49. Enseñanzas II - Cassie

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Cassie - Philadelphia

Fábrica - Nov 9:00am

Me quedo esperando sola, sentada sobre el colchón, con la única compañía de Keeper y un montón de comida que no tengo ganas de comerme por el dolor de tripa. Micah se está duchando en los vestuarios y Abel está con él. Me pregunto cómo es capaz el mayor de ellos de soportar el agua congelada que sale de esas tuberías... o cómo es capaz de desnudarse en esos baños tan asquerosos. Yo apenas puse un pie ahí dentro, lo máximo que he hecho ha sido pasarme un poco de agua por la cara para quitarme las legañas por las mañanas. Por suerte, no sudo mucho y no huelo mal, pero cada vez me siento más sucia, por no hablar de que mi pelo luce oscuro, graso y sin brillo debido a que llevo una semana sin lavármelo. Creo que poco tiempo duraré sin tener que congelarme la cabeza.

Caleb sigue a su aire. Creo que está en el piso de arriba. Solo. Sigue sin fiarse de estar cerca de nosotros. Me gustaría subir a hacerle compañía, pero al menos ya no está encerrado. También me hago preguntas con respecto a él, a cómo debe sentirse... A qué se siente al haber matado a alguien. Según oí decir a Nevi, los cazadores protegen a las personas y solo matan a seres sobrenaturales. Y Caleb ha matado ya a dos personas. Y eso me hace pensar en Byron. ¿Habrá matado él a alguien alguna vez?

Un fuerte pinchazo en la zona baja del estómago me saca de mis pensamientos y me obliga a doblarme sobre mí misma, llevándome los antebrazos al abdomen, cubriéndolo por completo, y a esbozar un pequeño gesto de dolor. Otra vez. Cada vez pasa más, ese horrible dolor... Lo bueno es que no es constante, viene y se va, pero no avisa. A veces duele más, otras duele menos. ¿Estaré yo también enferma, igual que Abel?

El aludido no tarda en aparecer de nuevo, pegado a la pierna de su hermano mayor. El cabello de Micah está mojado, goteando levemente. Miro alrededor, buscando algo con lo que pueda secárselo, pero no encuentro nada. Vivimos muy precariamente. Si estuviéramos en el orfanato, no costaría nada que le trajeran una toalla. Si estuviéramos en el orfanato, yo misma me hubiera duchado detrás de él, y los profesores me hubieran dado medicinas para el dolor de estómago. Pero, si estuviéramos en el orfanato, no los hubiera conocido.

Keeper sale a su encuentro al trote y Micah le acaricia suavemente la cabeza una vez, supongo que para conformar al perro y que no siga molestándolos, y parece que surte efecto, porque el perro enseguida pierde interés y empieza a dar vueltas por la habitación, oliesqueándolo todo por centésima vez. Me pregunto cuántas veces es capaz de olerlo todo.

— ¿Y Nevi? — pregunto, relajando la postura para que no noten mi dolor. Byron está preocupado, y no necesito preocuparles también a ellos. Con una sola persona enferma en la fábrica es suficiente.

— Terminó de ducharse y se fue a hablar con Byron — responde el mayor.

Dicho esto, se sienta sobre su colchón y desenvuelve una barrita de granola y se la tiende a Abel, que la toma y empieza a comerla con apetito. Después, saca una caja pequeña de color blanco con letras verdes que forman una palabra muy larga y difícil de leer, la abre y saca de ella una pletina plateada. Aprieta uno de los compartimentos, de los que sale una pequeña cápsula blanca y azul.

— Abel — lo llama.

El pequeño alza la cabeza y, al verlo, extiende la mano obediente, en la que Micah deposita la píldora. Luego, le tiende una botella de agua sin tapón.

— ¿Recuerdas cómo se hace? — le dice su hermano. — Como lo hicimos anoche. Primero dejas la pastilla en la lengua, luego bebes agua, y tragas.

El niño asiente y procede a tomarse el medicamento. Y lo logra a la primera.

— Wow — exclamo, asombrada. — Yo soy incapaz de tragarme las pastillas enteras. En el orfanato siempre me daban jarabe.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now