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—...Luna, tu hijo acaba de meterse en una maleta vieja.

Estaban instalados en torno a una mesa en la pensión mágica en que se quedaban todos, excepto Marco, que hablaba de criaturas mágicas con la bruja desde hace alrededor de una hora. Harry, que conocía poco del tema, se limitaba a engullir todo lo que le ponían al frente, desde que uno de los gemelos arrastró a Draco lejos de allí. El otro estaba embelesado con una quimera miniatura, que no sería más alta y ancha que un pulgar, que el muchacho se sacó de una caja mágica en el bolsillo y le mostró; un experimento, decía él.

—¿Cuál de los dos? —Luna parpadeó, extrañada, y dio un vistazo alrededor, hasta localizar al pequeño que jugaba con la quimera.

—¿Tú eres Lorcan? —Preguntó Draco. El niño negó—. Entonces fue Lorcan el que se metió a la maleta.

—Lorcan siempre se mete a esa vieja maleta —Luna y el gemelo restante asintieron al mismo tiempo, como si fuese una verdad que cualquiera tendría que conocer.

—¿Así que...debo dejarlo ahí dentro?

—Sí, déjalo. Él volverá cuando termine de jugar con los Bowtruckle.

Draco no paraba de dirigirle una mirada extraña a la bruja, mientras hacía girar entre sus dedos la gema púrpura que le caía sobre el hueco de la clavícula, pendiendo de una cadena plateada. La noche anterior, cuando se la dio y la explicó de dónde provenía, masculló comentarios poco agradables a 'ese necio mocoso que se preocupa de nada' y la 'mujer loca que tenían por mejor amiga', y pareció genuinamente sorprendido cuando se lo colocó. No dejaba de tocar la piedra de vez en cuando, desde entonces; Harry tenía la impresión de que era por el efecto relajante que le producía.

Un débil quejido hizo saltar a todos los que rodeaban la mesa. Lysander hacía pucheros, al tiempo que enseñaba a la quimera que le colgaba del índice, al que se aferraba con dientes y garras. Los ojos del niño se inundaron de lágrimas cuando se estiró hacia Marco.

—Se-señor Marco, me está mordiendo...

—Dile que no te muerda. ¡Hey, , no lo muerdas! —Le dio un jalón leve a la cola de la quimera, que se soltó y cayó sobre la mesa, adoptando una posición amenazante y con un rugido contenido, que habría sido más atemorizante si no pudiese ser cubierta por la mano de un infante.

Lysander se rio y volvió a subirla a sus palmas, para acariciarle la cabeza de león. Luna, con una sonrisa dulce, se inclinó hacia él para hacerle algún tipo de pregunta sobre la criatura, que el niño respondió con entusiasmo.

—No sabes que te has hecho viejo hasta que un niño te dice "señor" —Gimoteó Marco, bebiéndose una copa de un trago, con una expresión lastimera y falsa.

—Es como oír a un mocoso decirle "señor" a otro mocoso —Se burló Draco, aproximándose desde atrás, para pasarle los brazos alrededor de los hombros a Harry y recargarse contra su espalda.

Para romper una maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora