Se escuchan las sirenas de los policías, mezclándose con las de la ambulancia que recién había llegado al lugar del trágico suceso; las personas murmuraban turbadas por la situación de las tres personas que sufrieron el crítico accidente, pero todos se preocupaban más por la pobre niña que había llevado mayor impacto.
Una pequeña hermosa de apenas diez años, yacía en el pavimento frente a un automóvil envuelto en llamas.
Inconsciente.
-¡Necesito atención aquí, y rápido! -Gritó el líder de los paramédicos agachado al lado de la niña de cabellos chocolate.
Los demás llegaron al paradero de la niña, la colocaron en una camilla especial y la trasladaron en la ambulancia dejando a los dos adultos que iban con ella en la segunda.
En la mente de la niña, nadie se percató de la mala situación que estaba presentándose en su sistema neurológico y con ello llevándola a un coma.
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De aquel fatídico día, transcurrieron solamente dos meses.
Dos meses en los que la niña de origen desconocido había estado en un profundo estado de coma, donde cada parte de su cerebro se vio afectada.
Pero el día de despertar había llegado, solo que...
-¿Quién soy? -Susurró perdida ante los médicos que la revisaban.
Uno de ellos le sonrió comprensivo.
-Tranquila pequeña, pronto sabrás todo lo que necesitarás recordar. -Le dijo con un tono dulce para calmarla.
La pequeña de diez años asintió lentamente, seguido de eso alguien irrumpió en la habitación de manera repentina. Una mujer de más de treinta años miraba jadeante a la niña, y seguido corrió a abrazarla en sollozos.
-¡Loretta! Oh... me alegra tanto que despertases al fin. -Susurraba la mujer aferrada a la joven castaña de ojos oscuros.
-¿Loretta? ¿Así me llamo? ¿Y quién es usted? -Preguntó algo extrañada por el abrazo de aquella mujer que no conocía.
Pero que al parecer, si la conocía a ella.
La mujer se separó de ella y acarició su mejilla, sonriendo entre lágrimas.- Sí, así te llamas y yo soy tu madre, Loraine Owens. Tú eres mi hija, Loretta.
Y volvió a abrazar a la niña, la cual esta vez sí correspondió al abrazo.
Pero seguía sintiendo que esa mujer era una desconocida para ella.
-¿Ya puede ir a casa, doctor? -Preguntó Loraine esta vez, mirando al aludido fijamente.
Este aclaró su garganta ante la mirada de la mujer, luego asintió con la cabeza.
-Sí, le hicimos unos exámenes y pues está fuera de peligro. -Sonrió hacia la niña, la cual mantenía esa expresión confundida en su rostro.
-Gracias, doctor. -Sonrió la mujer y miró a su hija con ternura.- debemos irnos porque nuestra casa está en otra ciudad, Lousiana va a encantarte linda.
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Lousiana, USA.
5:00pm.
-Aquí es, pronto te sentirás cómoda porque tanto tu padre y yo nos encargaremos de darte todas las memorias que perdiste. -Expresó Loraine al entrar a la casa.
Loretta tenía entre sus brazos un peluche de lobo, uno que según su madre lo tenía desde siempre.
-¿Papá está aquí? -Preguntó Loretta hacia la mayor aún sujetando su peluche.
La mujer pelinegra negó sonriente.- Está trabajando, pero muy pronto llegará y estará muy feliz de verte.
Loraine guió a su hija a la habitación que le había arreglado, con muchos juguetes y peluches dentro que captaron la atención de la inocente niña; corrió al interior de la habitación y se tiró a la cama, sonriendo ampliamente.
-¿Esta siempre ha sido mi habitación? -Preguntó con un brillo en sus ojos, uno que marcaba su inocencia y pureza.
Su madre asintió feliz dejando su bolso a un lado.
-Sí, siempre has vivido aquí, mi pequeña. -Y besó su frente de manera cariñosa.
Loretta sonrió ante el gesto y luego corrió a la ventana para observar el bello lago de Lousiana, ese lugar era muy bonito.
Vivir allí, sería toda una maravilla o eso pensaba.
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