41. Peter

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Menos quejas y más agradecimientos

—Esa era Kenna, ¿verdad? La que le gusta a tu hermano. —Mamá toma asiento en la silla que minutos atrás ocupó la chica.

El pastel de gelatina de vainilla resultó tan delicioso que Roel tuvo la idea de salir a repartirlo para los otros pacientes, así salen de la aburrida dieta hospitalaria sin romperla. Había de sobra, por lo que lo animé, y él junto a mamá salieron a ofrecer trozos piso por piso. La única condición que puse fue que no revelaran que en realidad no es mi cumpleaños.

Los regalos de mis vecinos llegarán tarde o temprano.

—Como hermano menor es mi deber contar lo que él no quiere que cuente, así que... —Mamá arquea una ceja expectante—. No le gusta, le encanta. Está algo idiota desde que la conoció.

Más de lo usual.

—Peter —reprocha por mi elección de palabras, y me disculpo.

Suspira y sonríe ampliamente, tal cual su primogénito.

—No te burles del primer amor de tu hermano —advierte al alisar su uniforme—. Créeme que no te gustará que él haga lo mismo cuando te toque a ti. Y sí, ese momento llegará quieras o no.

Le hago cara de asco y ríe con suavidad antes de inclinarse y pasarme un mano por el pelo con cariño.

—Quiero estar soltero de por vida, y tú también deberías querer lo mismo. Así me tendrás para siempre contigo, ¿no? Y respecto a Roel... Creo que deberías apoyarlo a que siga su corazón. No quiero pasar el resto de mi vida compartiendo habitación con él. Es desordenado y le apestan los pies. 

Señala con el pulgar a la puerta.

—¿Me estás pidiendo que lo aliente a perseguir a esa chica? ¿Acaso tanto la odias que quieres que sufra así, con tu hermano acechándola en el hospital?

Me quiero reír pero me duele el abdomen y termino tosiendo. Veo la preocupación cruzar su rostro y tan rápido como le es posible, ya tiene un vaso de agua sostenido contra mis labios. Me incita a tomar despacio y lo hago mientras continúa acariciando mi cabello.

Asiento para dejarle saber que ya estoy bien.

—En realidad, me agrada Kenna.

En sus ojos hay algo tranquilizador. Es la esencia de la mayoría de las mamás.

—A mí también. Es gentil que, aunque no le guste la gelatina que le doy, no se queje y me agradezca por ella cada vez. Espera que me vaya para dársela a su papá.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora