Capítulo 25: Transición

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Dos muertos en potencia caminan con sigilo a través de los largos pasillos blancos de la CT. Dámaso se ocupa de elegir una ruta que pueda burlar las cámaras de seguridad: un paso en falso y habrán perdido. Alessia se percata de que no hay nadie en toda la central.

—¿Dónde está todo el mundo? —pregunta en voz baja. Dámaso la mira de reojo.

—Piero le pidió a Petyr que modificase los códigos de todo el mundo en un rango de cien kilómetros para dormir a la gente. Con excepciones, claro.

—¿Piero?

—Piero di Angelo, sí —contesta.

—¿El padre de Lionetta? ¿Qué tiene que ver él con todo esto?

—Es el que mueve todo esto. El artífice de esta locura.

—Por eso ella...

—Sí. Y por eso yo estaba con ella aquel día. Hemos estado colaborando todo este tiempo.

—¿Y qué hay del resto de miembros de la CT? ¿No eran doce? —pregunta Alessia. Dámaso se detiene y echa un vistazo al pasillo que hay que atravesar a continuación.

—Petyr, mi padre, Piero y Danilo son los más jóvenes, por así decirlo. Realmente el resto de integrantes son tan viejos que están encamados... O ya se han ocupado de que eso ocurra. A Danilo lo cogieron poco después de que Petyr entrase a trabajar y lo tienen en una habitación aparte, dormido. Mira —señala el pasillo frente al que están —, al final de ese pasillo está el despacho donde trabaja Petyr. Dentro estarán, probablemente, mi padre y Lionetta. Piero está en otro despacho, dándole mensajes a Petyr mediante el ordenador. Lo están vigilando los tres, si intenta cualquier cosa os matarán.

—¿Y Luka? ¿Dónde está?

—No lo sé —responde con el semblante serio.

Alessia se muerde el labio inferior con fuerza. No sabe qué hacer. Ella no es como las chicas de las películas, que son fuertes y lo suficientemente inteligentes como para tramar algo rápido y salvar a todos. Incluso está lesionada. Ahora mismo es más bien inútil.

—Hay algo que no entiendo. ¿Por qué habéis esperado tanto? —pregunta. —Luka hubiese sido una baza lo suficientemente fuerte para...

—Porque no sabíamos que Luka era su hijo... —murmura—. Nos enteramos porque tú me lo contaste cuando nos reunimos por primera vez.

Aquello le sienta como un jarro de agua fría a Alessia, que se siente de repente culpable de todo. "No te fíes de nadie" le había dicho Petyr multitud de veces. Se había pasado soltando información y ahora...

—Hey, está bien —susurra Dámaso cogiéndole la cara en un tono conciliador —, no es tu culpa. De hecho, de no saber que era tan importante para Petyr habría acabado igual que sus padres.

Es en ese momento, al ver la expresión de Dámaso, cuando Alessia se da cuenta de que su madre no fue la única en perder la cabeza progresivamente. Él también. Él no es la persona que le cantaba una canción de cuna para dormirla.

—¿Qué vamos a hacer? —se limita a preguntar ella.

—Tú no estás en condiciones de hacer nada con el pie en ese estado. Yo iré al despacho de Piero y acabaré con él. Buscaré a Luka y podremos irnos.

—¿Y Petyr? —interroga Alessia. Dámaso frunce el ceño.

—No necesitamos que venga. ¿O sí?

—No —contesta con dureza. Miente, pero da igual: a estas alturas todos han mentido.

—Está bien. Busca un sitio para esconderte, volveré pronto —asegura. Saca una pistola que llevaba oculta por el final de su camiseta y de su bolsillo extrae también una navaja que le da a la peliazul. —Solo por si acaso.

Se miran fijamente. Por un instante Alessia cree que la va a besar antes de irse, pero no lo hace. Simplemente desaparece atravesando uno de los muchos pasillos.


Alessia mira desde lejos el lugar donde tienen a Petyr. Decide acercarse sigilosamente, usando la pared como apoyo y comprobando que no haya cámaras cerca. Cuando llega a la altura de las ventanas de la estancia se agacha y se queda sentada en el suelo. Escucha voces.

—Empiezo a pensar que solo tardas tanto para ganar tiempo.

—¿Crees que encontrar un código para controlar a todo el mundo es tan sencillo? Si fuese así, ya lo habría hecho tu padre.

Hay silencio. Alessia se asoma con disimulo. A través del cristal puede observar a Lionetta, al padre de Dámaso y a Petyr, que teclea sin descanso frente a un ordenador. Maldice el poco rango de movimiento que tiene. Si Dámaso fracasa en su misión y no acaba con el padre de Lionetta, estarán perdidos.

Vuelve a su posición sin visibilidad y espera. Espera durante unos quince minutos en los que no pasa nada, ni siquiera alguien habla. Aquello le da mala espina. De repente, se escucha un disparo. Y otro. Otro más.

—¿Qué mierda ha sido eso? —se escucha desde dentro de la sala.

—Nada bueno —responde el padre de Dámaso.

Alessia escucha que hablan con Petyr y que una silla se mueve. Van a salir. La van a ver. La peliazul se apresura en levantarse, pero un dolor punzante en el tobillo provoca que se vuelva a caer. Se traga el grito de dolor y decide arrastrarse lo más rápido que puede hasta doblar la esquina. Una vez ahí se queda quieta y trata de contener la respiración con el corazón a mil por segundo.

Escucha pasos apresurados. Los ve entonces seguir recto, sin percatarse de su presencia. Petyr va por delante, apuntado por sendas pistolas que sujetan sus dos vigilantes. Alessia agradece a la estrella bajo la que nació la suerte que está teniendo en ese instante al no ser descubierta y decide esperar un poco antes de volver a hacer un esfuerzo para ponerse de pie y seguirles usando nuevamente la pared como bastón.


Al cabo de unos minutos observa al trío entrar en la habitación desde la que el padre de Lionetta controla los mensajes que le envía a Petyr por ordenador. La muchacha vuelve a agacharse junto a la ventana para observar el panorama. Sus ojos se abren y un destello de esperanza se enciende en su interior a ver que Dámaso está de pie junto al cuerpo sin vida del padre de su antigua amiga. Le ha pegado un tiro por la espalda, desprevenido, rastrero, eficaz. Su alegría se pierde cuando ve que una de las pistolas, la del padre de Dámaso, deja de apuntar a Petyr para seleccionar a su propio hijo como objetivo. Petyr, a su vez, busca a su hijo con la mirada; sin éxito. En ese recorrido, ojos verdes y ojos marrones se encuentran. La boca de Petyr se entreabre por la sorpresa y Alessia se lleva un dedo a los labios para indicar silencio. Petyr asiente disimuladamente y desvía la mirada para no levantar sospechas. 

El Código [Watty Awards 2019]Where stories live. Discover now