ᴄᴜᴀʀᴇɴᴛᴀ ʏ ᴛʀᴇs.

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—No esperaba tu visita.

No era para tanto. Pero me gustaba saber que al menos no me mantiene presente en algún rincón de su cerebro.

—La otra vez, dejé mi billetera aquí. Agradecería que—
Antes de nada, me ha callado. Planta la palma de su mano a escasos centímetros de mi rostro.
¿Y él, qué mierda se creía?

Alejé su mano.

—¡Eh, calma, boxeadora! No me interesa tu vida privada— Hyun, maldito prepotente—, mi hermano no está aquí.

Me lo imaginaba.

—¿Dónde está? —él eleva los hombros.

¡Jungkook no estaba aquí! Me permitiré celebrar luego, o quizás ahora un poco. ¡Yei!

Eso hacía las cosas aún más sencillas. Sonreí, era un punto de mi lado. Jeon JungHyun parecía extrañado. Ha torcido la boca en una mueca horripilante.

—¿Puedes buscar por mi? —. Indago, mirando hacia otra dirección. Oh, una begonia.

Él se aleja un par de pasos.

—¿Qué? ¡No! —. Niega, agitando sus manos en el aire—. Hazlo tú.

—Yo no invadiré su privacidad—. Me excuso. Aquello es gracias a una pequeña parte de mi subconsciente: sabía que no debía pisar más allá del umbral de la puerta.

—¿Y qué te hace pensar que lo haré yo?

—¡Eres su hermano!

—¡Erratas!— Su mano a aterrizado en la perilla de la puerta—. ¿Quién sabe? Podría esconder cosas extrañas en esas cuatro paredes.

¿Verdaderamente Jungkook escondería algo?, es curioso, no es como si ocultara el cuerpo de su perro difunto o el cabello de alguna de sus exnovias, espera, ¿qué–?

—¡No entraré a su cuarto!

De nuevo, alza los hombros; —Lástima, le diré que viniste.

—¡Junghyun! —cuestioné. Él buscaba cerrar la puerta en el primer descuido.

—¡No grites, idiota!

—Por favor...

Junto las manos y el pelinegro encara mis acciones, su mano se asienta en el marco de la puerta; sé que le desagrada mi presencia. Pero necesitaba mi jodida chaqueta y la billetera, el carnet es importante.
Haré un último movimiento.

—Ve y busca tú, es tu bolsito—Planta firme, sus brazos se cruzan y su mirada es reprochable, como si regañara a un niño.

Apenas me había percatado, ¿bolsito?

Ha tirado de mi muñeca, dejándome entre la alfombra de entrada y la mesa de descanso.

—¡No quiero problemas, Hyun!

—Ahora los tienes.

Fue tan tétrico. Hyun camina hacia el sofá, dándome la espalda y movimiento libre por su casa. Tomé una bocanada bestial de aire, siento que mis pulmones se encogen cuando respiro.

Y entonces, subí las gradas.

Su habitación continúa ilesa desde la última vez. Mierda, podía deplorar mi pulso agitado.

Comencé por acercarme a la mesa de noche a la par de la cama. Las manos me tiemblan cuando manipulo los cajones: no había nada.

Venga, pasé a examinar el armario, encontrándome con esa bonita camisa hawaiana, ahora estaba planchada. Me invadió la nostalgia. Pero en realidad, mi respiración parecía más calmada.

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