17. Roel

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A trabajar he dicho

—Buenos días, vecina.

Kenna se queja y tira de la manta blanca sobre su cabeza cuando entro.

—¿No tienes un hermano a quien molestar? —gime con desdén.

—Tiene que ir a quimio, ¿recuerdas que tiene cáncer?

Rayos. Siempre hago lo mismo. A veces olvido que no todos tienen naturalizada la palabra «cáncer» en su día a día.

Me gusta la idea de que no lo vean como algo tabú, pero detesto hacer sentir mal a las personas en el proceso. Al final parecen avergonzadas de tocar el tema, y yo no quiero eso. Quiero lo contrario.

Noto que ella se queda quieta bajo la manta, tensa. Entonces, poco a poco tira de ella hasta que soy capaz de ver sus ojos cafés. Hay empatía en ellos, y la furia por actuar como su despertador personal se apaciguó.

—¿No deberías estar con él? —Suspira sentándose contra la pila de almohadas en las que tres minutos atrás babeaba.

Hay evidencia de ello en la humedad circular que se divisa junto a su hombro.

Creo que es tierno. Asqueroso, pero tierno.

—Tú corazón podría fallar en cualquier segundo, creo que también deberías tener un poco de mí —respondo.

—No estudies psicología que eres lo peor animando a la gente, por favor —susurra, haciéndome reír—. En fin, ¿vienes aquí a hacerme ese favor que te pedí?

—Depende de qué favor sea. —Sueno un poco sensual a propósito, y otro poco porque en verdad soy sensual.

Kenna rueda los ojos.

—Mi madre me quitó el teléfono, así que necesito que me prestes el tuyo.

—No tengo celular. 

—¿Cómo que no tienes uno? ¿Y Peter? —insiste, pero niego con la cabeza.

—Creo que tú no tienes uno por el mismo motivo en que nosotros no lo tenemos —observo.

Se queda en silencio un rato, reflexionando. Le sonrío para animarla cuando parece darse cuenta de por qué su madre le quitó el dispositivo y por qué ninguno de nosotros lo tenemos.

—No te preocupes, podemos robar uno —aseguro.

—Podemos pedir prestado temporalmente uno —corrige, y mi sonrisa se amplía al saber que estamos en la misma página—. ¿Alguna posible víctima en mente?

Tengo a la persona indicada.

Y el plan perfecto para robarle un beso a mi vecina.

—Así es, manos a la obra.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora