55. Una poderosa razón II - Byron

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Byron – Philadelphia

Afueras de la ciudad – Nov 18:10pm


En algún momento entre que cierro la puerta y enciendo el motor de la camioneta, me pregunto por qué demonios no habría entregado a Cassie a la policía cuando tuve la oportunidad.

La fábrica está a las afueras de la ciudad, en una zona industrial en la que apenas hay nada. No sé exactamente en qué momento se ha marchado Cassie, pero por la longitud de sus piernas, no ha podido ir muy lejos. Y buscaba un lugar en el cual comprar algo, así que lo primero que hago es mirar hacia los edificios de la zona, buscando alguna gasolinera o supermercado. Conduzco demasiado despacio para lo nervioso y enfadado que me encuentro, fijándome bien en ambos lados de la carretera, iluminada por los faros de la camioneta, por si la veo caminando. La ventanilla de la puerta del asiento del copiloto está bajada, con la esperanza de que Keeper, medio asomado a ella, sea capaz de captar el olor de Cassie.

En mi cabeza le sigo dando vueltas a su motivo, pero por mucho que lo intento, no logro dar con ninguno lo suficientemente cabal para que haya hecho eso. A pesar de su altanería, Cassie es una niña lista y obediente. No se escaparía de la fábrica poniéndose en peligro por un motivo estúpido, por muy enfadada o rabiosa que estuviera. Y es precisamente el no saber por qué lo ha hecho lo que me enfada tanto.

Hemos recorrido casi media milla sin ver nada cuando Keerper empieza a revolverse en el asiento, inquieto y lloriqueando. Levanto el pie del acelerador.

— ¿La hueles, chico?

Keeper ladra. Contemplo los edificios a mi derecha, iluminados por un par de farolas cuyos sucios cristales debilitan el paso de la luz. Uno de ellos está tapiado y un cartel apagado de lo que parecen dos piernas envueltas en ligas y acabadas en tacones me chiva en qué consistía. El interior del otro brilla por la luz de los fluorescentes y revela varias hileras con diversos productos. Parece un supermercado de barrio. Probablemente donde los clientes del local de al lado se aprovisionaban antes de entrar. Y, entre ambos, un retrete portátil de obra. 

Mi perro vuelve a lloriquear, así que me inclino sobre el asiento y le abro la puerta. De un salto, baja al suelo y trota hacia la puerta, siguiendo un rastro de olor. Las puertas no son automáticas, así que no se abren cuando se acerca, y él se queja con dos nuevos ladridos. Apago el contacto de la camioneta y bajo de la camioneta en el preciso momento en el que alguien empuja la puerta para salir del supermercado, cargando con una pequeña bolsa de papel marrón. Alguien de pelo rubio oscuro y una sudadera de instituto dos tallas más grande. Alguien que, al ver a Keeper, se sorprende, levantando la cabeza para buscar a su dueño. Alguien que, al descubrirme acercándome a ella con una mirada furibunda, retrocede un par de pasos hasta toparse de espaldas con la puerta que se acaba de cerrar.

— ¿¡Se puede saber en qué coño estabas pensando!? — chillo, sin poder contenerme, pisando fuerte en dirección a ella. — ¡¿Eres estúpida?!

Cassie no contesta, y está claro que mi actitud y mi presencia allí no solo la desconciertan, sino que también la asustan.

— ¡Sabías que era peligroso salir! — sigo riñéndola a gritos, acortando cada vez más nuestra distancia, y en menos de cuatro pasos ya estoy prácticamente frente a ella, arrebatándole la bolsa marrón de las manos de un tirón. — ¡¿Qué cojones era tan importante para desobedecerme de esa manera?! — espeto, metiendo la mano y sacando su contenido.

Y, cuando lo veo, la realidad me golpea como una bofetada, y lo entiendo todo. Dentro de la bolsa, solo hay un paquete pequeño, cuadrado, recubierto de plástico, con una única palabra escrita: compresas.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETAWhere stories live. Discover now