24. Roel

17.5K 4.5K 501
                                    

Enviando en mi lugar

—¿Dónde está Kenna? —pregunta Peter, intentando subirse a la cama.

Me acerco y lo tomo de un brazo para ayudarlo.

—Llorando en el baño —respondo mientras que con mi mano libre aparto las sábanas.

La cabeza de mi hermano gira tan rápido que me sorprende que no deba llamar a un doctor para que le reacomode los huesos del cuello.

—¿Y qué rayos haces aquí conmigo? —espeta incrédulo—. Ya suficiente sufrió esa chica besándote, ahora por lo menos ve a consolarla —insiste—. Aunque no seas bueno en eso tampoco.

Le sonrío un poco y, hasta que no está sentando, no le respondo. Subo las mantas hasta su cintura y acomodo sus almohadas. Tuve que robar dos del cuarto de la señora Spellman la semana pasada.

Nunca se tiene suficientes almohadas.

—Primero que nada —comienzo—, muchas gracias por las cálidas palabras de ánimo y afecto. En segundo lugar, no dejé a Kenna sola.

Sus ojos cafés destellan con perspicacia y todos sus músculos se relajan. Sus facciones se suavizan y apoyo mi mano en su hombro. Él rememora lo que tuvo que pasar tantas veces: también lloró con fuerza en el baño, y cada vez que pasaba no era yo quien entraba a consolarlo.

Sé en qué momento alguien necesita de su mamá.

—No apestas tanto después de todo —susurra.

—Me ducho día por medio, no apesto en absoluto. Y cuando no me ducho, uso perfume.

Rueda los ojos y sonríe. Espero que la señora Hamilton esté haciendo sonreír a su hija como yo estoy haciendo sonreír a mi hermano.

Es difícil, pero se puede.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora