20. Ataque - Caleb

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Aberdeen (Maryland)

Colina junto al bosque – Nov, 22:00

La música inunda la pequeña explanada de la colina. A nuestras espaldas, la silenciosa linde del bosque. Delante, Aberdeen a nuestros pies, salpicada de motitas naranjas y blancas, las farolas y las luces de coches que se mueven y la iluminan en la oscuridad. Sobre nuestras cabezas, la luna llena. Y a mi lado, Chelsea.

Estamos tumbados sobre el capó de mi coche. Bueno, en realidad es el coche de mi padre, pero me lo ha prestado para la ocasión. Quien dice prestado dice que me lo he llevado sin permiso, pero el hombre seguramente ni se haya enterado. Estará demasiado ocupado viendo el béisbol en la tele. Chelsea se entretiene pasando el dedo índice por el borde de mis vaqueros, sin llegar a desabrocharlos, y yo paso mis dedos por su pelo, al tiempo que los dos contemplamos el cielo.

― ¿Has visto antes a Gwen? – me pregunta de repente.

― Antes... ¿cuándo?

― Durante el entrenamiento. Estaba en las gradas.

La recuerdo.

― Ah sí, vagamente.

Noto como deja de acariciarme.

― ¿Seguís siendo amigos o algo así? ― me pregunta Chelsea, con un tinte de preocupación en su voz.

Me giro para mirarla. Se ha incorporado un poco y me contempla.

― Para nada. Eh – le digo, tomando su mejilla en mi mano, tratando de tranquilizarla, porque sé por dónde van a ir los tiros. ― Entre Gwen y yo ya no hay nada.

― ¿Seguro?

― Seguro – le prometo.

Ella sonríe. Sus mechones rojizos le caen a ambos lados de la cara, que se le ilumina con una sonrisa. Se vuelve a recostar contra mi pecho y su mano baja por mi abdomen hasta el borde de mis vaqueros. Pero esta vez no se detiene ahí, sino que se cuela por debajo de la tela hasta mi entrepierna. Yo sonrío, al tiempo que me invade una sensación de calor y bienestar, y ella me besa de golpe. Noto su mano bailar entre mis pantalones, y la mía busca su sitio debajo de su falda. Sin embargo, cuando estoy a punto de colarme entre sus bragas, un ruido nos sobresalta.

Nos separamos y nos giramos. Ha sonado como una rama partiéndose, pero ha sonado lo suficientemente fuerte y lo suficientemente cerca como para haberla oído por encima de la música.

― ¿Qué ha sido eso? - pregunta Chelsea. Su mano hace tiempo que está fuera de mis vaqueros.

― No lo sé – respondo con sinceridad. ― Algún animal – aventuro.

― ¿Y si ha sido un oso? ― se asusta ella.

― En Maryland no hay osos – le aseguro con una risa.

― A lo mejor es un lobo.

― Tampoco hay lobos. Habrá sido algún mapache...

Un nuevo crujido nos sobresalta, cortándome la frase. Chelsea se abraza un poco a mí.

― O quizá sea algún mirón – suelto, enfadado de pronto.

― Los del equipo no sabían que veníamos aquí ¿no? ― pregunta mi novia.

― No deberían. Pero, por si acaso, voy a mirar.

Me bajo del capó, abro la puerta de atrás del maletero y saco el bate de beisbol de mi padre. Cierro la puerta y me vuelvo hacia Chelsea.

― Tú espera aquí. Si ves venir a alguien que no sea yo, te metes en el coche y cierras el seguro, ¿vale?

Chelsea asiente.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora