Capítulo 13: Peter Pan

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Para ella nunca fue Dámaso: siempre fue Dami. Y creía que no volvería a verle nunca más. Por eso, ahora que lo tiene tan cerca aún no se lo cree; y en parte se avergüenza por no haberle reconocido. También es normal, dado que llevaba once años sin verle. Algo ha llovido desde entonces.


Son las doce y media de la noche. Una niña rubia se encuentra sentada en la cama sujetando con las manos una fina sábana que la cubre hasta la nariz. No quiere admitirlo, pero le da un poco de miedo la oscuridad y considera que aquella tela es su mayor escudo ahora mismo. Hace un gran rato que su padre la ha arropado, le ha dado un beso en la frente y le ha deseado las buenas noches. Siempre sigue ese pequeño ritual bastante temprano, sobre las nueve, para que ella se duerma antes de que los locos salgan a hacer de las suyas y no tenga que escucharles. Claro está, por ese entonces había menos que diez años después.

Pero a pesar de eso, ella sigue despierta. Tiene abierta, de hecho, la ventana que en un futuro nunca imaginaría que quedaría bañada de sangre. Su madre siempre le ha dicho que la mantenga cerrada porque podría entrar alguien, y es precisamente eso lo que busca. No tendrá que esperar mucho más, porque al cabo de unos minutos verá que la luz de la planta de arriba de la casa de enfrente se enciende. La ventana de la misma se abre y Alessia no puede ocultar su sonrisa emocionada. Se levanta de la cama y da unos pasos para acercarse. Un chico moreno que va descalzo se sube al alféizar de la ventana del edificio de enfrente y apoya los puños sobre sus caderas en un gesto heróico.

—Buenas noches, Aless, ¿cómo está mi princesa? —dice él en un tono de voz lo suficientemente bajo como para que nadie los descubra. Alessia tiene una sonrisa que no le cabe en la cara.

—Buenas noches, príncipe Dami. Mucho mejor ahora que has venido —contesta con una pequeña risa.

Dámaso tiene, por aquel entonces, once años y visita a Alessia cada noche. Ella tiene siete y le espera sin falta. La pequeña adora esos momentos donde deja de ser el bicho raro de clase o la niña impertinente de casa para convertirse en una Wendy a la que visita su Peter Pan.

—Aless, ¿me permites? —pregunta, aunque sabe la respuesta. La rubia retrocede hasta sentarse en la cama. La luna crea un haz de luz que ilumina la mitad de su rostro y parte de la corta melena que acaba en unos graciosos rizos, y que sobre todo resalta su sonrisa. El chico, por su parte, da una gran zancada hacia delante, lo suficiente para salvar la distancia que hay desde su ventana hasta la de Alessia. Un fallo ahora y posiblemente no la contaría. No puede evitar sentir algo de preocupación, pero confía en que todo saldrá bien. La pequeña está, sin embargo, tranquila. Dami le contó la primera vez que la visitó que él era mágico y que podía volar, cosa que haría en caso de caerse.

Dámaso está suspendido en el aire con un pie en cada ventana. Con sumo cuidado retira el pie que queda en el edificio donde vive para apoyarlo en el alféizar de la ventana de Alessia, al mismo tiempo que sus manos atrapan la parte superior del marco. Evita lanzar un suspiro de alivio y se precipita hacia el interior de la habitación. La niña se levanta de la cama y se precipita hacia él para abrazarle con fuerza. Su Peter Pan la rodea con los brazos y le da un beso en la frente.

—Hola, princesita —la saluda. —¿Dudabas de que viniese?

Ella niega contenta. —Siempre sé que vas a venir, Dami. ¿Qué has visto hoy?

—Una cosa increíble. Siéntate, verás —. Ambos se sientan con las piernas cruzadas sobre la cama, uno frente al otro. —¡He visto a un tío morir por pereza!

—¿¡Por pereza!? —grita Alessia sorprendida, aunque se calla rápidamente y pide perdón en voz baja por alzar la voz. Por ese entonces, Alessia sabe de la existencia del código pero no tiene ni idea de qué es la muerte. No imagina que en un futuro bailará con ella constantemente.

—¡Sí! No paraba de dormir y no hacer nada, y entonces vino una almohada gigante... ¡Y lo aplastó! —exclama, haciendo que Alessia suelte una carcajada. Naturalmente, él se inventa todo lo que le cuenta que ve en sus supuestos "viajes mientras vuela". No sabe si la pequeña se lo traga de verdad, pero está seguro de que le encanta.

—¿Cuándo me vas a llevar a volar a mí también? —pregunta entusiasmada. —¡Yo también quiero ver cómo una almohada aplasta a alguien!

—Pronto, mi princesa. Prepárate porque un día vendré a por ti y saldremos de aquí volando, ¡juntos!

—¿Y papá y mamá? —interroga entonces.

—¿Quieres que vengan con nosotros?

—Mamá no, pero papá debería venir. Es bueno —asegura.

—En ese caso, me llevaré también a tu padre. Será el rey de nuestro reino y le pediré casarme con la princesa cuando llegue el momento.

—¿Llevaré un vestido blanco como mamá? No me gustan los vestidos.

—No, llevarás exactamente lo que tú quieras.

—¿¡Me puedo casar en pijama!?

—¡Claro que sí! Aless, ¡estarás guapísima!

—¿Pero y si no sirvo como princesa?

—Entonces ya no querré ser príncipe. Podríamos ser...

—¡Jugadores de fútbol! —. Con la ocurrencia de la pequeña, Dami rompe a reír. Alessia sonríe con la mirada iluminada. Definitivamente en un futuro se casará con él, no tiene dudas.

Se entretienen un rato más hablando hasta que Alessia suelta el primer bostezo, que intenta disimular por todos los medios.

—Te he visto, ¡estás cansada!

—¡No! ¡No, no!

—Es hora de dormir, princesita.

—No, ¡Dami!... Por favor, no te vayas aún.

—Vendré mañana, y te prometo que vendré antes para que podamos hablar más, ¿vale? —dice con una sonrisa. Ella parece conformarse con ese juramento, porque se tumba en la cama. Sus ojitos examinan al moreno, esperando que cumpla con el ritual de cada noche. Dámaso no se hace de esperar. Se aclara la voz.

—Ninna nanna, ninna oh; questo bimbo a chi lo dò? Se lo dò alla Befana, se lo tiene una settimana. Se lo dò all'uomo nero, se lo tiene un anno intero. Ninna nanna, ninna oh, questo bimbo me lo terrò! —. Para cuando termina de cantar, Alessia está dormida; o al menos lo aparenta. Dámaso no está seguro. Acerca la cara a la pequeña y le da un beso en la mejilla. Ella sonríe y en ese momento Dami sabe que se está haciendo la dormida.

—Volveré mañana, Aless. Te quiero mucho.


Aquella fue la última vez que Peter Pan entró por su ventana. Wendy se quedaría despierta la noche siguiente, y la siguiente, y la de después. La noche de su cumpleaños no dormiría creyendo que vendría a darle una sorpresa en cualquier punto de la noche. No fue así. Le contaría a su padre, finalmente, que odiaba a Dami por haberla traicionado. Le narraría todas las historias que él le traía a diario, finalizando con un "pero estoy segura de que todo era mentira. Dami es un mentiroso". Su padre sonreiría con tristeza, la escucharía y no diría nada. ¿Qué le iba a decir? Alessia era demasiado pequeña como para explicarle que su madre les había escuchado aquella noche y al día siguiente había discutido con el padre de Dámaso. Tampoco podía decirle que a ese padre no le importaba nada su hijo y aquello le vino de perlas para quitárselo de en medio mandándole a un internado. En definitiva, el padre de Alessia no era capaz de confesar que en el fondo Wendy y Peter eran más parecidos de lo que creían.

El Código [Watty Awards 2019]Where stories live. Discover now