Capítulo 8: Alcohol

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El piso de Petyr está a tan solo quince minutos del hospital. Después de pasar por aquel edificio a que el hombre rellenase unos papeles y le devolviese la chaqueta a la enfermera, fueron directamente allí. Tal y como Alessia imaginaba, Petyr vivía en la zona más "habitable" y decente de la ciudad.

El bloque de pisos se encuentra muy bien situado, con un supermercado enfrente y varios negocios locales a solo un par de metros. Prácticamente se puede disfrutar de cualquier servicio caminando menos de cinco minutos. Se ve cuidado y limpio, incluso el garaje, donde Petyr aparca el coche para pulsar poco después el botón que llama al ascensor. Alessia lleva la mochila sobre los hombros y mira al suelo. Entran en silencio en la máquina y cuando las puertas se abren en el quinto piso, Petyr se sorprende al encontrar a un niño con complejo de peluche caminar tambaleándose hacia él con una sonrisa. Alessia lo reconoce al instante.

—¡Luka! ¿Qué haces aquí solo? —pregunta el hombre, cogiendo en brazos al chiquillo que tanto se le asemeja. De una puerta que estaba abierta aparece una figura masculina que corre hacia ellos.

—¡Luka! Te he dicho mil veces que irse sin papá está feo, sobre todo porque si tu madre se entera me va a matar... —masculla el que Alessia supone que es el hermano de Petyr. No se parecen en nada. Mientras que Petyr es calcado al niño tanto en ojos como en cabello, el otro adulto es moreno de ojos azules. Tiene dilataciones en ambas orejas y el brazo derecho lleno de tatuajes. Viste, por el contrario, bastante formal; con un traje oscuro que combina con su cabello. Repara en Petyr y reduce el paso hasta acabar deteniéndose al ver a Alessia.

—Hola, ¿con quién tengo el placer? —pregunta cambiando el rostro de desconcierto a una sonrisa que se le borra al ver la mirada de la niña. Algo no está bien con ella.

—Alessia, este es Dante, mi hermano. ¿Se puede saber qué hacía Luka corriendo a sus anchas por aquí?

—Se me ha escapado, nos íbamos ya.

—¿A dónde? Y sobre todo, a estas horas.

—Tu cuñada, que se encuentra fatal y nos vamos a urgencias.

Una mujer pelirroja, con gafas y con un aspecto terrible cruza la puerta por la que ha salido Dante hace medio minuto. Tiene pinta de ir vestida, literalmente, con lo primero que ha visto en el armario; a juzgar por cómo lleva un calcetín de cada color. La barriga le abulta un poco, pese a tener una complexión aparentemente delgada. Al ver a Petyr se le ilumina la cara, aunque no puede disimular un gesto de duda al ver a Alessia. Sea como fuere, se acerca a su cuñado y le planta un beso en la mejilla a modo de saludo. Después observa a Alessia de arriba a abajo.

—¿Y ella?

—Es una historia complicada, Valen. ¿Qué te ocurre?

—Llevo toda la noche vomitando, serán cosas del embarazo. Luka está deseando que llegue pronto su hermanito, ¿verdad? —coge a su hijo y le pellizca suavemente la mejilla. El niño contempla a Petyr con sus característicos ojos verdes y entreabre unos labios carnosos que sin duda ha heredado de su madre.

—No os entretenemos más entonces, si la cosa se complica llamadme.

—Tranquilo, estaremos bien, solo son náuseas —dice la pelirroja restándole importancia. Se agacha dispuesta a despedirse de Alessia con un beso, pero esta retrocede sin establecer contacto visual con ella. Valen se incorpora con confusión y le pide explicaciones a Petyr, que se niega a darlas.

—Pasad buena noche —se limita a decir. Le da un beso en la frente al niño, más prolongado de lo normal, y saca las llaves de su puerta; que resulta estar solo a un par de puertas de la de su hermano.

Alessia no dice nada, camina tras él sin volver la vista y entra tras el rubio en el apartamento. Se descuelga la mochila y la deja en la mesa del salón, que es más grande que la mitad de su casa al completo. Está perfectamente amueblado y con una decoración de lo más interesante, teniendo en cuenta que hay láminas de las obras de arte más famosas por toda la casa. Para vivir en un piso, es realmente grande. Se nota que el hombre tiene dinero. Petyr deja las llaves del coche en una estantería que hay sobre la mesa y observa a la peliazul.

—¿Quieres algo de cenar?

—No me entra nada ahora mismo, pero gracias. Si no te importa, me gustaría ducharme.

—Claro, no te preocupes. Mira, en esa puerta de allí hay un dormitorio de invitados que cuenta con baño propio. Si necesitas cualquier cosa, yo duermo en la habitación que hay justo enfrente. La cocina la ves desde aquí y... Creo que con eso vas bien de momento, ¿no?

Alessia asiente. Petyr le sonríe y cuando se va a ir, Alessia pronuncia las palabras que él temía que llegasen a sus oídos.

—No es tu sobrino, ¿verdad?

—¿Cómo? —pregunta sin tener el valor suficiente para mirarla.

—Luka... Es tu hijo, ¿cierto?

Petyr no responde. Alessia suspira. —¿Tienes alcohol?


Son las cinco y cuarto de la madrugada. Una niña sale del baño, vestida y con el cabello algo empapado de un agua que refleja con más intensidad su tono azul. Se sienta en el sillón junto a un hombre de ojos verdes que en su pasado cometió el mayor error de su vida, cada uno en una esquina del mueble. Alessia coge una copa cuyo contenido desconoce y que no le importa no saber y la levanta al aire a la par que Petyr. Y uno a uno se van sucediendo los tragos. De pronto los problemas ya no son tan relevantes y el mundo se reconstruye en una ilusión perfecta.

Alessia se abraza al brazo del sofá y mira el televisor apagado hecha un ovillo. Petyr, por su parte, apoya ambos brazos sobre la parte superior del respaldo y tiene la cabeza echada hacia atrás.

—Sabes que emborracharse no arregla las cosas, ¿verdad? —murmura con los ojos cerrados.

—A ver si nos da un coma etílico y nos morimos —contesta ella sintiendo cómo los párpados le pesan.

—Yo he sido un cabronazo y me lo merezco, ¿pero tú...?

—Apuesto a que el día en el que te liaste con ella ibas más borracho aún que hoy...

—No recuerdo absolutamente nada de lo que pasó. Ni siquiera sabía que nos habíamos acostado. Ella me lo contó. ¿Cómo te has dado cuenta de...?

—Porque le mirabas como mi padre me miraba a mí. Y porque os parecéis, claro...

—Lo primero sonaba más poético.

—Ya...

Alessia se da la vuelta y se queda boca arriba con la cabeza apoyada en el brazo del sofá, mirando el perfil de Petyr con las piernas flexionadas.

—¿Los fantasmas existen?

—¿A qué viene esa pregunta?

—No lo sé, estoy borracha, creo. Me preocupa que ella venga y me haga algo.

—A mí me preocuparía más que tienes un sicario con complejo de ángel de la guarda. Es obvio que ella sola no pudo hacerse eso. ¿De verdad quieres hablar de esto?

—Sí.

—Eres rara, Alessia.

—Empiezo a ver las cosas más claras...

—Eso es el alcohol.

—No, en serio, he tenido suerte. Al final nadie me ha violado, nadie me ha matado y desde que murió papá hoy es el día que más se han preocupado por mí.

—¿Y tu madre?

—Ahora que lo pienso con frialdad, ha tenido el final que merecía. No voy a dedicarle más luto. Me he asustado y me he hartado de llorar, pero ahora estoy mejor.

—Me alegro.

—Lo único malo es que ahora no voy a poder salir a la calle sin que me miren mal... Incluso quien no me conozca, ahora tengo esto —murmura mirando la marca numérica de su muñeca.

—Creo que puedo solucionar eso —dice Petyr. Alessia le sonríe pero no dice nada, se limita a cerrar los ojos.

Ahí acaba la conversación, porque ambos se quedan dormidos casi al instante.

El Código [Watty Awards 2019]Where stories live. Discover now