Capítulo 1

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Cuando era niño, me sentía solo, o al menos eso es lo que recuerdo. Mis padres, que eran tan atentos y amables con mi hermana, eran completamente indiferentes a mí. Cada vez que ella recibía atención de mis padres, cada vez que hablaba con sus amigas, cada vez que era feliz, me hacía sentir lo miserable que era. 

Yo solo quería que mis padres me notaran, quería que sonrieran para mí, quería poder sentirme amado. Pero la realidad no era esa. 

Mis padres no sabían que existía y mi hermana, la reina de la manipulación, conseguía toda la atención. La escuela no era la excepción, tenía amigas y era feliz, al contrario de mí, quien siempre estaba solo.

Supongo que la situación me sobrepasó en ese momento. Fue ahí cuando, en un intento desesperado de atención, mi actitud cambió a la de un chico problemático. Contestaba a los profesores y molestaba a mis compañeros, era violento y tenía muy mal humor. También molestaba a mi hermana en reiteradas ocasiones hasta hacerla llorar. Ese era uno de mis mayores placeres.

Aun cuando mi actitud cambió, mis padres no me prestaron atención, es más, no tenían ni idea de lo que sucedía a pesar de las constantes acotaciones de los maestros sobre mí. 

Ese fue un momento de mi vida que quisiera olvidar la verdad, pero sigue en mi memoria solamente por algo que me hizo cambiar de parecer, o más bien alguien.

El día en que todo cambió sucedió una tarde de domingo en la que parecía perfecta para pasear en el parque. Mi hermana, fija en la idea de salir, le insistió a mis padres de ir al parque, a lo cual ellos dijeron que si, siempre y cuando yo la acompañara. 

Mi irritación no podía aumentar más, hasta que comenzó a jugar a su tonto juego de muñecas en una caja de arena. No quería estar con ella, no quería verla, no quería oírla y ella se enfocaba en hacerse notar. 

Me paré de la banca, me puse en frente de ella y tomé su muñeca. Antes de que pudiera saber que estaba haciendo, arranqué la cabeza de su tan amado juguete y tironee su cabello hasta hacerla llorar. 

Ahora me siento realmente mal por lo que le hice, pero en ese entonces lo único que sentí fue una gran satisfacción. Bueno, continuando con la historia...

Estaba escondido en los arbustos, suplicando para que no me encontraran. El llanto desenfrenado y escandaloso de mi hermana había llamado la atención de más de una persona, y no quería recibir regaños o preguntas de personas que ni siquiera conocía.

De entre todas las personas, él estaba ahí. En ese momento fue extraño notar solamente su presencia, pero no podía apartar mi mirada de él. 

Se acercó a mi llorona hermana y con sus manos arregló la muñeca dejándola como nueva. Me sentí en parte aliviado por el hecho de callar a mi hermana, pero por otro lado me sentí sumamente irritado. "¿Quién se cree que es?" fue lo que pensé.

Después de aquella escena, di una vuelta por el parque para buscar un lugar tranquilo, hasta hallar un gran árbol que parecía completamente deshabitado. Me recosté en la corteza y disfruté de la brisa que corría suavemente sumiendo el parque en una atmósfera de paz. Mis ojos no estaban completamente cerrados cuando una voz interrumpió mi serena calma.

-¿Eres Nathaniel verdad? - dijo la voz que parecía encontrarse delante de mí.

-Si ¿y qué? - respondí sin abrir mis ojos.

-¿Por qué molestas así a tu hermana? - dijo la voz que parecía la más molesta del mundo.

-¿Y a ti qué te importa? - respondí algo molesto mientras fruncía el ceño. Lo único que me faltaba, otro defensor de mi hermana.

-Eres extraño - dijo mientras se sentaba a mi lado. 

-¿Quién te dijo que puedes sentarte aquí? - dije frunciendo aún más el ceño.

-Nadie, no necesito tu aprobación. El parque es de todos - respondió, y por el tono de su voz, orgulloso de su respuesta.

-¡Tsk! Mejor me voy. No quiero perder más el tiempo - dije parándome de allí.

-¿Por qué estás tan enojado? - preguntó. Abrí mis ojos para irme pero mi mirada se posó en seguida en él, quien era el chico que había ayudado a mi hermana. Al notarlo, rodee mis ojos.

-¿Te importa? - respondí con otra pregunta. Al parecer en ese momento era muy genial responder una pregunta con otra pregunta, ya que siempre que quería ignorar a alguien lo hacía.

-La verdad es que tengo curiosidad. Después de todo eres el chico más inteligente del salón, aunque también el más problemático- dijo. Espera, ¿cómo sabe todo eso?

-¿Nos conocemos de algo? - dije mirando con extrañeza hacia él, como si fuera un bicho raro.

-Si, ¿realmente no sabes quién soy yo? - dijo parándose del césped mientras intentaba parecer genial.

-¿No? Por algo te estoy preguntando - respondí, otra vez rodeando mis ojos.

-¡Somos compañeros de clase! ¿de verdad no te acuerdas de mí? - respondió esperando una respuesta.

-No me interesan mis compañeros de clase - reconocí - solo sé que mi hermana también va a mi clase.

-Realmente no te importa nadie ¿eh? - estaba a punto de irme cuando lanzó otra frase - ¿y qué hay de tus padres?

-¡¿Por qué no me dejas en paz?! - Respondí enfurecido. 

Estaba claro que el tema de mis padres era para mí algo muy delicado. No quería hablar de eso con nadie, menos con un chico al que "acababa de conocer".

-Entonces ellos si te importan - dedujo - bueno, ya me cansé de esto. Seré directo, realmente tengo curiosidad por que creo que tu actitud es desesperada.

-¿Disculpa? - en cuanto escuché eso la ira me invadió por completo. No iba a dejar que un niño de mi edad me insultara - ¡esta vez ya fue suficiente, me hartaste!

Me lancé sin pensarlo hacia él, quien parecía disfrutar mucho la pequeña pelea que estábamos teniendo. Antes de darnos cuenta, ambos nos encontrábamos llenos de heridas y cicatrices.

Por un momento, nuestras miradas se encontraron y sin explicarlo comenzamos a reír. De alguna forma me sentí completamente aliviado, como si por fin el gran peso que llevaba se hubiera esfumado.

Desde ese día nos hicimos amigos.

Te quiero... ¡Te odio! Te amoWhere stories live. Discover now