Cap. 20: My immortal

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Luego de dejar que la dueña de Duke nos consintiera con unos dulces y se despidiera, Félix insistió en ganar el tiempo perdido y rebobinar en donde dejamos nuestro tour

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Luego de dejar que la dueña de Duke nos consintiera con unos dulces y se despidiera, Félix insistió en ganar el tiempo perdido y rebobinar en donde dejamos nuestro tour. Terminó por convencerme en recorrer lo que nos restaba del Rodeo Drive, aprovechando que ya habíamos venido no me dejó negarme. Parecía una cámara de seguridad moviendo mis ojos a todas partes por si volvía a ver a esa mujer, pero por suerte nunca más se apareció.

No hubo la misma suerte para cuando regresamos. Faltaban veinte para las seis de la tarde, mucho más allá de las tres de la tarde, que es cuando nos advirtieron que teníamos de estar de vuelta. No se imaginan el susto que nos dio, cuando nos dimos cuenta de que ya el atardecer se encaramaba en el cielo y Félix tenía más de quince llamadas perdidas de su abuela.

Tuvimos que apresurarnos y llamar a Esther para que nos recogiera desde donde estábamos para poder llegar lo más pronto posible. Félix hizo un estallido de disculpas a la asistente en cuanto nos montamos, estaba totalmente avergonzado con ella, quien nos había esperado desde las tres en el mismo lugar donde nos había dejado en primer lugar.

Pero lo peor no fue hasta que pusimos pie en casa de la señora Ericsson y ella regañó a su nieto por nuestro retardo. Luego de explicarle con calma lo que pasó lo perdonó compresivamente y miró a Félix con mucha curiosidad, soltando un comentario que casi me ahoga de la risa:

—¿Por qué hueles a perro mojado, Fel?

El rulos si antes estaba rojo ahora se había puesto el doble y solo deseaba que la tierra lo tragara. Era cierto que se había comido ese pequeño detalle cuando contó la historia.

—A Duke no les gustó mi olor a dulces donas y me bañó con su saliva y charco del parque... —confesó resignado, desviando la mirada y su cuerpo a las escaleras—. Hablando de eso... Si no les importa, iré a atender ese asunto ahora...

Se fue sin mirar de nuevo. Pobrecito, él solo quería dar un tour divertido y la peor parte se la llevó él sin desearlo. Me daba pena y al mismo tiempo un poco de risa.

—Pareces divertiste.

Espabilé de regreso, la señora Ericsson me miraba atentamente con media sonrisita, al haberme atrapado viendo el lugar por donde se había ido su nieto minuto atrás.

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