28. Fin de la tregua I - Caleb

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Caleb - Gerrow (Maryland)

Restaurante - Nov, 16:00


Empieza a atardecer. Espero sentado en la parte trasera del coche junto a Cassie y Keeper. Ambos me observan en silencio. En un silencio relativo, pues el perro no deja de gruñir y Cassie de vez en cuando suelta una risita. Pero es entendible, dado que estoy en calzoncillos. Byron se ha llevado mi ropa a una lavandería pública, con la esperanza de que el agua a 60 grados pueda hacer desaparecer todas las manchas de sangre de mi ropa. Al menos ha tenido la decencia de prestarme su cazadora marrón de cuero para taparme mientras espero. Miro por la ventanilla, pero casi no le veo al otro lado del cristal del establecimiento, escondido tras casi una decena de lavadoras gigantes. No puedo evitar pensar en qué me va a suceder. Cassie ha logrado convencerle para quedarse un poco más conmigo, lo suficiente para poder contactar con alguien, y no dejo de darle vueltas a quién debería llamar. ¿A mis padres? ¿A mis amigos? ¿Al padre de Chelsea? Llame a quien llame, van a querer una explicación. Y la única que tengo es que salí huyendo, aterrorizado y empapado de sangre después de haber desmembrado y devorado a mi novia, porque resulta que soy un hombre lobo. Todavía no me lo creo.

He visto películas, he visto series de televisión, incluso algún que otro videojuego en el que aparecen estos seres fantasiosos, pero no han sido más que eso: fantasías. No sé muy bien si creérmelo o no. Esta gente se lo toma muy en serio, tan en serio que he estado a punto de recibir un balazo en varias ocasiones. Si me paro a pensar en ello, no estoy muy seguro de si debería seguir en su compañía. No quiero arriesgarme a probar la efectividad de una Glock. Pero, por ahora, son los únicos que me han ofrecido su ayuda, aunque sea solo por un día y a regañadientes.

Byron vuelve al cabo de casi media hora con mi ropa en una bolsa de plástico. Abre la puerta de atrás y me la arroja.

— Vístete – me ordena. — Y dame eso — señala su cazadora.

Cassie se baja del coche y va junto a Byron, a quien me apresuro en devolver su chaqueta. Veo que hablan entre ellos, aunque no los oigo. Lo único que oigo son los gruñidos de Keeper, que observa con detenimiento y alerta todos mis movimientos. Desde luego, el nombre está bien buscado. Trato de no mirarlo a los ojos e ignorarlo. Me recuerda a la criatura del bosque. Solamente espero que no me muerda. Gracias a Dios, las manchas de sangre han desaparecido y la ropa todavía está tibia por el calor de la secadora. He aprovechado el tiempo de espera en el coche para limpiarme la cara y el pelo con unas toallitas que Cassie se ha molestado en comprar en un pequeño supermercado local. Ahora parezco una persona casi normal. Cuando ya estoy vestido, abro la puerta y salgo del coche, no sin que el perro me gruña antes y se me adelante pasando por encima de mí para salir primero.

— ... de volver o no. Ese era el trato — escucho que dice Byron.

Cassie bufa, claramente en desacuerdo. Entonces el adulto repara en mí. Me mira de arriba abajo, sin duda comprobando que ya no parezco un maníaco homicida. Aunque, en cierta forma, puede que lo sea.

— Mucho mejor – sonríe Cassie.

Le devuelvo la sonrisa. La niña es un poco rara, pero al menos me trata bien. Byron, en cambio, me ignora y, sin decir nada, empieza a andar hacia la hamburguesería, aunque noto cómo me vigila de reojo. Cassie le sigue, igual que el perro. Me pregunto si piensan meterlo dentro del establecimiento. Indeciso, yo también les sigo.

Entramos en la hamburguesería. Todos menos el perro y, la verdad, agradezco que se quede fuera. Creo que no le caigo muy bien. Una camarera nos conduce hacia una mesa algo alejada. Me siento en un extremo. Cassie va a sentarse a mi lado, pero Byron la detiene y ocupa su lugar. Empieza a molestarme un poco que piense que soy capaz de hacerle daño a la niña, sobre todo en mitad de un lugar público. Pero no digo nada y me concentro en el menú. Todas las opciones me parecen geniales, y a cada nombre que leo y a cada foto que veo, el estómago me da un vuelco, amenazando con comerse a sí mismo. Sin embargo, como no tengo mucho dinero, cuando viene la camarera, elijo la opción más barata: hamburguesa con queso, por 5'45$. Tanto si me pagan la comida como si me la pago yo, me parece la mejor opción: no estoy en condiciones de pedir algo muy caro —Byron ya me ha pagado la lavandería— y, si me lo pago yo, no llevo tanto efectivo como para poder mantenerme durante mucho tiempo por mi cuenta. Cassie pide la hamburguesa con queso y beicon, igual que Byron, aunque él la pide acompañada de un café.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now