Capítulo 17: Pastillas

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Petyr abre los ojos al escuchar la voz de Alessia y observa el techo de su habitación. Vuelve a cerrarlos, se da la vuelta y resguarda la cabeza bajo la almohada.

—Petyr —una mano se posa con cautela sobre su hombro —, tienes que tomarte la pastilla.

—No necesito ninguna pastilla —murmura con la voz ronca.

—Sabes que si no te las tomas habrá que volver al hospital. Entienden que quieras estar solo, pero la condición es que te tomes esto. Es por tu bien —asegura en voz baja. El rubio suelta un gruñido y saca la cabeza de debajo de la almohada. Se incorpora y la mira. Es la primera vez que la mira a los ojos en dos semanas. Ni siquiera cuando salieron anoche del hospital fue capaz de hacerlo. Se han pasado ahí casi catorce días en los que el rubio ha sido visitado por psicólogos y especialistas de todo tipo. Algunas veces sufría ataques de ansiedad, otras se despertaba llorando y gritando por las noches. Alessia sabe que si hubiese sido cualquier otra persona la habrían mandado a casa al día siguiente de lo sucedido; pero Petyr es distinto. Petyr juega un papel fundamental y ahora mismo es una carta fuera de combate para la CT. Ahora mismo tiene un aspecto horrible. Las ojeras surcan unos ojos enrojecidos que ya no son capaces de llorar más y tiene la tez más pálida de lo normal. Coge el vaso de la bandeja que descansa en las rodillas de Alessia y la pastilla que hay justo a su lado. Se la introduce en la boca y bebe un trago con amargura. Lo vuelve a colocar en la bandeja y observa a la niña. Si fuese un perro, ahora mismo tendría esa misma mirada y las orejas gachas. Ella suspira.

—¿Qué quieres almorzar? —pregunta.

—No tengo hambre —responde con desgana.

—¿Me estás diciendo que la comida del hospital es mejor que la mía? —bromea para tratar de aliviar la situación. Petyr finge una media sonrisa y toma un mechón delantero del cabello de la chica. Juega con él unos segundos en los que vuelve a perderse en sus pensamientos. Ella lo deja estar.

—Haz un esfuerzo, por favor —le pide. Él suelta el mechón y suspira profundamente. Alessia deja la bandeja en la mesita de noche y se sienta junto a él. Se sorprende a sí misma rodeando con un brazo los hombros de Petyr e invitándole que apoye la cabeza contra ella. Él así lo hace, cerrando los ojos.

—Nadie sabía por lo que estabas pasando, Alessia. Ahora lo sé —admite sin abrirlos.

—Con el tiempo se va superando... Aunque bueno. Ya me entiendes —murmura.

—¿Te han dicho algo más sobre...?

—No.

—¿Y Valen?

—Ella sigue en el hospital. La están ayudando con Luka.

—El pobre... Ni siquiera tiene edad como para darse cuenta de que... —. Se le hace un nudo en la garganta. —Nunca se lo confesé, Alessia. Se ha ido sin saber que su hijo no es su hijo.

—Solo biológicamente. Luka es su hijo de cualquier otra forma.

—¿Y qué va a pasar ahora con ese crío? Me fiaba porque estaba Dante, pero no quiero dejarlo con Valen. La conozco, sé de lo que es capaz. Quiero traerme a mi hijo a casa.

—Creo que llevas las de perder en eso —responde con tristeza, acariciando su hombro. —Pero haremos lo que esté en nuestras manos. Nada malo le va a ocurrir a Luka.

—Tengo que ser fuerte por mi hijo, ¿verdad? —pregunta. La peliazul no sabe si esa pregunta se la ha hecho a ella o a sí mismo.

—Sí. Si no puedes serlo por ti, al menos hazlo por él. Sé que cuesta y sé que duele. Como te dije, no estás solo —asegura. Petyr sonríe un poco cerrando los ojos. Al cabo de un rato se separa de ella y deja un beso en su frente que Alessia no rechaza. Después de eso se levanta de la cama y sale de su dormitorio. La joven camina tras él y analiza sus movimientos. Se sorprende al verle detenerse de golpe, al punto de casi chocar contra su espalda.

—¿Y si fue el código? —pregunta de repente, girándose.

—¿Cómo...?

—¿Qué motivos tendría mi propio hermano para querer matarme? Incluso si hubiese sabido lo de Luka, conozco a Dante, él no era capaz ni de matar a una mosca. ¿Y si el código es lo que está detrás de la oleada de locura que va en ascenso?

—Yo... Lo cierto es que no tengo muchos conocimientos de eso —admite Alessia. Petyr se queda callado unos instantes, pero después se dirige hacia la oficina. La niña se percata del abrupto cambio de comportamiento del rubio, pero no dice nada.

Se sienta junto a él, que ya está rodeado de folios y sostiene un bolígrafo verde entre sus dedos.

—Piénsalo, la gente no ha hecho más que empeorar últimamente. La locura absoluta de tu madre comenzó justo el día en el que se iba a romper el código —murmura anotando "Cinnia" y la fecha en la que atacó a su hija. Añade el nombre de Dante y repite el proceso. —También tenemos al padre de familia que te atacó justo el día de antes, aunque con él sí que funcionó el código. Y también...

—Dámaso. Estoy segura de que él mató a Cinnia. O al menos, de que mató a alguien. De lo contrario no podría saber que el código está roto.

—¿Pero por qué estás tan segura de eso?

—Si te fijas, yo sí que obtuve el día del accidente con mi madre un número negro. Eso significa que los pecados capitales leves siguen en funcionamiento, mientras que los números rojos son los únicos que no funcionan. Cuando Dámaso me dijo aquello de que el código estaba roto y que sin el monstruo que mató a mi madre yo estaría muerta, me fijé en que no tenía ningún número negro. Según él, la explicación del cuchillo es que había forcejeado con un loco y se lo había llevado... Pero si eso fuese cierto, tendría la misma marca que yo. Si tampoco hubiese hecho nada, no sabría que el código está roto. Eso solo deja la opción de que él cometió un pecado capital de los fuertes y no tuvo ningún tipo de consecuencia. Por eso sabe que el código no funciona: le tocaba morir y no le ocurrió nada.

—¿Qué eres? ¿Sherlock Holmes? ¿Castle? —bromea Petyr. Aquello le arranca una sonrisa a la peliazul: no todo está perdido con respecto a la salud mental de Petyr. —Tiene sentido lo que dices.

Anota unas cuantas cosas más y suspira, frotándose los ojos. Le duele la cabeza.

—¿Qué llevaba la pastilla?

—No me lo han dicho, la verdad. Solo que te la tenías que tomar tres veces al día.

—No sé yo si es buena idea. Conociéndolos, me habrán dado algo peor que la droga para que vuelva pronto al trabajo.

—¿Crees que harían eso?

—Ya lo han hecho antes, así que no me sorprendería en absoluto.

—¿Y no pueden dejarte descansar?

—Creo que les urge más que arregle el código a que arregle mi mente.

—¿Puedes arreglar el código...?

—No lo sé, aún no lo he intentado. Espero que sí, porque el mundo está perdiendo la cabeza.

—¿Y ellos no pueden hacerlo?

—La mitad de los que están ahí tienen un pie en la tumba y otro tanto por cierto solo está pendiente del dinero.

—Qué horror...

—El horror es todo esto: que el inconsciente de la gente de todo el mundo esté en manos de doce personas. Que pueda haber fallos, que....

Petyr cierra la boca lentamente y su mirada se pierde por momentos.

—¿Qué ocurre? —pregunta Alessia. Petyr tarda unos segundos en reaccionar, sacudir la cabeza y mirarla.

—¿Qué?

—Te has quedado ido por un momento.

—No me he dado cuenta, la verdad —confiesa mirando el folio escrito con tinta verde. Frunce el ceño al leer el nombre de su hermano. —¿Quién es Dante? 

El Código [Watty Awards 2019]Where stories live. Discover now