"Marco" significa problemas

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La petición incluía a Marco y a Draco, así que...

—Marco.

—¿Sí?

—Explícame cómo vamos a salir de una maldita nube-nido a más de mil pies de altura y en medio de la nada.

El muchacho parpadea, se estira para asomarse por un costado de la nube mágica, de bordes rígidos, y emite un largo "hm" al ver hacia abajo. Draco duda que en verdad alcance a distinguir lo que sea.

El verdadero problema ahí no es haber sido arrastrado por su entusiasmo en su día libre. Ni siquiera haber perdido las varitas durante la subida, no tener escobas y que no pudiesen contactar a Dobby ni a nadie más por una interferencia mágica propia del nido sobre la nube alterada.

El problema era Marco.

Marco, sentado cómodamente con las piernas recogidas, y acariciando con una mano el pico de un pájaro azul pálido, de forma distraída. El jodido pico podía ser del tamaño de su tronco completo, la cabeza lo echaba hacia un lado cuando se restregaba contra él. A Draco le causaba más que una simple incomodidad mantenerse del lado opuesto del nido y fingir que no se daba cuenta de los ojos que lo miraban de vez en cuando.

El ave los había tomado entre las garras cuando Marco silbó, desde el suelo. Aquello ocurrió alrededor de media hora antes. Como ven, todavía están ahí.

El muchacho había recogido plumas del ave, le habló con suavidad, y tomó uno de sus polluelos, que debía sostener con un esfuerzo, por el tamaño. Por alguna razón incomprensible, la criatura no sólo se lo permitía, sino que lucía bastante complacida con la idea de que se llevase a una de las crías.

—¿Quieres una pluma?

—No me cambies de tema —Draco le frunce el ceño cuando él extiende una de las plumas del pájaro, las más pequeñas, de un tono azul que varía con el ángulo de la luz.

Marco hace un puchero.

—Dijiste que necesitabas una pluma nueva, de tinta azul...

—Tengo suficientes.

—Te haré una pluma de tinta azul con esta —Decide, ignorándolo y arrugando un poco el entrecejo. Guarda la pluma en un compartimiento aparte de su bolso y sigue con la tarea de consentir al ave madre y a la cría que se llevarán, como regalo para Ze y Dante.

—Marco.

—¿Sí?

¡¿CÓMO MIERDA ME VAS A SACAR DE AQUÍ, SI SE PUEDE SABER?! —Marco se encoge, con otro puchero. No se cubre los oídos, porque es lo bastante listo para saber que no funcionará si el grito es a través de la conexión mental.

—Esta especie ama a los humanos —Explica, con suavidad, palmeando un costado del ave enorme—, nos ven adorables. Como nosotros vemos a los perritos. Cuando se haya cansado, ella nos va a bajar, ¿verdad que sí, hermosa? —Añade en tono meloso, su respuesta es tener que aferrarse a la cría dormida con ambos brazos, porque el pájaro mágico lo tumba sobre el nido-nube al restregarse más contra él, pidiendo caricias.

Merlín bendito. Ni siquiera le había dicho a Harry a dónde estarían (no tenía idea cuando salieron, o jamás habría ido), para esperar un rescate ahí.

—Marco.

—¿Sí?

—Tengo ganas de tirarte de la nube y ver si de casualidad no serás un híbrido de alguna criatura y echas a volar —No es una sorpresa que Marco se empiece a reír, prácticamente tirado por debajo del ave que sigue insistiendo en caricias.

—Pues yo estoy feliz de pasar tiempo contigo —Declara, con una enorme sonrisa, hasta que se tiene que retorcer porque el pájaro lo aplastará.

Draco se dice que no es más que un ejercicio de paciencia. Sí, está probando su paciencia.

Y cuando no funciona, se recuerda que es un mocoso, ya no se puede deshacer de él, y le prometió a Harry no maldecirlo cuando salieron del Inferno.

—La próxima vez que quieras pasar tiempo conmigo, sólo invítame a comer, por Merlín. Podríamos estar con Ze y Harry, y no en un maldito nido flotante.

Se sienta con un brinco, apartando el pico descomunal con una barrida del brazo. Los ojos le brillan.

—¿Te puedo invitar a comer? —Suelta un sonido ahogado y luego vacila—. Nunca he invitado a nadie a comer. ¿Cómo funciona eso?

—Dices "vamos a comer" y vamos. Y comemos algo, preferiblemente comida de humanos.

Las aclaraciones nunca estaban de más con él.

Marco dejó escapar un aturdido "oh" y lo sopesó largo rato, como si la idea de comer fuese más inusual que el ave de proporciones imposibles que lo empujaba con el pico para llamarle la atención y el querer regalarle una de las crías a su amiga. Tal vez, para él, lo fuese.

Para romper una maldiciónWhere stories live. Discover now