Miniextra 2

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Sobre magia negra y motivos.

Marco podía controlar a cualquier criatura mágica, mago o bruja –muggles no, a menos que utilizase el Imperio-, y no a sí mismo. El dominio que implementaba en otros era el que más necesitaba en su persona.

Sufría de pesadillas, que los frascos de Dormir sin sueños no quitaban, donde era capturado y encerrado en una jaula, con los animales, como se merecía. Y gritaba, y lloraba, y no importaba, porque nunca había nadie que lo escuchase.

A veces, eran sueños realistas, vestigios de recuerdos por los que se obliviaba cada pocas semanas, y su mente, en respuesta, se degradaba y le enviaba estos como un mensaje, una silenciosa petición de que se detuviese. De que era suficiente.

En otras oportunidades, eran más fantásticos. Aquellos solían terminar cuando un monstruo, no una criatura, oscuro y de forma cambiante, lo mataba.

Cuando despertaba, ahogaba el llanto contra la almohada. Después se levantaba, se preparaba una taza de té con poción calmante, y se convencía de que estaba a salvo. No siempre funcionaba.

Fue esa rutina la misma que ejecutó la mañana en que tenía una reunión en una botica, algo sobre ingredientes ilegales y moralidad, y no sabía qué más, pero sonaba importante para su negocio. Se alistó, se Apareció en los alrededores del local, y se preparó para otra de esas largas y aburridas charlas que tenía que soportar de vez en cuando.

Recordaría, más adelante, haber tomado asiento sin esperanzas de encontrar algo de interés, y haberse demostrado su error casi de inmediato. También recordaría el frío, paralizante, miedo.

El hombre en el puesto de al frente no tenía nada que le hubiese llamado la atención, más de lo que podría hacerlo cualquier pocionista de la ciudad. Su voz y la forma de hablar, más que su apariencia, conseguían que se fijase en él. Pero era el aura negra que se extendía en torno a él, lo verdaderamente diferente. Una cosa medio humana, que lo cubría igual que una línea de contorno, y de brazos múltiples.

La silueta era, apenas, más grande que él. Y en algún punto de la reunión de la que no escuchó ni retuvo nada, habría jurado identificar un rostro en esa oscuridad mágica, que se volvía en su dirección, consciente de que lo notó.

Marco supo que era la misma cosa horrible que lo mataba en sueños.

Y su reacción natural fue intentar controlarla.

Recordaría, además, haber conseguido mover los brazos múltiples, en vano, y la sensación de que a eso- eso que tenía mente propia, eso que entendía lo que hacía, no le gustaba. La mente del mago tenía suficientes barreras para suponer un desafío que tardaría horas, y allí, parecía ser la fuente del poder oscuro que lo envolvía.

Estaba tan sumido en buscar un punto de apertura en sus defensas, mientras él lucía concentrado en explicarles un tema a los pocionistas de la botica, que no supo lo que ocurría, hasta que se fue hacia atrás con un empujón rudo de un golpe mágico. La silla lo tumbó de espaldas, jadeó por el asombro.

No uses legeremancia conmigo Gruñó el hombre, estrechando los ojos en su dirección.

Quieto —Decía otra voz, serena, poco amenazante, que sonaba dentro de su cabeza—. Vuelve a intentar controlarme y te voy a matar, mocoso.

Marco parpadeó. Hacia años que nadie se metía a su mente.

No lo vuelvo a hacer, pensó.

El hombre de la magia oscura apareció en su campo de visión, de pie, lo veía desde arriba. Tenía ojos negros.

Júralo.

Lo juro —Le llevó un instante darse cuenta de que acababan de lanzar un Imperio sobre él, uno que no funcionaba, además. Volvió a parpadear.

Cuando se percató de que le ofrecía la mano para ayudarlo a levantarse, sus ojos eran grises, no negros. Y de pronto, la sensación de peligro ya no estaba, aunque la cosa detrás del hombre, todavía lo observaba con atención.

—¿Qué eres?

—¿Tú qué crees que soy? Cuando se puso de pie, el mago volvió a su sitio, sin dirigirle otra mirada, pero la cosa permaneció ahí, una silueta humana, oscura, difusa.

Aquello era interesante.

Para romper una maldiciónWhere stories live. Discover now