Capítulo 10: Él

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Son las siete de la tarde. Petyr se encuentra sentado en el sofá con el portátil en las rodillas y Alessia a su lado, dormida. En un primer momento la niña habría estado viendo la tele, pero el resultado ha sido inevitable. El rubio la entiende: ha sido demasiado estrés en mucho tiempo. Su mente debe de estar exhausta. La mira de reojo: está hecha un ovillo con los pies colgando sobre el brazo del sillón y la cabeza casi rozando sus piernas, ligeramente apoyada. Si estuviese despierta no admitiría esa cercanía ni loca.

Petyr vuelve la vista hacia el portátil, donde tiene abierta una página intitulada Dámaso Greco. Al principio no conseguía recordar el nombre del periodista, así que optó por la vía fácil: buscar el programa del telediario resubido en internet. Según había leído, Dámaso tenía veintidós años y nada más terminar la carrera había entrado a trabajar como periodista en el canal de las noticias locales. Había sido premiado varias veces por su talento y su buen desempeño, lo que hizo que la cadena se interesase en él. Físicamente es bastante guapo, aunque nadie sabría decir muy bien por qué. Pero algo tenía, eso seguro. Lo que más destaca de él son, sin duda, los ojos; de un color miel que endulza una mirada dura y cortante. Quizá precisamente por eso Petyr se acuerda de él.

Pasa esta vez a buscar sus redes sociales. Tiene tanto Twitter como Instagram. Mientras que en la segunda no tiene más que un par de fotos suyas que no aportan nada, en Twitter parece ser un usuario asiduo. Petyr empieza a leer sus últimas publicaciones hasta que el ruido del timbre le obliga a dejar el portátil sobre la mesa y a levantarse con cuidado de no despertar a Alessia. Ve a través de la mirilla el perfil de Valen y le desanima comprobar que no trae a Luka con él. Pese a eso, abre la puerta.

—Hola, Petyr —saluda la chica. Va a darle un beso en la mejilla, pero Petyr se aparta. De no ser porque tienen que mantener las apariencias, tampoco dejaría que se lo diese frente a su hermano. Dante no lo sabe, pero él sí: Valen estaba sobria la noche en la que se acostaron. No planea justificar así su comportamiento, él es tan culpable como ella, pero ese dato hace que le guarde un profundo rencor a la pelirroja.

—¿Cómo te encuentras? —pregunta él por cortesía.

—Bien, bien, me recetaron unas pastillas y como nueva. ¿Y tú? Ya veo que muy bien. ¿Se puede saber de dónde la has sacado? Ha salido hoy en las noticias.

—Ahórrate el numerito, Valen —reprocha empujándola del hombro suavemente para sacarla al pasillo y cerrar la puerta tras de él, temiendo que con la conversación despierten a la niña.

—¿Numerito? ¡Estás encubriendo a una asesina!

—No digas tonterías, sabré yo a quién meto en mi casa...

—A la madre de tu hijo desde luego que no —susurra enfadada.

—No, precisamente para que no la despiertes con tus voces de histérica.

—Ah, que está dormida. ¿Ya te la has follado?

—Valen, paso de discutir contigo, ¿a qué cojones has venido?

—¿A qué va a ser? Luka tiene hambre.

Petyr pone los ojos en blanco y saca del bolsillo de los vaqueros su cartera, de donde extrae quinientos euros en billetes de cincuenta. Se los da a la chica, que se los guarda en el bolsillo del pantalón y suspira, cruzándose de brazos.

—No debería estar aquí y lo sabes. ¿Dónde vas con una niña, Petyr?

—No tiene dónde quedarse.

—Que yo sepa ahora que su madre ha muerto tendrá dinero, que se alquile un piso y se busque un trabajo. Obviamente es más cómodo que la mantengan, ¡cómo se va a oponer!

—Vamos a ver... —murmura frotándose la sien. —¿Cómo te lo explico? Es mi casa y es mi dinero. Igual que a ti te resulta más cómodo venir aquí cada tres semanas y sacarme quinientos euros por cuidar a un hijo al que casi no me dejas ver, a ella le resultará más cómodo quedarse aquí el tiempo que necesite. ¿Sabes por qué? Porque acaban de asesinar a su jodida madre, su mejor amiga la ha traicionado y casi la violan. Como comprenderás, no está en condiciones de salir a ganarse el pan, mucho menos sin tener experiencia previa en el mundo laboral, ni lo estará en un tiempo. Así que sí, la voy a mantener el tiempo que haga falta; principalmente porque se lo debo a su padre. Ten un poco de decencia y no vuelvas a sacar este tema de conversación porque llevas las de perder —finaliza en voz baja. Valen enmudece. Se muerde el labio inferior con fuerza y tras decirle que es un auténtico idiota se marcha hacia su piso.


Son las ocho y cuarto de la tarde cuando Alessia abre los ojos. Al notar que está sola en el sillón, se frota la cara con gesto felino y bosteza. Le duelen un montón todas las extremidades, pero le resta importancia al saber que es consecuencia de la menstruación. Va al baño para asearse y hacer sus necesidades y al salir ve que una puerta cercana al dormitorio de Petyr está entreabierta. La curiosidad le puede y se asoma. Encuentra al hombre con unas gafas de pasta negras y la cabeza apoyada sobre su puño, mirando atentamente algo en el ordenador.

—Hola —se atreve a decir ella. Petyr levanta la cabeza y le dedica una sonrisa.

—¿Cómo estás?

—Bien —contesta, sintiendo que sus mejillas se tiñen ligeramente de rojo. No sabe qué decir ni por qué está ahí parada, seguramente sea porque no quiere estar sola en el salón. Petyr le hace un gesto para que pase y ella obedece.

—Acerca una silla de esas, quiero enseñarte algo —pide el rubio. Alessia toma una de las sillas que hay alrededor de la mesa de lo que supone que es el despacho del hombre y se coloca a una distancia prudencial de él, la suficiente para poder ver la pantalla del portátil. Muestra una fotografía de un hombre que a Alessia le suena de algo, pero que no es capaz de recordar.

—Me suena, ¿quién es?

—Dámaso Greco, el periodista que estaba hoy con Lionetta.

—Ah... No te sigo.

—¿No te recuerda a nadie más?

Alessia se fija mucho mejor. Petyr tiene razón, lo ha visto en alguna otra parte, pero no recuerda muy bien dónde.

—Ahora que lo dices, sí, pero...

—A mí también me ha costado relacionarle, es normal. Cuando le vimos tenía los ojos rojísimos, iba drogado.

La peliazul ata cabos y en sus labios se forma una gran "o". Mira al rubio con los ojos como platos. —Es él, el que se tiró sobre tu coche...

—Exacto. Y él te vio, nos vio a ambos, de hecho. Sin embargo, en las noticias no llegó a decir nada. Podría haber tenido la exclusiva del siglo habiendo contado que sabía sobre tu paradero. Y no es de mis contactos, de hecho nadie de la CT tenía demasiados datos sobre él. ¿Por qué no delatarte e impulsar aún más su carrera?

En la mente de la niña se repite el momento en el que Dámaso Greco se lanza sobre el capó del vehículo, aunque no le encuentra explicación. En ese momento, su corazón se encoge y mira a Petyr a los ojos. Acaba de recordar un dato importante.

—El dos rojo, Petyr. El cuchillo. Él había matado a alguien...

—Antes de medianoche, con el tiempo suficiente de huir sin ser visto. Aprovechó la noche, donde no suele haber nadie cuerdo, para mezclarse con el entorno.

—¿Pudo ser él?

—¿Quien mató a tu madre?

—Sí. Los tiempos cuadran.

—¿Y por qué llevarse solo uno de los cuchillos?

—N-no lo sé...

—¿Y por qué querría él matar a tu madre? ¿Le conocías de algo? —pregunta él, preocupado. Alessia niega en silencio.

—No tengo ni idea de quién es...

—Pues si estás en lo cierto y él es el asesino, parece que está de tu parte, a su manera. Todo apunta a que has encontrado a tu "ángel de la guarda", Aless...

Alessia observa detenidamente la fotografía de Dámaso. Ahora mismo solo hay una pregunta en su mente: ¿Por qué?

El Código [Watty Awards 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora