Cap. 17: Entre hermandad

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¡PLIS QUÉDENSE HASTA LA NOTA DE AL FINAL!

¡PLIS QUÉDENSE HASTA LA NOTA DE AL FINAL!

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Esto era una tortura

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Esto era una tortura. Sin el acceso a las canchas, mi vida escolar se estaba convirtiendo en la insoportable rutina que fue antes de unirme al equipo de basquetbol. El ejercicio me ayudaba a relajarme diariamente y ahora, que tenía prohibido hacerlo hasta recupérame de la herida de mi hombro, andaba simplemente sensible y sin ganas de hacer absolutamente nada.

Y eso no era lo peor, lo peor era que si no podía asistir a las practicas no me enteraría de las nuevas estrategias de juego que irían para este sábado a la estatales; a las cuales tampoco podría ir, mucho menos animar, gracias al castigo que me gané tras no hacer caso y mentirles a mis padres, yendo al último partido de selección la semana pasada.

En serio, esto se me hacía una pesadilla, la peor semana de todas.

Ese día no fue la excepción: era un jueves, primera hora, gimnasia; en vez de estar en cancha practicando, me encontraba en las gradas, usando toda mi fuerza de voluntad para no bajar y unirme a mi equipo. Quería irme ya, pero tenía el deber de quedarme hasta que el profesor —mi entrenador— pitara su silbato para retirarnos.

¿Había de otra? Desafortunadamente no.

Suspiré de cansancio, el día estaba pasando demasiado lento y ya no encontraba a donde mirar para distraerme del juego. Los chicos daban lo mejor de sí, enfrentándose los unos a los otros, yendo muy enserio, como si ya estuvieran en el partido real. Las menores fallas estaban en los que entraron ese año, pero poco a poco, con ayuda de los veteranos de último curso, como el primo de Claus, Wilfred Jeanes, lograban avanzar con seguridad.

Desde mi lugar, apenas podía oír lo que se decían y autocorregirme para la próxima que estuviera activo. Muchos me decían que eso no me hacía falta, que jugaba de lo mejor, pero nunca se aprende demasiado, es lo que siempre me decía mi madre cuando me aburría de nada estudiando cuando era un niño.

Vaya, eso me hacía sentir viejo.

—¡Claus, pásala! —gritaron, reconocí la voz de George.

En efecto, estaban haciendo una de sus grandiosas jugadas de esquive con los contrarios, distrayéndolos del verdadero objetivo por un breve tiempo antes de volver a pasarla al que era el más débil del equipo, Fernán, quien, con su muy buena puntería encestaría. Increíblemente nunca fallaba.

Distancia al mundo ✔️Where stories live. Discover now