Capítulo 23

523 49 0
                                    

POV Nathaniel

Las palabras de Castiel resonaron en mi mente. Me sentía humillado, de todas las personas que no quería que se enteraran, él era la principal. El solo pensar que me tuviera lástima me repugnaba, es por eso que jamás planeé decírselo, aunque ahora ya es tarde y se enteró de todo.

Sucrette pareció comprender que necesitábamos tener una conversación a solas, por lo que salió de la habitación sin decir nada. El silencio reinó en el aula, Castiel intentaba hacer que nuestros ojos se encontraran, sin embargo yo evitaba a cualquier precio mirarlo. Tenía mucho miedo de su reacción, no quería que me viera como alguien débil y si notaba una mirada de lástima no sabría que hacer.

-Escucha...yo - la voz de Castiel titubeó. La situación era bastante incómoda después de todo lo que había pasado.

-No necesitas hacer esto. - intenté mostrarme fuerte, como si fuera indiferente a él, aunque en la realidad estaba asustado.

-¿A qué te refieres? - levantó una ceja en señal de confusión. Yo solo me limité a bajar la mirada.

-No necesitas ayudarme. No sé la razón por la que quieres hacerlo, pero no necesito tu ayuda, sabré salir solo de este problema. 

-No te estoy preguntando, te ayudaré quieras o no. - sonrió, no pude evitar esbozar una sonrisa también.

-Tú nunca cambias ¿eh? - su comentario me hizo olvidar un poco mis preocupaciones. No había cambiado, seguía siendo el mismo y eso alivió mi corazón.

-Está bien, es hora de pasar al "plan de ataque" - solté una pequeña carcajada. De alguna forma se sentía nostálgico escucharlo hablar así, como si hubiera pasado mucho tiempo desde que hablábamos de esa forma. 

-¿Cuál es tu famoso "plan"? - esta vez no me contuve de mirarlo, parecía estar igual de feliz que yo.  

-No será fácil para ti, pero si funciona serás libre. - "libre" esa palabra tenía un gran peso para mí. Me sentía algo confundido, no quería seguir con esta situación con mi padre, de eso estaba seguro, el problema era ¿qué haría luego de conseguir mi libertad? Alguien como yo que estuvo toda su vida siendo controlado, no sabía como vivir mi vida, ¿qué me gustaba? ¿qué quería hacer en mis tiempos libres? ¿cuál es mi verdadera personalidad? Me preguntaba esas cosas sin tener claras mis respuestas. Castiel notó que algo no estaba bien, tocó mi hombro en señal de apoyo, algo que me sorprendió.

-Lo siento, soy un estúpido. Ahora lo más importante es concentrarme en como salir de esto. - puse la mano en mi cara cubriendo mis ojos.

-Tienes razón...eres un idiota - rió burlonamente. Aparté mi mano del rostro y le lancé una mirada de irritación. Después de mirarnos fijamente por un rato, ambos reímos.

-Bueno, es suficiente de bromas. Te diré la única solución que encuentro. - guardó silencio por un momento. Yo lo miraba de forma expectante. - Emancipación. 

El silencio volvió. Al principio creí que era una idea absurda ¿Cómo conseguiría convencer a mis padres? Castiel notó que tenía serias dudas sobre su idea.

-Sé lo que piensas. Es mucho más fácil de lo que crees, solo tienes que hacer uso de tu "maltrato" para conseguir lo que sea de tus padres. Creo que no serían tan estúpidos para oponerse luego de tener a los servicios sociales encima, sobre todo tu padre.

-...Tienes razón, pero... no sé si estoy preparado para hacerle una amenaza. - bajé la cabeza, no quería admitir mis temores en frente de Castiel, sin embargo salían a la luz inevitablemente.

-Te lo dije, no será fácil. Aun así es la única solución que veo para tu problema, sin que tu padre vaya a la cárcel. - era cierto, si recurría a otra solución, mi padre iría a la cárcel y mi familia estaría destrozada por mi culpa. Eso jamás lo permitiría. 

-Lo haré, es la única solución a este problema. - ya no dudaría, saldría de esto sin tener que destrozar a mi familia. 

Después de esa conversación, no pude darle las gracias, se fue antes de tener la oportunidad. Ese día, fui a la casa de mis padres y les dije lo que estaba por hacer, ambos quedaron estupefactos, no podían creer que yo hiciera algo contra su voluntad. Creí que con palabras podría convencerlos, mi madre estuvo dispuesta a aceptar ya que no le importaba mucho, sin embargo mi padre se negó rotundamente. No tuve más opción que amenazarlo, en cuanto escuchó la palabra "denunciar" se mostró más accesible y logré hacer que aceptara. 

Una semana demoró todo, desde lograr que mis padres aceptaran firmar en el juzgado hasta lograr instalarme en mi nuevo "hogar". Ahora esa palabra tenía un peso, ya no era algo ilusorio, puede que viviera solo, pero el hecho de sentir que podía sonreír cuando llegaba al apartamento, hacía que sintiera que de verdad era mi lugar.

Cambié todo de mi, desde mi ropa a mi personalidad, ya no tenía miedo a nada. Cualquier cosa era posible para mí, o al menos eso era lo que sentía. No me dejaría pasar a llevar nunca más, sería quien quiero ser y no algo que los demás esperan que sea. Con esa mentalidad volví al instituto.

En cuanto aparecí por la entrada del establecimiento, Rosalya me llevó a rastras a donde se encontraba Sucrette. Es cierto que le debía una disculpa, sabía que no la había tratado como se merecía. 

Cuando me encontré con ella, pude disculparme sinceramente y ella me perdonó. Eso me alivió un poco, pero había algo todavía que me inquietaba. Desde que logré tener mi emancipación no podía sacar de mi cabeza a Castiel, él me había ayudado y yo no le había dado siquiera las gracias. Aunque me odiara yo estaría agradecido siempre de lo que había hecho por mi y no cambiaría nunca de parecer. 

Sabía que él odiaba este tipo de cosas, sin embargo no podía evitarlo. Cada vez que lo veía me sentía algo contrariado y avergonzado, quería agradecerle y decirle que gracias a él era libre, aunque nunca se daba la oportunidad. Necesitaba agradecerle de alguna forma, y si no era con palabras sería con actos.

Si podía hacer algo para ayudarlo, lo haría, aun si no lo pedía. No importaba lo que pensara, él siempre fue, es y será la persona que me ayudó a obtener la libertad y hacer que pudiera sonreír de corazón. Pasara lo que pasara, jamás olvidaré lo que hizo por mi.  


Te quiero... ¡Te odio! Te amoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant