanca de mangas azules que llevaba. Era su favorita, le daba suerte.

Lance se quedó en su habitación, nervioso como el primer día en el que se dió cuenta de sus sentimientos. Miró por la ventana con disimulo, Keith no tardaría mucho en llegar del rocódromo al que se había apuntado hacía dos semanas. Tenía la música a punto, la decoración también, se olfateó la axila y no olía mal... Bien. Ahora sólo hacía falta esperar.

Aquel sábado, Keith iba más feliz que de costumbre. Hacía mal tiempo, en la pared de roca se había resbalado un par de veces y encima tenía que acabar un trabajo de historia con Lotor, pero hacía semanas que no se sentía tan dichoso.

Le costó asimilar las palabras de Shiro. Para él era difícil entender el amor o el apoyo incondicional, así que estuvo reticente a acercarse demasiado a Lance los primeros días. El moreno era claro y directo y no tenía ningún respeto por su intimidad ni, al parecer, ningún tipo de discreción o vergüenza. Le llamaba "guapo" a cada momento y siempre aprovechaba cualquier oportunidad para hacer contacto físico con Keith. Además, estaban aquellas miradas seductoras y voz sugerente... Su insistencia y sus sentimientos compartidos hicieron que Keith cayera en sus redes y que, poco a poco, empezaran a tomarse de las manos, a recostarse en el otro, a darse algún que otro beso... Incluso un día durmieron juntos. Bueno, Lance durmió, Keith sólo trató de no morir de una taquicardia hasta que sonó el despertador.

Y aunque aún Lance le ponía sumamente nervioso y aunque aún se picaban constantemente con peleas pueriles e insultos superficiales, Keith no podía estar más satisfecho con la relación.

Se puso los auriculares y fue animado hacia casa, meneando la cabeza a ritmo de la música rock. Una gata negra, que últimamente siempre se paseaba por el jardín de la casa, se le cruzó cuando estaba a punto de cruzar la verja de la parcela, y Keith se agachó para que le oliera la mano y así poder acariciarla. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había un palo de helado pintado de dorado a un par de metros de él. Acarició a la minina y avanzó en cuclillas hasta el palo, tomándolo con la mano derecha. "Me encanta el brillo de tus ojos.", decía.

Keith se incorporó con el listón aún en la mano y se retiró los auriculares con cuidado. El corazón le empezó a latir un poco más rápido, tenía un presentimiento y el nombre de Lance bailaba tanto en sus labios como en su mente. Por otro lado, no debía hacerse ilusiones. Quizás aquel objeto no era para él y tampoco había nada en él que indicara la autoría de la obra.

Se acercó hasta la puerta de la entrada. Allí había otro palo, enganchado en diagonal sobre la madera. "Me gusta acariciar tu pelo revuelto". Lo despegó de la puerta y lo agarró en su mano derecha junto al otro. Keith lucía un favorecedor sonrojo, ahora sí que estaba seguro de que aquello era obra de Lance. Entró en la casa, la canción "Fireflies" de Owl City sonaba en el equipo de música del comedor. Caminó hasta allí, pensando que encontraría a Lance, pero sólo halló otro bastón de helado, esta vez pintado de rosa, en el que se podía leer "Adoro cuando te pones tímido".

Inefable IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora