Capítulo 27: Los siete

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Gian, el padre de Dámaso, ni siquiera se gira cuando la puerta se abre a sus espaldas. Supervisa el código que teclea Petyr, cerca de finalizar.

—Todo en orden, ¿no...? —la pregunta queda en el aire cuando se gira y se encuentra a Alessia respirando de forma entrecortada en el umbral de la puerta. Tiene las manos manchadas de sangre y la vista fija en él. Petyr se da la vuelta y el corazón le da un vuelco al verla.

—Me gustaría saber qué ha pasado con Lionetta —murmura él observando de arriba a abajo a Alessia. Ella no contesta, no es necesario. En su lugar, se dirige a Petyr.

—Luka está a salvo. Solo queda él —. Los ojos del rubio resplandecen.

—Una pena que el que queda tenga pistola y rehén —comenta el padre de Dámaso apuntando a la chica. Da unos pasos y apunta a la cabeza a Alessia. Ella mira a Petyr y mantiene la calma.

—No le hagas daño —pide el hombre con seriedad. —El código está terminado. Solo falta ejecutarlo. Puedes revisarlo si quieres.

Gian alza una ceja, vacilante. Agarra a Alessia del brazo para mantenerla cerca de él y se acerca a la pantalla. Sin dejar de apuntarla, lee las líneas que Petyr ha estado tecleando, solo para confirmar que no hay ningún comando que pueda ejecutar un código sobre él que acabe con su vida.

—Los dos contra la pared, ahora —ordena. Petyr se levanta y obedece. Posteriormente, Gian lanza a Alessia contra él. El rubio recibe a la peliazul en sus brazos como si le acabasen de entregar al tesoro más valioso jamás descubierto.

—¿Estás bien? —susurra mirándola. Alessia asiente. Petyr la rodea con el brazo y le da un beso en la frente.

—No he podido hacer más —admite en voz baja. Petyr niega levemente, con una apariencia más tranquila de lo habitual.

—Te las ingeniaste para quitarte a dos de mis vigilantes de encima —susurra. Alessia apoya la cabeza contra su pecho, expectante. Al menos, ella ha cumplido con su parte.

***

Solo unas horas antes, Petyr está en el suelo junto a Alessia. Las narices de ambos casi se rozan. Ella cierra los ojos y abre los labios. Se encuentran a un par de centímetros. Entonces lo escucha, casi inaudible, contra su boca. "Escapa, encuéntrale y ven". Y se besan. Disimulan bien. Aun así, cuando el padre de Dámaso va a por él y lo levanta del suelo, ninguno de los dos puede reprimir la sonrisa. Y se miran. Petyr no deja de observar a Alessia ni un solo segundo mientras lo arrastran hacia la puerta, asegurándose de que lo ha escuchado bien. La mirada de ella fija en la suya se lo confirma.

***

Gian sonríe. Por fin. Ahora el mundo es suyo. El control de todo está en sus manos. Se gira hacia Petyr y Alessia.

—Es una pena que las cosas acaben así. Sin embargo, ahora que voy a poder controlar la mente de todos no me renta mataros. Al menos a ti no, Petyr. Siempre me ha sorprendido tu inteligencia y creo que me serás muy útil. ¿Sabes lo que te ha fallado entre tanto cerebro? El corazón. El amor. El apego a la gente. Eso siempre destruye, Petyr. Es una pena que con lo listo que eres no te hayas percatado de eso.

El rubio no dice nada, se limita a fulminarle con la mirada. Gian le dedica una falsa sonrisa compasiva y pulsa el botón de inicio del código. Una barra de carga aparece, se rellena con rapidez y aparece el mensaje de "procesando" en la pantalla. Petyr cierra los ojos y abraza con fuerza a Alessia, tirando de ella suavemente hacia abajo para acabar sentados. Gian los observa sin comprender. Petyr protege la cabeza de Alessia con su mano, atrayéndola contra su pecho aún más. Le dedica una última mirada al hombre.

—He tardado tanto porque estaba escribiendo dos códigos a la vez. Uno de ellos oculto. Tecleaba, pero tú no podías ver nada en la pantalla. Jódete, porque hay un comando para que el visible no funcione —. Y le dedica una sonrisa. —Todo el daño que me habéis hecho lo vas a cobrar tú por siete. Ojalá pudiese haberlo hecho antes, pero tenía que asegurarme de dónde habíais escondido a mi hijo.


Pasan tres segundos. Petyr reanuda su conversación, observando con diversión el inicio del espectáculo desde el suelo.

—Número uno —dice al tiempo que en el brazo del hombre aparece dicha cifra. —Lujuria. Combustión interna.

Gian comienza a gritar, retrocediendo y llevándose las manos a los pantalones al sentir que empiezan a arder. Lo que no sabe es que su infierno personal solo acaba de empezar. Alessia cierra los ojos y decide no presenciar aquello.

—Número dos: Ira. Un pequeño calmante para que bajes los humos... —susurra. Gian sigue intentando apagar las llamas que envuelven su sexo cuando nota que su cuerpo es sacudido por una potente descarga eléctrica que evita que pueda moverse más de la cuenta. El dolor es tan potente que no puede evitar seguir moviéndose y chillando como un desquiciado. Petyr arruga los ojos y hace una mueca de desagrado.

—Deja de moverte, no me dejas apreciar esto como debe de ser. Número tres: soberbia. El castigo es convertirse en una estatua, pero sería terminar contigo demasiado rápido. ¿Tengo que recordarte que vuestro juego acabó con la vida de mi hermano? —pregunta con la mirada oscurecida. Las piernas, y únicamente las piernas, del hombre quedan petrificadas. Ahora sí que no puede moverse. A estas alturas no puede hacer otra cosa que llorar y pedir clemencia y perdón. Pero ya es demasiado tarde: el código ha sido ejecutado.

—Número cuatro: envidia. Este te lo conoces mejor, ¿no? Es el que le adjudicásteis a Valentina Parisi, la madre de mi hijo —murmura. Los ojos de Gian se secan progresivamente hasta que sus cuencas quedan vacías. Y a partir de este punto, como narradora, me tomaré la libertad de no decir cómo se sentía Gian en estos momento. Compréndeme, me es imposible describir semejante escena de tortura.

—Número cinco: avaricia. Danilo y sus refranes. La avaricia rompe el saco. Pero qué te voy a contar yo a ti —comenta Petyr acariciando el pelo de Alessia. Sabe que, en el interior de Gian, sus tripas acaban de desgarrarse.

—Y aunque a estas alturas ya no puedas escucharme, te quedan dos, por si acaso. El número seis es... Pereza. Dado que el castigo de este pecado era dormirse como duermen los veterinarios a un animal agonizante, he decidido suprimirlo. No voy a hacerle ese favor al hijo de puta que se atrevió a matar a su propio hijo y que si le valiese hubiera hecho lo mismo con el mío. No, no hay justicia para esa gente.

Hace una pausa. Respira profundamente y se quita la chaqueta, sabiendo que el número siete tarda un poco más en llegar. La coloca a modo de escudo para lo que viene.

—Y número siete... Gula.

—Boom —susurra Alessia. Un segundo después, el cuerpo del hombre se hincha tanto que acaba estallando. La chaqueta casi no puede cubrir el impacto de la sangre y los órganos contra ella. Seguidamente, el ordenador también explota. Y se hace el silencio.

Petyr deja caer la prenda, ahora inservible, y se pone en pie ayudando a Alessia. Coloca su brazo por debajo de las piernas de la chica y ella se abraza a su cuello, sin separar la cara de su pecho.

—Se acabó —murmura Petyr. —Adiós al código, para siempre. 

El Código [Watty Awards 2019]Where stories live. Discover now