50. Roel

16.2K 4.1K 538
                                    

En el hipotético caso de...

—Alguien más joven que yo podría tenerlo, alguien que vivió poco y tiene menos experiencias que atesorar. Alguien que no llegó a disfrutar plenamente la vida aún. Imagina a un niño de siete años que apenas está aprendiendo cómo funciona el mundo.

—¿Y si hablamos de alguien mayor?

—Puede que tenga hijos. ¿Le quitarías su mamá o su papá a esos niños?

—¿Y si tiene tu misma edad?

—Tiene, al igual que yo, mucho que vivir. También lo merece.

Cuando pregunto algo doy un paso para acercarme, y entonces ella da uno hacia atrás. Cuando contesta es su turno de avanzar y el mío de retroceder. Es un baile no planeado en la azotea de un hospital para quemar las calorías de todo el pastel de comimos.

No hay otro lugar donde me gustaría estar.

—Todos tienen más que vivir y todos tienen a alguien, incluso cuando no creen que es así. Un primo, un tío, un hermano, un vecino, un hijo —ejemplifico—. Todos lo merecen si vamos al punto, pero no todos serían capaces de rechazarlo. Prácticamente nadie lo haría, pero tú sí pareces ser capaz de renunciar a la oportunidad de vivir por alguien más. Eso tiene un grado de bondad infinita, Kenna.

No asiente, solo me mira. No lo toma como un cumplido tal cual yo lo haría: reconociéndolo. Se encoge de hombros como si los buenos actos no fueran la gran cosa en un mundo carente de ellos, pero en el fondo sé que comprende la magnitud de sus acciones.

—¿Por qué más? —cuestiono.

—Es extraño pensar que un corazón de otro estará dentro de ti.

—Las personas mueren todos los días y es horrible, pero ¿no es hermoso que también sean capaces de dar una segunda oportunidad a los que continúan aquí?

—Lo es, pero somos una lista de espera interminable y siempre...

—Siempre pones a los otros primero, aunque no los conozcas. —Eso está claro—. Pero... ¿Jamás se te ocurrió que otros pueden querer ponerte a ti primero también? Tú lo mereces tanto como el resto, y como señalas, hablamos de una lista interminable.

—Lo sé.

—¿Y entonces?

—También debo añadir que tengo miedo —confiesa mientras juega con sus manos al avanzar. Esto se siente como una partida de ajedrez humano—. Por un momento tendré el pecho vacío, Roel. No tendré corazón. Todo puede salir mal en esos segundo en que sacan el dañado y ponen el nuevo, incluso puede ir mal antes o después.

—Todos tenemos miedo.

—Saber que lo tenemos en conjunto no nos quita el propio ni lo alivia.

—¿Qué más? —presiono.

—Esto podría traer esperanza tan rápido como podría arrebatarla.

Sé que se preocupa por su familia.

—¿No piensas en lo feliz que serían cuando esa esperanza se transforme en un hecho?

—Sí, pero también pienso que la vida de mis padres podría cambiar para peor si eso no ocurre.

—El que no arriesga no gana.

—El que arriesga puede perder.

Sonreímos tal espejo y su reflejo. Amo nuestra química y la convicción con que defiende lo que piensa. Me encanta cuando no concordamos y también cuando lo hacemos, tanto como me gusta este baile improvisado.

—¿Ya saciaste tu curiosidad sobre todos los motivos por lo que no quiero un corazón y sigo en la espera de que el mío vuelva por milagro a funcionar?

Hago desaparecer los pasos que nos separan.

—Sí, pero tengo una última pregunta. En realidad, dos.

—Dispara.

Sé que lo que está a punto de salir de mis labios impactará en ella si permite que las palabras se asienten profundo en sus pensamientos. No podrá debatir acerca de esto a diferencia de todo lo que ya hablamos.

—¿Estás viva o muerta?

—Viva —responde con simpleza.

—¿Y a qué nos aferramos los vivos, Kenna?

Jaque mate.

—Exacto —digo lo que ella piensa pero no dice—, nos aferramos a la esperanza.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora