Capítulo 20: El dedal

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Aparca el coche en el parking del hospital y una vez dentro de la parte más secreta del edificio busca a Danilo.

—Lo siento por lo de tu... —comienza a decir el moreno, pero Petyr le interrumpe.

—Escúchame porque no lo voy a repetir más veces: Voy a arreglar el puñetero código. Como a alguien que conozca le pase algo, aunque no sea culpa vuestra, me voy a pegar un tiro y os van a dar por culo a todos.

—Tío, ¿qué coño te pasa? —pregunta su compañero.

—Como si no supieses de qué te estoy hablando. No me jodas, Danilo.

—Pues no, no sé de qué me estás hablando. Si me lo explicas a lo mejor puedo ayudarte.

—Lamento decirte que ahora mismo no me fío de nadie aquí. Vais a chantajear a vuestra puta madre —dicho eso, camina hacia su puesto, desde donde puede modificar el código. El ordenador central está en una sala totalmente protegida. Para acceder a ella hay que pasar pruebas de reconocimiento facial y dactilar, introducir una clave y ser cacheado por los guardias; dejando en una bandeja todo tipo de objetos personales. Se puede entrar vestido de milagro. Pero claro: cualquier medida es poca para proteger la llave que controla la humanidad.

Petyr se sienta frente a la mesa y enciende la máquina. La pantalla le pide una contraseña. El rubio suspira: esta es la parte más tediosa para él. Pulsa más de cincuenta teclas, tanto numéricas como alfabéticas, que aparentemente no tienen ninguna relación entre sí. Cuando comenzó a trabajar para la CT no podía recordar la contraseña y las primeras veces no fue capaz de acceder al sistema. Cuando un fondo negro y un enorme código aparecen en la pantalla, el hombre se va directamente a ver los últimos cambios. Tarda media hora escasa en averiguar que alguien modificó el código ayer y que, efectivamente, insertó un código cuatro a Valentina Parisi. Petyr sabe que la zona está videovigilada, pero acceder a esas grabaciones es totalmente imposible. O no. Realmente, ¿le vale la pena correr ese riesgo? ¿No sería mejor dejar las cosas como están y buscar cómo arreglar el código?

De pronto, se percata de que en la pantalla está apareciendo poco a poco un texto:

Ahora mismo te estoy viendo. Si dices algo, mato a tu hijo. Si no me obedeces, mato a tu hijo. Si intentas algo, mato a tu hijo. Si haces cualquier cosa que yo no te diga, mato a tu hijo. No tientes a la suerte. Necesito que me hagas un pequeño favor y que cambies el código de una manera concreta. Recuerda lo que te estás jugando.



Alessia mira a su Peter Pan particular, plantado frente a la puerta.

—Dami, ¿qué haces aquí?

—He venido a hablar contigo. Si tú quieres, claro. Creo que te quedaron varias preguntas pendientes —comenta con una sonrisa.

—Me encantaría, pero no puedo dejar a Luka solo —murmura ella.

—¿Luka?

—El hijo de Petyr. Ahora vive aquí. Han matado a su madre. ¿Lo sabías? —pregunta con algo de recelo que trata de disimular.

—Lo cierto es que me estoy enterando ahora —. Otra mentira. La peliazul lo sabe. Petyr llamó a la CT para que retiraran el cadáver y la prensa se acercó a husmear el coche fúnebre. ¿Cómo no iba a saberlo él?

—Últimamente me cuesta confiar en lo que me dices.

—¿Se puede saber por qué?

—Imagino que no se te da demasiado bien mentir.

—Vaya... —chasquea la lengua. —¿Puedo pasar entonces? Nos tomamos un café en tu casa.

—No es mi casa.

—Técnicamente vives aquí. Además, que él y tú acabaréis liados es casi un hecho... Si es que no lo habéis hecho ya, claro —responde con desgana.

—No, no nos hemos liado y no nos vamos a liar. De todas formas, no tengo por qué darte explicaciones de lo que hago con mi vida.

—Soy tu mejor amigo.

Eras mi mejor amigo. Hace tantísimo tiempo que no te veo que ya ni te reconozco. Si la última vez que te vi no levantabas un palmo del suelo e ibas en pijama.

—Y tú eras rubia, no tenías ningún tatuaje y tampoco tanta mala hostia. ¿En qué momento pasaste de ser una princesita a una guerrera?

Alessia sonríe y le mira a los ojos, dando un paso hacia delante. Las pupilas de Dámaso se dilatan ligeramente, pero permanece inmóvil.

—En el momento en que mi príncipe se fugó sin mí a Nunca Jamás, mataron a los reyes y mi dama de honor me traicionó. Ya ves, el reino se me quedó grande y el capitán Garfio me ofreció su barco. E incuso Wendy, justo al final de la película, para cuando Peter Pan vuelve a buscarla ha crecido.

Dámaso sonríe y baja la mirada.

—Creo que es el rechazo más bonito que he recibido nunca. Qué pena haberme quedado sin dedal —confiesa metiendo las manos en sus bolsillos y apoyándose contra el marco de la puerta.

—Te cambio un dedal por una verdad —propone ella de pronto. Aquella frase descoloca tanto al joven que no puede disimular la expresión de sorpresa de su rostro.

—Eso es chantaje emocional.

—Tú has venido aquí a hablarme de la peli de Peter Pan, eso sí que es chantaje emocional.

Dámaso suelta una carcajada y acaba soltando un suspiro.

—Está bien. ¿Qué verdad quieres?

—¿Fuiste tú quien mató a mi madre?

Él se muerde la lengua y parece barajar sus posibilidades. Claro que lo más fácil hubiese sido mentirle otra vez a la niña, pero no lo hace. Esta vez no.

—Sí. Me drogué hasta las trancas y bebí hasta que casi no sentía nada. Yo la maté.

—Si el código hubiese funcionado...

—Sabía que el código se había roto y que aquella noche no funcionaría.

—¿Cómo...? ¿Cómo lo sabías?

—Mi padre me lo dijo.

—Ni siquiera Petyr sabía eso, ¿cómo iba tu padre a...?

—No lo sé, pero ahí tienes tu verdad. Creo que ahora me debes algo.

Alessia tuerce el gesto y Dámaso nota que se ha puesto nerviosa. La peliazul baja la mirada. Necesitaba saber aquello, necesitaba confirmar que Dámaso hizo aquella escabechina en su habitación. ¿Se arrepentía de la proposición? No. No quería besarle pero se veía mentalmente obligada a cerrar aquel tema en su mente. A atar un cabo suelto.

—¿Y bien? ¿Me das tú el dedal o te lo doy yo?

—Tú —murmura por lo bajo. Será solo un segundo. Después lo borrará de su mente. —Pero no te pases. Solo un pico.

—No me paso. Prometido. Cierra los ojos —pide en voz baja. Alessia respira profundamente y le obedece. Sus párpados se juntan y espera. En ese momento, en su oscuridad particular, piensa en Petyr. Hoy no vendrá hasta tarde de trabajar y aquel pensamiento la entristece un poco.

Dámaso contempla a la chica y sonríe. Ha soñado con ese momento muchísimo tiempo y en ninguna de esas veces era así: un trato. Lleva la mano a la mejilla de la niña y la acaricia con el pulgar.

—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. No lo olvides nunca, ¿vale? —susurra cerca de su oído. En ese momento toma su barbilla, la gira ligeramente y le da un beso en la mejilla que hace que Alessia abra los ojos con sorpresa.

—Pero...

—Eres mi amiga y por encima de todo eres una persona. No se va besando por ahí cuando una de las partes no quiere. Al menos, no es mi estilo —. Se encoge de hombros. —Nos vemos, Aless.

El chico echa a andar. Cuando está junto a las escaleras, escucha un "gracias, Dami". Sonríe. 

El Código [Watty Awards 2019]Where stories live. Discover now