27. Kenna

17K 4.7K 694
                                    

Hilaridad inoportuna

No me sorprende lo que dice Peter.

Lo entiendo.

Lo respeto.

Yo haría lo mismo.

Sin embargo, me sorprende que Roel, quien supuestamente estaba dormido, se entre a reír.

Y me enoja.

Muchísimo.

Su hermano y yo lo miramos desconcertados. No es un tema trivial; estamos poniendo sobre la mesa el temor y la preocupación de Peter sobre que Roel termine saliendo más lastimado de nuestras batallas contra la enfermedad que nosotros mismos.

Ya suficiente es pensar que podría perder a su hermano como para añadir a una chica con cardiomiopatía congénita con la que claramente se ilusionó.

Estamos hablando de mi decisión de tomar o no el corazón de alguien más. Eso no es motivo de risa.

—Para, Roel —pide Peter tras notar que mis manos se han vuelto puños. Su voz es firme, cautelosa.

—Es... Es que no puedo. —Se incorpora sobre un codo y se seca las lágrimas con la mano libre—. Yo soy un cómico, pero ustedes se pasan.

—No le veo la gracia al asunto —replico tajante.

—¿Cómo no vas a verla, Kenna? —Sonríe.

Creo que está tan loco que yo misma lo llevaría al pabellón psiquiátrico.

—Ustedes son increíbles, chicos —prosigue—. Tú estás dando a entender que morirás y sufriré. —Señala a Peter—. Y estás advirtiéndola de que cuando eso pase, porque lo dices como si fuera un hecho, ella no puede estar cerca de mí a menos que acepte un corazón. —Pasa a mirarme a mí—. Y tu silencio parece como si accedieras, como si ya hubieras aceptado que también te vas a ir.

—Eso no da risa, idiota —insiste el chico en la cama.

—¿Pero sabes qué lo da? —espeta de vuelta Roel—. Que yo soy transparente, que es fácil leerme y más que sencillo deducir que, en caso de perderte, voy a necesitar a alguien. —Me mira, indicando que podría ser esa persona—. Y en caso de que tú no aceptes un corazón y no quieras verme, voy a necesitarte a ti. —Lo mira a él—. Los voy a necesitar a ambos porque no sabemos qué va a suceder. —Hace una pausa—. ¿Pueden morirse los dos el mismo día a la misma hora? Claro, pero ¿saben en qué me enfoco en lugar de hablar sobre la muerte cuando aún es evidente que hay vida? En que, mejor que todo eso, los tres podríamos robar pastel mañana. Y pasado. Y todos los demás días. Podríamos robar pastel fuera del hospital y no a la señora Noreen, cuyo paladar, si se me permite agregar, apesta. Todavía sigo decepcionado de que no haya sido de vainilla. Todavía estoy decepcionado de que no puedan ver más allá de lo que dicen sus tontas carpetas médicas.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora