14. Roel

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Primera lección

—¿Podrías dejar de acosar a la chica, Roel? —espeta Peter cuando arrastro por el corredor a Kenna—. Terminarás en la morgue antes que yo si sigues molestando a alguien con más músculo que tú.

—Me agrada tu hermano. —Ella se zafa de mi agarre—. Hola, Peter.

—Hola. —Él mueve su mano a modo de saludo mientras con la otra gira la rueda de su silla para acercarse—. ¿Te obliga a acompañarnos a ver a Noreen? Porque puedo atropellarlo si es así.

—Te recuerdo que estoy justo aquí y puedo oírte, hermano —me entrometo—. Y no creo que esto se trate de defender lo que quiere Kenna, sino del hecho de que te gané cuando hicimos la última carrera en sillas de ruedas, por lo que estás rencoroso.

Pone los ojos en blanco antes maniobrar la silla y comenzar a guiarnos hacia los ascensores.

—¿Quién es Noreen? —indaga una cautelosa Kenna, siguiéndome.

—Una de mis tantas conquistas.

—De tus pocas —corrige, y le lanzo una mirada totalmente ofendido.

—Soy el más solicitado en el hospital luego de Doctor Rights —informo—. Nadie puede competir contra él. Toca la guitarra y trafica comida de las máquinas expendedoras para sus pacientes cuando llevan más de dos semanas comiendo gelatina.

—La gelatina no está tan mal —acota cuando uno de los enfermeros pasa empujando a un anciano en otra silla, a quien saludo.

—Te ves horrible, Robert. El tumor que te detectaron el lunes te sienta fatal.

El vejestorio ríe con los pocos dientes que aún le quedan. Se niega a usar dentadura postiza.

—Cuando me lo saquen el sábado, volveré a verme joven y guapo, Roel —dice con voz rasposa. Noto que Kenna reprime una sonrisa y lo sigue con los ojos mientras este desaparece por el corredor sur—: ¡Incluso más que tú, muchacho!

—Esa es una meta difícil de alcanzar, ¿eh? —pregunto a la chica mientras veo a Peter entrar al elevador. Cuando salga de aquí, sabrá manejar montacargas a la perfección con la cantidad de práctica que le da la silla de ruedas—. Pero se vale soñar.

—Tu ego es tan grande como la urgencia de que me consigan otro corazón. ¿Y podemos dejar de hablar de tu vanidad para que pases a explicarme quién es Noreen?

—Noreen es una vieja amargada, controladora y busca pleitos. Se peleó con sus tres hijas hace diez años y vive sola a unas manzanas de mi casa. Es la clase de vecina que deja que su mascota haga del dos en tu patio delantero y no lo recoge. Pisé tantas veces los deshechos de su perro, Konnepirucettlies, que ya perdí la cuenta. —Arrugo la nariz.

—¿Konne-qué? ¿Y por qué estamos yendo a verla si es una persona tan detestable?

Le cedo el paso para que entre al ascensor primero y los dos nos paramos codo a codo tras la silla de Peter.

—Tuvo un infarto hace una semana y le encontraron algo en el corazón —informa mi hermano cuando presiono el botón para subir y las puertas se cierran—. Ahora toda su familia está celebrando su cumpleaños con ella, así que iremos a su fiesta.

—Oh, Dios mío —susurro—, que haya pastel, por favor. Amo el pastel, es orgásmico. Sobre todo si es de vainilla.

—¿Así que estamos yendo solo para comer pastel, el cual espero que sea de chocolate, y cantarle el feliz cumpleaños a alguien deja los deshechos de su perro en la entrada de tu casa? —Bufa la morena—. En ese caso somos tan falsos como su familia.

—¿Por qué crees que su familia es falsa, señorita anti-vainilla? —Me cruzo de brazos.

—¿Te peleas con todos tus hijos, los alejas, eres una terrible vecina, madre y quién sabe qué más, y aún así crees que irán a visitarte al hospital tras tener un infarto porque se preocupan por ti tras haberlos tratado como la mierda y no haberles hablado en una década? —Enarca una ceja—. Solo lo hacen porque quieren saber qué les dejarás como herencia y porque, en vida, nadie se acuerda de ti, pero una vez muerto todos te lloran y hablan de lo buena persona eras. La gente es hipócrita, Roel. Deben estar preparando un discurso para el funeral.

—Apreciación algo pesimista y cínica, pero válida —observo—. Sin embargo, para mí es distinto. Creo que a veces la gente necesita un golpe de mortalidad para darse cuenta de que ninguno de nosotros es eterno. El infarto fue ese golpe, no solo para la familia, sino también para Noreen. Puede que ahora hagan las paces e intenten buscar la forma de solucionar sus problemas, u olvidarlos al darse cuenta que hay cosas más importantes. No creo que estén aquí solo para saber si habrá más infartos y una propiedad a su nombre pronto, sino porque la aman a pesar de cómo es y lo que sea que haya hecho.

Kenna guarda silencio con la vista fija en las puertas metálicas antes de mirarme de reojo.

—¿Y ustedes están yendo allí por eso? ¿Una segunda oportunidad para la vecina?

—¿Qué? No, nosotros vamos por el pastel —dice Pete  r cuando el elevador se detiene—. Espero que sea de vainilla después de todo. —Sale girando las ruedas a toda velocidad.

Ella me continúa mirando, pensativa.

Me encojo de hombros y le guiño un ojo.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora