Capítulo 14: Excusatio non petita

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—Ella siempre ha intentado hacerme la vida imposible... —suspira la peliazul, mirando por la ventanilla.

—Nunca fue buena, ni siquiera cuando no estaba loca del todo. Tu padre estaba realmente preocupado por ella, ¿sabes?

—¿Hablaste con mi padre? —pregunta con sorpresa. Dámaso estaciona el coche en batería y se toma su tiempo para contestar. Echa el freno de mano, gira la llave para apagar el motor y mira a Alessia.

—Le escribí a tu padre cada día para saber cómo estabas —responde con sinceridad. La niña no es capaz de descifrar el tono con el que ha pronunciado esas palabras.

—Nunca me dijo nada de...

—Lo sé. Hicimos ese trato. Él me contaba sobre ti y a cambio yo no intentaba buscarte. En realidad, es normal: solo hubiese empeorado las cosas.

—Te estuve esperando cada noche. Creía que te habías ido porque te habías cansado de mí. La verdad es que me siento culpable por haberte odiado.

—Tu padre también me contó eso. Se me partió el alma —confiesa. En ese momento se quedan en silencio, contemplándose. Ha pasado muchísimo tiempo. Y sigue pareciendo un sueño. Dámaso sonríe con tristeza, coge la mano de Alessia unos instantes. La aprieta con suavidad antes de soltarla y sale del vehículo.


Los dos entran en la cafetería que Dámaso ha escogido para hablar. No hay casi nadie, pero aún así se sientan en la mesa más alejada del establecimiento con el fin de tener la máxima privacidad posible.

Esperan sin decir nada a que el camarero tome nota y se marche. Alessia saca entonces su móvil y recuerda lo que hizo.

—¿Es malo si le he escrito a Petyr una nota y se la he dejado en la nevera avisando de que iba a salir contigo? —cuestiona, tratando de sonar inocente. Dámaso arquea una ceja y su comisura derecha se alza en una mueca burlona.

—¿No te dije que no avisases a nadie? Bueno, tampoco puede saber dónde estás.

—Y me instalé un rastreador en el móvil —añade.

—¿Aless? ¿Puedes confiar menos en mí? —pregunta soltando una risa.

—Confío en Dami, no es Dámaso Greco —contesta con una risa— además, tú mismo me has pedido que no confíe en ti.

Touché. Bueno, en ese caso te pediría que desinstalases ese rastreador, lo último que necesitamos es que venga aquí a montar un lío.

—¿De qué conoces a Petyr?

—Iba a eso ahora —responde. El camarero deja sobre la mesa un café con leche y un chocolate. Dámaso coge este último y le acerca a Alessia el café. —Como te dije, tu padre y yo manteníamos el contacto. Al principio se mostraba reticente a hablar demasiado, pero imagino que con el tiempo se fue dando cuenta de que solo me importabas tú y que no guardaba rencor hacia él o tu madre. De hecho, acabé recibiendo incluso fotos tuyas, así que iba viendo cómo crecías. Ironías de la vida, acabamos haciéndonos amigos. Pasó a contarme sus intereses, preocupaciones... Y el lío en el que se estaba viendo metido. ¿Qué te dijo Petyr que sabía de tu padre?

—Que le había pedido ayuda. Él trabaja en la CT y...

—¿Sabes que se conocían de antes?

—¿Cómo?

—De no ser por Petyr, tu padre posiblemente no habría muerto.

—No te sigo —murmura ella.

—Tu padre me contó que íbais fatal de dinero, que el sueldo de tu madre no daba para manteneros a los tres y que necesitaba encontrar trabajo de lo que fuese. Yo por esos entonces estaba en la carrera y aún no tenía trabajo, así que no había forma de poder colaborar. Entonces una noche me dijo que le había salido algo. Había conocido a una mujer que le aseguraba mucho dinero en poco tiempo.

—¿Una mujer? ¿Qué mujer?

—Valentina Parisi —contesta él. Alessia abre muchos los ojos.

—¿Valen?

—¿La conoces? —Dámaso se muestra confuso.

—No sé si nos referimos a la misma. Es la mujer de Dante, el hermano de Petyr.

—Pues entonces sujétate porque la historia se vuelve más interesante —murmura. —Valentina Parisi estaba dentro de una red de narcotraficantes bastante chunga y necesitaban a alguien que transportase las mercancías. Ella le ofreció el puesto a tu padre y él aceptó. Al principio iba bien, es decir, no les pillaron. Pero como ocurre con todo lo ilegal, las cosas se acabaron torciendo.

Dámaso le dio un sorbo al chocolate y se mantuvo callado unos segundos antes de continuar. —No mucho antes de morir, tu padre me habló de la existencia de Petyr Smith. Me contó que era un muchacho que no tenía ningún tipo de interés en el dinero de la droga. Para ser tan joven, ya era todo un pez gordo. Trabajar en la CT no es fácil y él lo consiguió.

—Imagino que no, cualquier no puede investigar sobre el código —. Alessia se encoge de hombros y se bebe de un trago casi la mitad del café, ante la mirada atenta de Dámaso.

—¿Eso te ha dicho Petyr que hacen? ¿Investigar sobre el código? —pregunta.

—Sí, ¿qué van a hacer si no? —. Dámaso sonríe y se inclina hacia adelante, cruzándose de brazos sobre la mesa. Se aproxima hasta ella peligrosamente y acaba por responder en un susurro.

—La CT creó el código. Y todos los que hay ahí tienen un rol fundamental. Hazme caso, nunca verás a Petyr muerto. Tiene contactos por todas partes. Si en algún momento alguien lo intentase matar, no le daría tiempo.

—Pero eso es imposible...

—La CT está conformada por doce personas, pero están aliados con las cadenas y multinacionales más importantes del mundo. De todos ellos, Petyr Smith es el más joven de todos. Ya apostaban bastante por él desde pequeño tras superar con una puntuación aterradora el test de altas capacidades. Tras presentarle algunas otras pruebas, los once miembros de la CT decidieron invertir en su educación y unirlo a ese equipo como un arma fundamental. Y eso hicieron, y ahí está —le da un sorbo al chocolate y tiene que reprimir una risa ante la cara que le ha quedado a Alessia de no entender nada.

—Pero... Dami, tengo demasiadas preguntas, ay —se queja, sujetándose la cabeza con ambas manos. —¿Por qué sabes todo esto?

—Porque mi padre es uno de los doce cabrones que juegan a ser Dios. Y uno tiene alma de periodista e investigador. Cuando volví del internado y me fui a la nueva casa donde se había establecido, encontré documentos que no tenía que encontrar y acabó por contármelo. De hecho, me ofreció trabajar para ellos cubriendo reportajes relacionados con el código, pero me negué. No necesitaba tirar de enchufe para triunfar, por poco modesto que suene.

—¿Y Petyr? ¿Él por qué se metió en eso de las drogas si no necesitaba dinero?

—Ahí es donde entran en juego Valen y su hermano —murmura, llamando al camarero para pedir que le traiga otra taza.

El Código [Watty Awards 2019]Where stories live. Discover now