Miniextra 5

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Saaghi.

Saaghi era una serpiente mágica, híbrida de Basilisco con una estranguladora africana poco conocida, de seis meses de edad. Sobrepasaba los cuatro metros, tenía una pluma blanca con la punta teñida de rojo y una azul sobre la cabeza, y era ciega de nacimiento.

Y tenía dos humanos a los que cuidar. Dos humanos que, ese día, estaban peleándose por alguna razón que ni el elfo, ni ella, comprendían, pero no podía ser nada serio; sus humanos discutían con frecuencia, y luego se abrazaban, y Saaghi podía deslizarse en el hueco cálido en medio de ambos y acurrucarse entre sus dos mezclas de aromas favoritos: almizcle y muerte, magia negra, pociones y colonia.

No tenía un humano favorito, porque ambos eran muy distintos.

El humano que siempre, siempre, le hacía 'cariñitos', era el que respondía al nombre de "Harry", así como ella al suyo. Tocaba su cabeza y jugaba con las plumas que tenía encima, cuando creía que Saaghi no se daba cuenta. Tenía la piel endurecida en las manos, eran cálidas, y a ella le gustaban.

Él la dejaba hacerse un ovillo en su almohada cuando no estaba, y acurrucarse en su costado, cuando quería dormir y tenía frío. Se le podía colgar del cuello, de los brazos, meterse en su capa, sus bolsillos.

Le hablaba con suavidad y tenía una mente divertida, similar a la de una serpiente; veloz en tiempos de crisis, decisiva a la fuerza. Cuando 'Harry' veía a través de ella, Saaghi se sentía acompañada y feliz, y él la recompensaba diciéndole que era una buena serpiente y con más cariñitos.

El otro humano, al que le decían 'Draco', le atemorizaba y preocupaba en partes casi iguales. No era que le tuviese miedo en sí; él nunca le levantaba la voz, la dejaba enrollarse bajo sus pies, y la abrazaba cuando estaban solos. Pero a veces, en especial cuando el humano 'Harry' no estaba cerca, y se alteraba, tenía el presentimiento de advertencia que todo animal posee, ese que le dice que está a punto de experimentar algún tipo de riesgo.

Nunca la dañó, por supuesto. Tenía tendencia a controlarse, a obligarse a controlarse, más bien.

'Draco' aceptaba que entrase a ese cuarto raro, en que todo tenía olores fuertes y mágicos, y la gran mayoría de las veces, pasaban tanto tiempo ahí, que ella tenía que sisearle para recordar que debía comer algo, ¡porque los humanos se mueren si no comen! Aunque parecía que nadie se lo había explicado a este humano, y como ella suponía que no entendían su lengua, se le enroscaba en la pierna e insistía, hasta que partía una galleta salada para los dos.

Saaghi no lo hacía para que le diese comida, pero la aceptaba gustosa, y al ver que él masticaba la otra mitad, daba su tarea por terminada: su humano había comido y no moriría. Ella no podía dejar que uno de sus humanos muriera.

Ahora que sus humanos la llevaban a un sitio extraño, una casa grande con un enorme patio y rastros de aromas a magia negra, Saaghi se preguntaba cuánto tiempo estarían ahí y qué tanto podía alejarse. No le gustaba dejarlos solos mucho tiempo tampoco porque, ¿quién le aseguraba que podían cuidarse sin ella cerca?

A pesar de que sus colmillos no producían veneno, sino un líquido denso y paralizante, y sólo podía estrangular a una persona a la vez, era su deber con ellos el cuidarlos. Además, todos sabían que los humanos no resistían demasiado.

Ese lugar nuevo tenía un olor semejante al de su humano 'Draco', así que ella decidió que le gustaba. Si sus humanos no se metían en problemas, tal vez disfrutaría buscando algún ratón para comérselo.

Para romper una maldiciónWhere stories live. Discover now