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—...Marco respondió.

Cuando Draco entró, agitaba la carta recién entregada por un elfo doméstico, que no se mostró, y la abandonó en el mostrador del Inferno. Harry dejó de jugar con la cola del basilisco sin nombre, que no paraba de enroscarse en su dedo índice.

—¿Qué dijo ahora?

Por toda repuesta, le entregó la carta, y con un par de sus mejores guantes, se dispuso a abrir la mandíbula de la cría para tantear las encías y comprobar, como ya sabían y descubrieron esa mañana, que los dientes comenzaban a brotarle a una velocidad inusual.

Marco, todavía oculto en algún país alejado y negándose a darles mayor pista de su paradero, sólo decía que no tenían que preocuparse por los colmillos durante la primera etapa de vida, y a menos que la molestasen, no tendría por qué utilizarlos contra nadie. No era una perspectiva tranquilizadora. Usaba el resto de la carta para dirigir palabras melosas a Draco, que por su expresión de disgusto, ni siquiera se habrá molestado en considerar después de ver de qué se trataba.

—Es lo mismo que dijo Ze, prácticamente —Se encogió de hombros; su pareja asintió, a la vez que dejaba a la cría sobre la mesa y comenzaba a retirarse los guantes, intentando que no se le subiese encima, a pesar de los siseos casi suplicantes. Como resultado, la pequeña serpiente se volvió hacia Harry, que le permitió enrollarse en su muñeca, de nuevo—. Nada de que preocuparnos todavía. Le voy a preguntar a Rolf cuando vaya al laboratorio, por si acaso.

—Sobre la visita al laboratorio —Añadió él, tras un momento, y sólo por el tono de voz, Harry supo que no le iba a agradar lo que fuese a soltar—, creo que vas a tener que ir tú solo.

—¿Por qué? —Empezó a revisar, dentro de su cabeza, lo que tenían pendiente en el Inferno. Se suponía que fue programada esa tarde porque la tenían libre, Rolf los quería allí, para que viesen los nuevos datos que arrojaban sus estudios sobre el Picoazul.

—Investigación —Draco le respondió con simpleza—, estoy cerca de dar con algo. Necesito quedarme.

—¿No puedes congelar las pociones en los calderos, así, como haces a veces?

—De poder, se puede —Puntualizó, apretando los labios un poco después—; preferiría no hacerlo, son componentes peligrosos e impredecibles.

Harry soltó una pesada y dramática exhalación. Ante la mirada de disculpa que su novio le dirigía, alzó el brazo y acercó a la serpiente a su rostro.

—Seremos sólo tú y yo, pequeña. Papá nos abandona, ¿viste?

Draco rodó los ojos al escucharlo.

—No empieces tú también. No es una persona, ni una mascota —Señaló a la cría con un dedo acusador—; esa cosa horrenda se va de aquí apenas Marco vuelva.

Para romper una maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora