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—...así que, una casa embrujada, eh.

—Tiene todo el ambiente tétrico de "casa embrujada" —Reconoció Harry.

—Hasta ahora, las "casas embrujadas" que hemos encontrado, siempre han sido fantasmas extraviados o molestos con los nuevos huéspedes, porque no saben que ya murieron.

—Como Binns, pobre Binns, ¿te acuerdas de él?

—Cuando no podía dormir en sexto, en las mazmorras, imaginaba que estaba en una de sus clases —Draco sonrió de lado. Harry intentó no reírse, porque estaban en un trabajo y era momento de seriedad, sí, claro.

—Y te funcionaba, imagino.

—Bueno, pues...

Harry acababa de subir los peldaños del pórtico, mirándolo por encima del hombro, cuando el volumen de su voz descendió hasta que no escuchó nada. Se percató del momento exacto en que Draco empalideció. En un parpadeo, tenía la varita afuera, lanzaba un reducto, y Harry tuvo que agacharse y cubrirse con los brazos, al oír que los escombros de una de las columnas del techo exterior, caía junto a él.

—¿Qué...?

Oh. Entendía el shock.

Lo siguiente que supo fue que echaba a correr lejos del edificio y jalaba el brazo de Draco en el camino, para arrastrarlo con él, justo cuando la tierra comenzaba a agrietarse y sacudirse, y de forma implícita, amenazaba con abrirse más para tragarlos.

La propiedad, una casa de la época colonial a las afueras de la ciudad, con el respectivo patio de varios kilómetros a la redonda, las rejas amplias, y las mil ventanas y puertas demasiado grandes para un humano promedio, estaba embrujada. Literalmente. Acababa de alzarse del hueco donde estaba encajada, con unas columnas y tablas de madera retorcida y desgastada en la parte inferior, a modo de múltiples patas, y al precipitarse hacia ellos, la puerta doble de la entrada, se abrió hacia adentro y se agitó, con un chillido agudo e inhumano.

—¿Cómo mierda embrujas tu casa? —Mascullaba Draco, siguiéndole el paso con dificultad, porque no dejaba de dar vistazos hacia atrás, a la estructura maldita.

—¿Eso importa ahora? —Le espetó, quizás más duro de lo que pretendía, ¡pero, vamos! ¡Dos luces acababan de encenderse en un par de ventanas del piso de arriba, las rejas que las cerraban se inclinaban igual que unas cejas furibundas, y tenía todo el aspecto, a nivel general, de unos ojos furiosos que estaban puestos en ellos! La pregunta en su cabeza era el cómo escapar en una pieza, no el por qué estaba así.

—Si sé cómo pasó, puedo intentar revertirlo, si...

—¿Desde afuera?

La respuesta se demoró un momento en llegar.

—Desde afuera, será más difícil, lo sabes.

—¡No te vas a meter a esa cosa, ni yo me voy a meter ahí! ¡Ninguno de los dos se va a meter ahí, y punto!

Para romper una maldiciónWhere stories live. Discover now