8. Nueve millas - Byron

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Byron - Doylestown (Pennsylvania)

Camino a las afueras – Nov, 07:09am

En cuanto las primeras luces del alba se cuelan por entre las cortinas del salón, me levanto, me pongo la cazadora, cojo la bolsa y me largo de ahí. Me hubiera ido la noche anterior después del ataque del fantasma, pero quizá hubiera sido sospechoso. Aunque nadie vino a echarme nada en cara. Únicamente una profesora que no era la señora Harris me preguntó si todo estaba bien, por lo que creo que Cassie al final me cubrió. Y se lo agradezco.

La puerta principal está cerrada, así que me veo obligado a ir hasta el comedor, luego la cocina y buscar desde ahí la puerta trasera. Finalmente, la encuentro detrás de una gran nevera. Me tienta mucho abrirla y llevarme algo de comida, pero no lo hago.

Cuando salgo fuera me azota el glacial frío mañanero de finales de otoño. Tiene pinta de que el invierno va a ser especialmente duro. Camino por el sendero hasta el principal y poco tarda Keeper en salir a mi encuentro. Llega junto a mí y empieza a saltar emocionado, su hocico busca mi boca. Llora y ríe a partes iguales.

— Ya estoy aquí, ya estoy, tranquilo... — lo calmo, acariciándole donde puedo, pues no para quieto.

Los dos seguimos avanzando, alejándonos del orfanato. Cuando llegamos al final, le echo un último vistazo. Siento como si dejara algo atrás, pero no me queda nada. Tengo la bolsa y tengo a Keeper, no hay nada más que me importe en mi vida nómada. Pero lo siento. Y también siento que debería haberme despedido de Cassie. Pero ya no hay vuelta atrás. Me giro, le doy la vuelta al edificio y lo pierdo de vista conforme me interno en el bosque.

Anoche utilicé el wifi del orfanato —no tienen timbre, pero sí tienen wifi, ¿de qué va esto?— para mirar la zona y asegurarme de llegar a Doylestown sin perderme y, una vez allí, encontrar un taller, un desguace o simplemente un parking donde poder robar un coche. Keeper avanza delante de mí. Parece estar lleno de energía y eso me alegra. Significa que él también ha comido esta noche.

Llevamos caminando como veinte minutos cuando Keeper se detiene y empieza a olfatear el aire. Yo me detengo también.

— ¿Qué hueles, amigo?

Por toda respuesta, Keeper empieza a trotar en varias direcciones, como buscando la fuente del olor. No me preocupa demasiado, seguramente será otro mapache. No creo que haya osos en este bosque. Contemplo a mi perro tratando de dar con el rastro.

— Venga Keeper, vamos... — le apremio.

Sigo andando en la dirección que creo correcta. Keeper me sigue un poco a regañadientes. Todavía sigue mosqueado por el olor que no logra identificar. De vez en cuando se gira y, como se mueve tres veces más rápido que yo, trota a mi alrededor, husmea en el suelo, entre los arbustos o detrás de los árboles. De vez en cuando se gira y se queda mirando el bosque, muy quieto, con las orejas puntiagudas para escuchar bien. Yo le observo. Ya ha tenido esa actitud otra vez. No es la actitud de un cazador de zarigüeyas. Es la actitud de un guardián. Algo nos está siguiendo. Sigo caminando y, muy despacio y en movimientos muy naturales, abro la bolsa, saco la nueve milímetros y la escondo junto a mi pecho. Me quedo quieto y agudizo yo también el oído, pero no oigo más que el ruido de las pocas hojas que quedan en los árboles siendo azotadas por el viento. Es un sonido tranquilo, pero al mismo tiempo, inquietante cuando sabes que algo te está siguiendo. De reojo veo a Keeper agazaparse en el sitio, volver a incorporarse, mirarme, volver a agazaparse... Está tenso, igual que yo. Comprendo que, si me quedo quieto, lo que sea que me sigue también lo habrá hecho. Sigo caminando, está vez más despacio y con la Glock pegada al pecho. Silbo a Keeper y este me sigue. Al cabo de diez pasos, Keeper vuelve a detenerse y darse la vuelta. Sí, está claro que algo nos sigue.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now