Capítulo 18: Advertencia

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Alessia parpadea con la boca entreabierta. No, no es una broma. Petyr no bromearía sobre eso y menos en un momento tan cercano.

—¿No te acuerdas? —pregunta preocupada. Petyr se frota los ojos.

—Yo... Es muy extraño, es como si no pudiese pensar con claridad. Soy incapaz de concentrarme. ¿Quién es...?

—Dante es tu hermano —pronuncia Alessia consternada. Petyr se queda entonces en silencio, asiente con lentitud y la mirada ida.

—Lo es, tienes razón —parece dudar. —No dejes que vuelva a tomarme las pastillas, por favor. Las han debido de modificar para... En fin.

—Descuida. Qué hijos de puta.

—Lo son. Me preocupa hasta dónde son capaces de llegar. Lo mejor será que intente arreglar el código cuanto antes para que me dejen tranquilo.

—No creo que estés en situación de arreglar nada ahora mismo.

—Si no lo hago yo voluntariamente, ellos se encargarán de forzarme a ello. De esa forma, no solo estoy yo en peligro. También Luka y... tú.

—¿Yo?

—Dámaso no te mintió cuando te dijo que hay gente vigilándote para hacerte daño si es necesario —se pasa una mano por el pelo.

—Por ti.

—Por mí. Ya me han llegado algunos mensajes mencionándote, si te soy honesto. Estoy seguro de que te van a usar como un objeto para manipularme.

Se quedan callados. Petyr vuelve a mirar el nombre de su hermano, en ese momento alguien llama al timbre. Los dos intercambian una mirada y Petyr pasa a estar visiblemente nervioso.

—¿Puedes...? —pregunta. Alessia reconoce en él el miedo de un niño que acaba de despertar de una pesadilla.

—Claro, descuida.

Sale de la oficina y el rubio se sujeta la cabeza con las manos. Dante es mi hermano, Dante es mi hermano, Dante es mi hermano, Dante está muerto. Cuanto más lo repite mentalmente más confuso se siente. Se levanta de la silla con brusquedad, camina hacia el baño y cierra la puerta. Observa su reflejo en el espejo y respira hondo al ver el deterioro de sus facciones. Abre el grifo y deja que el agua le empape las manos. Se gira hacia el váter, levanta la tapa y se arrodilla frente a él. Aquello le ha devuelto un recuerdo de gran parte de su adolescencia que hasta ahora había tratado de olvidar. Abre la boca, introduce los dedos en ella y ejerce presión en la parte de atrás de la lengua hasta que consigue vomitar lo poco que ha comido recientemente.


Alessia se asoma por la mirilla de la puerta y se sorprende al ver quién se encuentra al otro lado. Abre con rapidez y sin pensárselo dos veces. El niño se muerde ligeramente el puño, mirando a todas partes, buscando a alguien. Con la otra manita agarra el pantalón de la peliazul y alza la mirada.

—¿Y mami y papi? —interroga con media lengua. La niña se agacha hasta quedar a su altura y quitarle la cuerda que lleva alrededor del cuello. Siente ganas de llorar y muchísima rabia, pero no lo manifiesta para no asustar al rubito. Una vez ha desanudado la soga que lo sujetaba como a un perro a la barandilla de las escaleras, toma la nota que hay atada a los cordones del pequeño. La desdobla con los dedos temblorosos y lee su contenido.

«Aquí tienes a tu hijo. A ver si te dura más que tu hermano». La chica suspira profundamente y se guarda la nota en el bolsillo. Le tiende la mano a Luka, que la mira, receloso.

—¿Tú quién eres? —interroga inocentemente.

—Yo... Alessia, una amiga de tu tío.

—¿De mi tito?

El Código [Watty Awards 2019]Where stories live. Discover now