32. Kenna

16.9K 4.5K 1K
                                    

De conejo he dicho

—¡Hey! —chillo cuando un niño tira de mi cabello.

Esta fue una pésima idea. No es para nada divertido.

—Gregory, compórtate con nuestra invitada —reprocha Roel, y el pequeño da un paso atrás de forma automática, con las mejillas sonrojadas—. Lo siento. Estaba acostumbrado a hacérselo a Peter antes de que se quedara calvo. Solía quedarse con mechones de su pelo en la mano. Solo está sorprendido por tu resistencia capilar.

Dios y la Virgen, tengo que salir de aquí...

—¿Por qué traes a tu hermano para que sea torturado aquí? —Me cubro el rostro cuando un auto de juguete sale volando en mi dirección.

—No es para que sufra. —Se sienta a mi lado en el piso y medita las palabras que ha dicho por un momento—. De acuerdo, tal vez un poco, pero mayormente lo traigo aquí por los consejos gratis.

—¿Consejos? ¿De niños salvajes?

Sonríe antes de llevarse dos dedos a la boca y silbar para llamar la atención de los demonios.

—¡Jonda, niños! —pide animado, y luego se vuelve para susurrarme algo al ver mi confusión—. Recuerda que no les sale la R.

Pronto tenemos a más de una docena de infantes que crea un círculo a nuestro alrededor. Me siento dentro de una celda que en lugar de electrocutarte, te tira del cabello si te acercas demasiado. Los murmullos se apagan y los niños esperan ansiosos por las siguientes palabras de Roel.

Parecen venerarlo.  De seguro los soborna con dulces para que lo hagan.

—Esta en mi novia, Kenna —me presenta y lo golpeo la rodilla para que se corrija, pero no lo hace—. Necesita un nuevo corazón porque el suyo no funciona bien.

¿De verdad le está contando esto a niños de tres a seis años? ¿No hay nadie que los supervise y que nos eche a patadas de aquí? ¿Es normal tener miedo cuando tantos pares de pequeños ojos te miran?

Odio a Roel.

Odio a Roel.

Odio a...

—¿Le harás una despedida a tu viejo corazón? —pregunta una niña de coletas—. ¿Habrá pastel en su honor? —Muchos niños gritan y asienten, concordando en que el pastel no puede faltar—. Mi abuela dice que hay que agradecerle a las cosas por lo feliz que nos hicieron antes de deshacernos de ellas.  También a las personas antes de que se marchen. Yo le hice una despedida a mi saco de dormir de Frozen, y también a mi loro Pikka cuando lo mató el ventilador del techo..

No respondo, abro la boca con esa intención pero nada sale de ella.

Pobre Pikka.

—Si tienes miedo puedes pedirle a tu papá que te cuente una historia —salta un niño pelirrojo, subiéndose las gafas por el puente de la nariz—. A mí me gustan las de piratas, pero de los buenos, esos que no te hacen caminar por la plancha.

Varios infantes asienten como si fueran una junta ejecutiva y la idea del cabeza de calabaza hubiera sido aprobada.

Miro a Roel porque no sé qué hacer. Él se lleva el índice a los labios para indicarme que no hable, y luego hace un ademán a su oreja, pidiéndome que escuche.

—Un día me encontré dos monedas en el piso —dice Gregory—, pero nunca me encontré un corazón. Creo que pocos se lo encuentran. ¡Tú tienes suerte si estás aquí, porque lo encontrarás, ¿verdad?!

Odio a Roel.

Lo odio porque entiendo por qué quiso traerme aquí.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora