❛0028.❜

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—tres semanas después.
—andrik.

—Entonces, ¿Usted creé que con esto saldré adelante? —pregunté con una mueca de disgusto hacia esas píldoras que según la psiquiatra, me harían bien.

La castaña asintió con una pequeña sonrisa. —Si sigues el tratamiento, podrás salir adelante.

Lo decía de una forma tan desinterada, sonaba tan hipocrática como si realmente quisiera ayudarme pero la verdad esque no, le vale una mierda lo que me suceda o lo que pueda llegar a hacer.

—¿A usted realmente le importan sus pacientes? —pregunté mirando hacia la ventana que estaba cerrada.

Ella frunció levemente el ceño y suspiró. —Es mi trabajo, ¿Bien?

Me levanté dejando el frasco en el asiento, me puse mi gabardina junto con mi gorro y encendí un cigarrillo ahí mismo, hoy era mi día libre y no pretendía gastarlo en alguien a quien no le importaba realmente.

—¡Hey! Estás olvidando las pastillas. —gritó la chica detrás mío acercándose con el dichoso frasco.

Negué y empujé suavemente el frasco hacia ella. —Si usted le acaba de demostrar que no le importo, a las personas de allá afuera muchísimo menos.

Quería estallar en llanto y ahogarme en él, talvéz darme una sobre dosis y nunca volver a despertar pero de alguna forma acabar con este gran dolor que llevo dentro, sabiendo que unas malditas píldoras no harán nada en mi cuerpo más que más dolor, largas noches de insomnio, escalofríos y aún más temblores de los que ya tengo.

(…)

Salí de la ducha y me miré a través del espejo que estaba empañado por el vapor del agua caliente, hoy tocaba un extenso turno nocturno colmado de sangre y llanto propio que me trataba y cada vez era peor.

Noté las ojeras que me cargaba, estaba muchísimo más delgado que hace algunos meses y mi cabello estaba más largo. —Vaya desgracia en la que me he convertido. —dije de forma despreocupada saliendo del baño.

Me puse mi uniforme, de un color negro junto con mis zapatos del mismo color, mi cabello recogido en una coleta y esa cara denigrante de culo que absolutamente nadie podía quitarme a estas alturas.

—jaime.

—Realmente tengo que ir a trabajar. —dije ahogando una risa por lo bajo de mi garganta viendo a Ricky agarrando mi cintura con fuerza.

Él negó. —Quédate, hay muchas enfermeras feas que pueden atender. —murmuró con un tono de voz infantil.

Reí. —Lo siento, pero me gustan estos turnos, enserio.

Él suspiró. —Te amo.

Yo lo miré y sonreí grande. —Yo te amo más.

ɴᴜᴍʙ┊ʀɪᴄᴋʏ ᴏʟsᴏɴ. Where stories live. Discover now