58. Roel

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No te vayas hoy

Apenas había bajado unos escalones cuando el teléfono cayó. Me faltaban muchos más y el miedo los multiplicó. Actuar cuando te tiembla hasta el corazón no es fácil.

«Les prometí que no iba a dejarla sola».

El teléfono de Kenna no enciende, pero el mío tiene señal por un momento. La voz de Peter se distorsiona y la llamada se corta, la misma en la que puse todas mis esperanzas para alertar sobre los dos problemas. Miro el móvil con rabia antes de arrojarlo contra la pared.

Me cuesta respirar. Estoy tan agitado, tan consumido por el pánico, que no puedo hablarle. Con manos temblorosas, arrodillado a su lado, ahueco sus mejillas. Están frías. Su rostro es un borrón a través de mis lágrimas, y cuando logro enfocar la vista en sus ojos solo logro llorar con más fuerza.

—Por... Por favor, Kenna —ruego, aunque apenas se entienden las palabras—. Todo es-estará bien, ¿sí? —Tiro de ella para atraerla hacia mí.

«Peter, date prisa. Envía a alguien, por favor».

La abrazo con fuerza, me aferro a ella porque no quiero  ni puedo dejarla ir. Tiene espasmos musculares que me asustan. Su mirada café está cristalizada y aparto el cabello de su rostro mientras grito que nos ayuden. El pánico me tiene temblando mientras apoyo mi frente contra la suya y cierro los ojos, sollozando tanto que me arde la garganta. No sé qué hacer o qué decir. La impotencia es tanta que no me entra en el cuerpo.

«Peter, por favor».

—¡Por favor! —Grito a las paredes, a las interminables escaleras y al aire. Vuelvo a bajar la mirada y me quedo de piedra, muerdo mis labios con fuerza al ver que ha dejado de llorar.  Ha dejado de... ¿De respirar?—. No te vayas hoy, Kenna —suplico al apretar su brazo y dejándola sobre el piso otra vez.

Empiezo a practicarle RCP.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora