(Otro) Drabble (no tan drabble)

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Ese tipo de cosas que suceden cuando tienes una 'niña pequeña' en casa

La cabeza le da vueltas, el aire es espeso a su alrededor, más difícil de respirar, de tomar. Una persona común no puede mantener su juicio intacto en esa situación.

No con Draco Malfoy llevándose los sonidos ahogados y lastimeros que se le escapan, callándolos en su propia boca; dientes que raspan, una mordida, Harry jadea, el tacto con su lengua es cálido y húmedo, y no podría pensar en nada más que seguir aferrado a su espalda con ambas manos, para que no se le vaya también la vida entre sus labios.

Se disputan el control un momento. Siempre es igual. Un instante, Harry lo presiona contra una de las paredes, una mano en su espalda baja, la otra se cierra sobre su trasero y aprieta, una de sus piernas busca colarse entre las de Draco y el movimiento de su rodilla generar fricción. Al siguiente, un trastabilleo, la manera deliciosa en que succiona su labio inferior lo distrae, Draco se desvía con un camino de besos por su garganta, consciente de que lo hace estremecer con un simple contacto en cierto punto del que se aprovecha, y antes de que pueda enterarse de lo que pasa, el agarre en sus muslos es firme, y la verdad es que a él no le importa ceder.

Lo levanta sin esfuerzo, Harry le rodea la cintura con las piernas, mueve la cadera hacia adelante, más cerca, más rápido, busca, busca, busca. Draco vuelve a sus labios cuando lo sienta sobre el mesón de la cocina.

De nuevo, no puede pensar. Hay un par de respiraciones trabajosas que lo llenan todo, los latidos de su corazón enloquecido, ese sonido ronco al fondo de su garganta. Hay manos que tantean, se deslizan, reconocen la familiaridad, y Harry alza los brazos para que le saque la camiseta, lucha contra el botón del pantalón de su esposo. Draco atrapa el lóbulo de su oreja entre los dientes; el tirón es leve, indoloro, pero hace que la llama en que ha convertido su cuerpo empeore y la punzada en la ingle comienza a atormentarlo.

Harry llama a su nombre varias veces, sin dejar de pasarle las manos por la espalda, frenético, permitiéndole hacer y deshacer a su antojo, derritiéndose, colisionando y reconstruyéndose por el susurro en su oído, entre cada beso y mordida, en que narra con voz áspera todo lo que piensa hacerle sobre esa misma mesa.

Harry afirma el agarre de sus piernas y arquea la espalda, pidiéndole que actúe de una buena vez, porque acaba de volver a mover la cadera hacia él, sintió su pelvis rozarle entre los muslos, la rigidez ente ambos empujando, el segundo exacto en que se restregó contra él, y puede perder la cabeza por la necesidad impulsiva de más.

La ropa estorba, pero su prioridad es no perder el contacto. Son un desastre de jadeos y extremidades, y calor, mucho calor,y Harry ahoga un grito cuando hay dedos que tiran de su cabello hacia atrás, la mordida en el lado derecho de la garganta (sobre la marca de la última, siempre en el mismo lugar), y una mano que se cierra sobre su longitud, un apretón, un pulgar que frota la punta a través de la tela.

Después hay un siseo. Y un segundo siseo. Y un tercer siseo. Y Harry grita y se lo quita de encima cuando comprende de dónde proviene.

Venían de una salida improvisada (no contaba como cita, por suerte), pasaron como un vendaval por el Inferno, se perdieron en la boca del otro nada más llegar a las escaleras.

Es lógico que Saaghi serpentee por el suelo y los busque, probando el aire con la lengua y siseando más, y Harry anda medio desnudo y el rostro le arde enseguida, porque su pequeña serpiente intenta enroscarse a uno de ellos y saludar. Y por la cara de Draco, ninguno de los dos recordó a su niña hasta ese preciso instante.

Mientras se tropiezan al intentar acomodarse la ropa, recuperar la compostura, Saaghi ladea la cabeza, erguida desde el suelo, y emite un siseo que suena a pregunta. Y luego Dobby está hablando desde algún punto de la nada, para explicarles que el ruido la despertó, y Harry ya no sabe dónde esconderse.

—Pensándolo bien —Draco carraspea cuando la voz le sale demasiado ronca. Luce incómodo con la ropa recién puesta en orden,y a simple vista, tampoco tiene idea de qué hacer con la pobre serpiente—, al menos, no nos puede ver así.

Saaghi todavía quiere saludarlos, los dos están faltos de alientos y calientes, y de pronto, Harry se está riendo con el rostro ruborizado hasta las orejas.

Para romper una maldiciónWhere stories live. Discover now