ᴠᴇɪɴᴛɪɴᴜᴇᴠᴇ

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—No...  —Ella muerde la comisura de sus labios, clavando sus ojos ámbar en mi rostro después de que respondiese.

Ese era un asunto que me había costado comprender desde el día de la pelea hasta hoy. Ellos se lanzan gestos lascivos en cada cruce de miradas, o a veces ni se miran.

Constante a ello, está la manera en la que Jeon demuestra sus sentimientos. Se refiere a Kim como si fuese un rival, un soldado del bando contrario; es  diligente y protector.

Busca marcarme, y ahora creo que entendía un poco del porqué de su actitud impulsiva, he deducido.

—¿Quieres saberlo? —Pregunta. Sus palabras me roban un respingo y las manos se me han congelado.

Más no puedo evitar soltar una bocanada de aire cuando asiento y ella me mira interrogante como queriendo decir; ¿Estás segura?

Probablemente me arrepienta, pero... ¡Al demonio!

—Por favor, cuéntame lo que sepas.

—Verás... —Sus dedos juegan entre sí luego de haber palmeado un sitio a su derecha, en la cama. Tomo asiento—. Bien, como te dec–

Sin embargo, antes de que pudiese decir alguna otra palabra la puerta se abre de manera brusca, luego esta choca en la pared.

La cara avejentada de uno de los tutores nos examina de pies a cabeza. Luego ensancha los ojos y golpea la cara frontal de la puerta con la palma de su mano derecha.

—¿Ya se han despertado? —sonríe y sus ojos desaparecen—. ¡A la cafetería, venga! Tenemos mucho que hacer de acuerdo al itinerario. ¡Kim, acompáñeme!

Hyejin me murmura una disculpa y camina soltando una groceria con cada paso. Ella cierra la puerta una vez sale de la cabaña.

Me he quedado sola, y eso me producía ansiedad.

Me encierro en el cuarto de baño, quitándome la húmeda ropa por sobre la cabeza; mi cuerpo siente una hilera de aire frío que me causa estornudos.

Luego, escucho pasos en la habitación, paro en seco y paso saliva.

—¿_____, estás aquí? —la voz de Min Yoongi hace que mi cabeza salga de un transe, entonces toca la puerta débilmente.

—Sí, estoy aquí. —respondo y escucho un respingo agitado.

—Vale, quizás te va a parecer descabellado, pero Jeon me mandó a ver como estabas... —su sombra impertinente se cuela por sobre la hendidura de la puerta. Luego, lo escucho tronar los dedos.

—Puedes retirarte—La duela de madera cruje cuando comienzo a dar toques con los talones—. Estoy bien.

Lavo mi cara, después me coloco la ropa. Me bañaré cuando no corra el riesgo de que mis pulmones se contraigan de hipotermia.

—Bueno, me pagó. Así que, siento decirte que no me iré hasta ver como te encuentras.—lo escucho golpetear la puerta de nuevo probablemente con la punta de sus dedos.

Eso hacía denotar su impaciencia.

—YoonGi, vete—impongo, esta vez abriendo la puerta. Me incomodaba tenerlo pisándome los talones.

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