10. Roel

22.7K 5.4K 2.2K
                                    

Una falla no tan invisible

—Creo que soy un inoportuno después de todo —reconozco en voz alta.

El hombre que está abrazado a la vecina, se separa de ella y enarca una ceja para mí. Luego, mira a la chica, cuyos ojos están enrojecidos, y termina hablando con una voz que casi me hace cagar encima:

—¿Y este quién es?

Hay una curiosidad dura ahí. Kenna se limpia el rostro con el dorso de ambas manos y ríe.

Esa risa, por favor… La grabaría y me la pondría de alarma.

—No me vengas con los celos paternales ahora, papá —dice antes de suspirar con pesadez hacia mí. Creo que la exaspero un poco—. Este es el chico que me dio el corazón de plástico.

—¿Debería preocuparme? —indaga el hombre, intercalando la mirada entre ambos.

—Totalmente —respondo mientras ella contesta un «para nada»—. Los corazones plásticos equivalen a un ramo de flores en el hospital, y ni hablar si consigo uno de verdad en la morgue. Eso es una propuesta de matrimonio.

Le tiendo una mano al sujeto y vacila antes de estrecharla.

—Soy Roel, tu futuro yerno.

—Soy Ben Hamilton —responde mirando a Kenna y probablemente preguntándose de dónde ha salido este guapo loco, o sea yo—. Tu no-futuro suegro.

—Creo que tendré que ganármelo de a poco, señor. Tal cual como pasó con su hija.

—No me ganaste. Ni siquiera me agradas. —Rueda los ojos la susodicha.

—Eso es bastante obvio. —Su padre ríe con el rechazo de su descendencia hacia mí—. Creo que dejaré que la sigas conquistando, cosa que nunca sucederá en realidad, mientras chequeo a mi esposa.

Deposita un beso en la frente de la morena, le susurra algo y se va.

—¿Cuál es tu problema, amigo? —indaga ella en cuanto la puerta corrediza se cierra.

—Sensei —corrijo dando un salto y sentándome a los pies de la camilla.

—¿Disculpa?

—De ahora en más, me llamarás Sensei.

Uso mis brazos como escudo en cuanto alcanza el corazón plástico y me lo lanza con la fuerza de Schwarzenegger.

—Váyase al quinto trasero del diablo, Sensei —escupe—. No necesito que me des órganos de plástico a modo de coqueteo. No me gustas, así que detente.

—¡Tranquilízate, Kenna! —chillo—. No te di esto a modo de coqueteo —aseguro—. Bueno, tal vez en parte, pero ese no es el punto.

—Si no fue coqueteo, fue burla —ataca—. Y no quiero creer que alguien que sabe lo que es tener un familiar enfermo va por ahí burlándose de la enfermedad de los demás —dice refiriéndose a Peter.

Le sonrío.

—Tienes un buen concepto de mí, ¿verdad?—observo, y vuelvo a hablar en cuanto noto que ella quiere seguir con una canción de insultos—. Notaste cuánto me preocupo y aprecio a mi hermano con solo dos minutos de verme a su alrededor. Sabes que no te di el corazón de plástico como burla o coqueteo, sino como algo más, pero lo niegas para hacerme creer que no me quieres cerca. Pero lo haces, ¿no? —Presiono emocionado.

A veces puedes leer los sentimientos de una persona con solo ver sus ojos. Las miradas son un nuevo formato de libro.

—¿Por qué te querría cerca de mí? No te conozco.

—Exactamente por eso. —Balanceo los pies al borde de la cama—. Yo miro a Peter, no al cáncer. Los que te rodean miran al corazón fallando antes que a la chica, mientras que yo veo a la chica antes que al corazón fallando. No te trato como los demás lo hacen. Y estás tan acostumbrada a que vean primero la falla, que la idea de que alguien te vea a ti te pone incómoda. Yo te pongo incómoda.

Y así es como dejas a alguien sin palabras.

Le sonrío porque si llego a guiñarle un ojo, es probable que me clave su intravenosa cuando le dé la espalda.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora