Capítulo 28: Un final cualquiera

3K 375 160
                                    

Faltan exactamente cinco minutos y veinte segundos para medianoche. Una muchacha menuda, que lleva el cabello teñido de agua, va dejando una cascada que flota estática en el aire gracias a la velocidad de su cuerpo. Detrás de ella, un niño aún más pequeño corre como si se le fuera la vida en ello. La persigue hasta que ambos no pueden más y se detienen, exhaustos. Alessia gira la cabeza y Luka se tira sobre ella, con las mejillas sonrojadas a causa del esfuerzo.

—¡Tú la llevas! —exclama con un tono tan dulce que el corazón de la peliazul se derrite. Tres años más tarde, Luka sigue tan adorable como siempre. —Pero vamos a parar ya que estoy cansado, porfa.

No será ella quien se oponga a tan sabia decisión. Le da la mano al niño y echan a andar a un ritmo mucho más calmado. A pesar de que hace frío, jugar al pilla-pilla ha propiciado que ninguno de los dos se queje de la baja temperatura. Alrededor de ellos, la gente camina. Hoy es un día especialmente concurrido gracias a la feria, pero son pocos los que reparan en Alessia y Luka. Cada uno está demasiado enfocado en su propia historia.

—Mira, Luka —señala Alessia. —Parece que lo ha conseguido.

El niño abre los ojos de par en par al ver entre la multitud una cabeza de oso panda gigante. No sabe si en esos momentos le hace más ilusión que el oso sea más grande que él o que sea su padre quien se lo haya conseguido.

—¡Buah! ¡Eres genial, papi! —exclama corriendo hacia él. Petyr lo recibe rodeándolo con un brazo.

—¿Creías que no lo iba a conseguir?

—La verdad es que no confiaba mucho, no —confiesa con sinceridad, haciendo que su padre arquee una ceja. Luka ríe, mostrando el hueco de una de las paletas que anoche se llevó el ratoncito Pérez.

—Anda que...

—Oye, ¿antes de irnos a casa puedo montarme en las colchonetas? —. Formula la pregunta con ese encanto que solo Luka es capaz de desprender. Y claro, a ellos no les queda otra que decir que sí.


Luka se quita los zapatos, quedándose en calcetines, y se apresura en entrar en las colchonetas. Petyr mira a Alessia, que acaricia el oso gigante.

—Creía que las escopetas de feria estaban trucadas —murmura sonriendo.

—Y lo están. He tenido que comprárselo al feriante. Me ha timado, desde luego... Y encima no es que Luka le haya hecho mucho caso.

—Yo creo que le interesaba más ver de qué era capaz su padre.

—Seguro. Pero podría haberle gustado algo más pequeño, esto no cabe ni en el coche...

Alessia se ríe, mirando cómo el niño desaparece por uno de los túneles de la atracción, gateando por el colchón hinchable. Petyr observa detenidamente el perfil de la joven. Ha crecido poco en los tres últimos años y sigue aparentando quince años en vez de veintiuno. Aún así, es preciosa. Él no tiene ninguna duda. La chica gira la cara en ese momento, encontrándose con los iris verdes del hombre. Al sentirse tan observada se sonroja inevitablemente.

—¿Te he dicho alguna vez que eres muy guapa? —murmura el rubio.

—Unas mil, creo que no se te pasa ni un día —se ríe Alessia. Petyr sonríe, contagiado por su gesto. Entonces se inclina hacia ella hasta que sus labios se unen con suavidad. Alessia toma su cara con las manos y corresponde con más dulzura aquel beso. Se ven obligados a separarse cuando el móvil de Alessia suena entre la música de las atracciones.

—¿A estas horas? —pregunta él.

—Es un WhatsApp —murmura ella, igual de confusa. —No tengo guardado el número. De todas formas, es raro, porque a mí no me escribe nadie ya. —Aquello es cierto. La única persona con la que se escribía era Lionetta, antes de que muriese en el hospital hace tres años horas después de ser apuñalada.

—¿Qué dice? —interroga Petyr, curioso.

—Dice... "Continúa bajo la guía de tu propia estrella".

—¿Cómo?

—Ni idea. —Alessia se encoge de hombros.

—Se habrán equivocado. Pregunta quién es o algo —sugiere él. La chica asiente, pero justo cuando va a escribir la aplicación se cierra. Al volver a abrirla, el contacto a desaparecido.


En las colchonetas, Luka mira las altas escaleras hinchables que conducen al tobogán. Empieza a escalar por los peldaños de aire cuando, de un momento a otro, su pie resbala por la tela y pierde el equilibrio. Una mano le sujeta la espalda, procurando que no se caiga.

—¿Estás bien? —pregunta el niño desconocido. Tiene el pelo oscuro como el carbón y los ojos de un tono azul que torna al grisáceo.

—Sí, es que estos castillos hinchables son una caca —se excusa Luka. Ambos escalan juntos la colchoneta hasta llegar a la cima.

—¿Cómo te llamas? —pregunta el rubio.

—Dante, ¿y tú? —responde con una pequeña sonrisa.

—Luka.

—Me gusta tu nombre.

—Y a mí el tuyo. ¿Eres de aquí?

—No, es que estoy de vacaciones.

—Ah, ¿dónde vives?

—En mi casa.

—Yo también. ¿Y cuándo te vas?

—Esta noche, he venido a la feria con mi familia a despedirme de ellos, pero ya después me voy.

—Entonces no nos da tiempo a ser amigos.

—Podemos serlo, aunque nos conozcamos de hace poco —sugiere el niño. Luka sonríe enormemente.

—¡Es verdad! Y si quieres la próxima vez que vengas puedes visitarme, yo vivo cerca del centro comercial. Mi padre tiene una tienda de tatuajes al lado, yo a veces voy allí. Por si quieres venir.

—Iré, te lo prometo —. Los dos niños se dan la mano.

—¿Amigos entonces?

—Amigos —responde Luka abrazándole.

Instantes después, los niños se tiran por el tobogán hinchable a la vez. Cuando los pequeños calcetines de Luka tocan el suelo de la colchoneta, el niño se percata de que su nuevo amigo ha desaparecido. 


Fin.

El Código [Watty Awards 2019]Where stories live. Discover now