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Harry quería matar a alguien

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Harry quería matar a alguien. No era una emoción que le gustase experimentar, porque lo atribuía sólo a un motivo.

Draco.

Le gritó a Rolf que se mantuviese alejado, chocó los talones de los zapatos y se impulsó hacia adelante, de regreso a la cueva. Lo perdió de vista de inmediato, sería asunto suyo si se le ocurría seguirlo, en lugar de aprovechar que el Picoazul estaba ocupado, para huir. Y si debía ser sincero, en ese preciso momento, no podía haber estado más lejos de pensar en lo que el científico hiciese o dejase de hacer. Apenas hilaba un pensamiento coherente, se arremolinaba con el resto y se combinaba a otras ideas, y se sentía perdido, porque odiaba la sensación de comenzar a asfixiarse, de que la cueva se empequeñecía a su alrededor, el pecho que se le apretaba.

Los símbolos azules del caparazón de la criatura aún brillaban, irradiaban ese resplandor sobre las rocas de la cueva y las piedras para contener magia oscura, que él había dispersado en torno al lugar. Los tentáculos que sostenían a los humanos desaparecidos se replegaban contra el cuerpo del Picoazul, cuya característica que le daba nombre, estaba escondida en ese instante. El que sujetaba a Draco estaba alzado por encima de él, casi contra el techo de la cueva; la pequeña figura que sostenía era apenas distinguible y no dejaba de retorcerse, arrojando hechizos que rebotaban en el tentáculo, sin producir el menor efecto.

Harry lanzó un reducto directo a la criatura. No estaba para consideraciones de ningún tipo. La ola de magia, distorsionada por el agua, empujó el líquido con fuerza contra esta, que se sacudió y se giró en su dirección.

Draco intentó, en vano, arrojar otro hechizo, uno para cortar el tentáculo, pero la extremidad no cedió. El agarre debió hacerse más fuerte, porque soltó un grito atronador y se agitó con mayor insistencia.

Sin otra idea, lanzó una sarta de hechizos en diferentes direcciones, apenas deteniéndose a pensar en cuál, sólo con la intención de distraerlo y tenerlo en múltiples tareas, para utilizar el motor y nadar hacia el tentáculo en que sostenía a Draco, tan rápido como le era posible. No se preguntó si lo percibiría o no, sólo se estiró y se aferró a este en cuanto lo alcanzó, e intentó, sin éxito, jalarlo para que lo dejase libre. Las manos se le resbalaban en la superficie lisa de la parte exterior, sin dar señal alguna de que fuese a mejorar si insistía. Sentía que la desesperación lo consumía, apenas respiraba, aunque estaba seguro de que el efecto de la pastilla todavía le daba bastante tiempo por delante de vida acuática.

—Draco, Draco, ¿estás- éstas bien? Draco, ¿estás bien? —No paraba de balbucear, ganándose poco más que unos quejidos de su parte.

—Úsala...úsala...

Debido a que no dejaba de retorcerse, le llevó un momento detallar su rostro y comprender. El glamour estaba fallando. Peor aún, sombras de negro se le dibujaban en los ojos, sobre el iris gris, hasta casi cubrirlo, y el agua que se extendía a su alrededor se transformó en una línea negra que lo rodeaba.

Para romper una maldiciónWhere stories live. Discover now